El carisma de Willie Nile enmudeció una vez más Kafe Antzokia | GR76


Viernes 11 de mayo de 2018 en Kafe Antzokia, Bilbao

Había ganas por volver a sentir la caricia de las canciones de Willie Nile. Había esperanzas en recitar sus poesías, cantar sus proclamas e incertidumbre por poder transmitirle el aprecio de GravelRoad76. Afortunadamente ese cometido llegó una vez acabado el concierto en un abarrotado puesto de merchan mientras atendía a seguidores, firmaba discos y accedía sin ninguna objeción en fotografiarse para inmortalizar el momento. Entre el tumulto, la inquietud y el buen entendimiento entre los presentes logramos finalmente nuestro objetivo. Era nuestro turno. Un intervalo fugaz, un minuto o dos quizás, pero con una perdurable carga emocional de complicada descripción, ya que en cuanto nuestros ojos se cruzaron hubo sintonía. Nos hemos podido ver las veces que ha aparecido por aquí, y dudo mucho que se pueda acordar de todas las personas que se acercan, pero durante su show hubo momentos en los que llegué a pensar que a de alguna manera se comunicaba conmigo. ¡Serán imaginaciones! (que me decía) Eso sucederá habitualmente, no vayas a pensar ahora que eres el centro del universo… Sin embargo, cuando estrechamos nuestras manos me dijo al oído lo suficiente como para intuir que estaba equivocado. Un tipo cortés, humilde y educado nos volvía a mostrar su gratitud y en la despedida nos emplazaba a una próxima vez mientras en mi cabeza resonaba una fantástica “Faded Flower Of Broadway” que ese día no se encontraba entre las elegidas. Poco importa, porque la velada sublime procedió.

Debido a la multitud de acontecimientos que saturaba la jornada en el botxo, las posibilidades de ver un Kafe Antzokia orgulloso y entregado se nos antojaban escasas. Nada más lejos de la realidad. Afortunadamente otra vez más nuestros augurios tienen escasa validez, y aún sin asegurarlo al cien por cien, puede que el día en cuestión fuera el más numeroso con el que ha contado el neoyorkino en sus visitas a Bilbao. De esa dicha se tendría que aprovechar el cuarteto de Torrelavega Los Tupper, que administraron sus minutos intentando animar el cotarro con su compacto rock n’ roll cantinero y vacilón, deferente con los Faces, con sus satánicas majestades, y por extensión con las islas británicas. Puntuales subieron al escenario del viejo teatro dispuestos a saldar una supuesta deuda contraída con la parroquia, y no podemos reprochar sus ganas, su actitud canalla y sus tentativas de complicidad durante una intervención que arrancó con la sobriedad «Nadine” y la desvergüenza de «Fool On The Ground”, representantes de “Hotel Debris”, su última aportación. Una vez abierta la caja de Pandora comprobamos que se inclinarían por esta grabación, aunque en su haber hemos de subrayar que se acordaron de alguno de sus básicos como “Walkin’ The Road”, “14 Days” o “Hard On (Blues)”. En el debe, la displicencia de algunos espectadores que no entendieron su propuesta, esperaban con cierta impaciencia al señor Nile y no prestaban demasiada atención a unos muchachos que llevan dos décadas en este circo.

Obligado cambio de backline para recibir a Robert Noonan, más conocido como Willie Nile, más conocido por sus amistades y más conocido por sus incondicionales. Se aprecia tensión, las primeras filas antes un tanto despobladas comienzan a ser coto privado y una rápida mirada examinadora de la situación confirma que como adivinos poco futuro tenemos. Minutos antes de las once de la noche la respuesta de la afición bilbotarra (presentimos que hubo algún que otro foráneo también) era significativa y nuestra cara de satisfacción nos delata, ya que creemos firmemente en el caballero, en su sensibilidad, en su solemnidad y en la musicalidad que tantas veces nos ha acompañado en los buenos y no tan buenos momentos. Ahí es donde el rock n’ roll trasciende a una simple canción, a un ritmo pegadizo o a una letra alentadora, y ahí es donde nuestro protagonista tiene su propia parcela en nuestro corazón, el mismo que él entrega en cada actuación o en cada canción. En ese preciso instante un solitario destello de luz nos recuerda nuestra pequeña obsesión y surge la cuestión: ¿Tendríamos fortuna…? Lo único que intuíamos era el comienzo, la consideración con el señor Zimmerman y la segura inclusión en el setlist de la emblemática “Streets Of New York”. El resto, hipótesis y conjeturas. No obstante en la introducción, tal y como nos adelantara en la charla que mantuvimos previa a la gira, presenta sus respetos a Tom Petty con uno de sus himnos. Cuando despegaron con “Runnin’ Down A Dream”, tímidas lágrimas de emoción humedecieron las comisuras de muchos ojos, abordando nuestro reencuentro con un pequeño gran hombre que contagia vitalidad de manera excepcional.

Muestra su talante e inmediatamente convierte el recinto en una condensada y entusiasmada sauna necesitada de poesía, nostalgia, electricidad, elegancia, pasión y picaresca, ingredientes utilizados tanto por él mismo como por Jorge Otero (guitarra y coros), Danny Montgomery (batería) y Juanjo Zamorano (bajo y coros), compañeros habituales en sus visitas peninsulares. Hasta hoy habíamos presenciado unos directos que paulatinamente subían de temperatura, pero en esta ocasión el ímpetu esgrimido desde el primer arreón es recibido con entusiasmo por parte de una audiencia que hacía las veces de orfeón tanto con esa toma de contacto como con “This Is Our Time”, “Black Magic And White Lies” o “Forever Wild”, completando una fulgurante introducción en la que sentenció que ya que no habla bien castellano, recitaría en su lugar rock n’ roll (aunque se atreviera con algunas palabras en castellano y euskera). Mediado el ejercicio un solitario piano preside el escenario, y Willie interpreta su oda dedicada a las calles de la Gran Manzana en un entrañable entreacto con el público en riguroso silencio y las cómplices miradas de sus compañeros cuando sopla la armónica en su rush final. Justificada ovación que gentilmente recibe y agradece con su mano en el corazón, extendiendo sus brazos y cruzándolos a modo de caluroso abrazo que prolongaría con “Across The River”, perfecta pareja de baile en ese trance sentimental. Posteriormente atravesamos las épicas modulaciones de “If I Ever See The Light” junto a un tío que estuvo toda la noche tan brillante como la Teye que porta: Jorge Otero; nos abrazamos bajo protectores paraguas en “Rainy Day Women #12 & 35”, creímos volar en la particular revisión de “Blowin’ In The Wind”, expectantes escuchamos su dedicatoria de “Magdalena”, coreamos hasta la extenuación “One Guitar”, y divisamos el placentero paraíso de “You Gotta Be A Bhudda (In A Place Like This)”. Enriquecedora y gratificante experiencia en muchos sentidos, importante en los los actos, sustancial en las palabras, necesaria en el afecto y obligatoria en el lenguaje. Imprescindible Willie Nile.

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