Marcus King: “Mood Swings” | GR76


Está visto que nadie ha pasado épocas complicadas. Está visto que la vida debe ser un camino de rosas, que no hay bicho viviente que de cuando en cuando intente soltar lastre o luche contra sus fantasmas. Está visto que un artista no puede arriesgar y cuando lo hace es calificado como lumbreras de la misma manera que si no lo intenta, es una persona acomodada, simplona o segurola. Está visto que los cambios no son bienvenidos y está visto que no se puede crecer ni tan siquiera creer en uno mismo. Está visto que somos intransigentes y nos gusta en exceso la demagogia. Nos gusta llamar la atención aunque para ello olvidemos requisitos tan sencillos como el respeto o la elocuencia. ¿Qué fulano ha podido resbalar o mengana no ha dado con la tecla? Todo es cuestión de gustos y opiniones, es indudable, pero nunca deberíamos perder la compostura a la hora de valorar el trabajo del prójimo porque cuando demos la vuelta a la tortilla… Se puede volver en nuestra contra. Uno ve demasiada crispación. Demasiado fundamentalismo en muchas materias, no solo en el terreno religioso, y el mundo del rock n’ roll no escapa a esta percepción. En concreto, nuestro protagonista, un chaval de veintiocho años que acaba de publicar su sexto prontuario titulado “Mood Swings”.

Está visto que no analizamos y por el contrario, banalizamos con vehemencia y frialdad. Por supuesto, debe haber diferentes opiniones y cantidad de puntos de vista, es una obviedad. Y que no nos roben la libertad para ello, que no nos prohíban poder exponer nuestro parecer. Ahora, hay una línea muy fina que separa la objetividad del fanatismo o la imparcialidad del improperio y en los dos días que lleva “Mood Swings” en circulación, uno se ha quedado estupefacto con la cantidad de mala uva esparcida por este infinito binario. La ascensión de Marcus King estaba siendo meteórica, si bien su penúltima aportación parecía haber abierto un cisma entre sus simpatizantes por vaya usted a saber qué motivo, sin embargo no se debería poner un pero a su gran capacidad de transformación según las circunstancias y a su extraordinario talento. Peros, pocos o ninguno. Por, muchos. Por su música. Por su compromiso y su astucia. Por su genio e ingenio. Por la ilusión que lograría albergar en una afición rockera un tanto desilusionada por un futuro incierto. Por su empeño y evolución. Por las incontables horas de satisfacción que nos ha regalado y aquí uno mantiene nos seguirá regalando. Por el refuerzo, el auxilio e ímpetu concedidos por muchas de esas canciones. Por su sensual voz, por su exuberante guitarra. Por su terapéutica fortaleza que es nuestra permanente terapia. Por su competencia y auto adquirida responsabilidad. Por todo ello y mucho más, muchas gracias, Marcus.

Muchas gracias por escribir “Mood Swings” cuando atravesabas una etapa compleja y muchas gracias por trasladar esos sentimientos a tu trabajo. Gracias por la honestidad reflejada en “F*ck My Life Up Again” o por la enorme sensibilidad de “Bipolar Love”, maravillosa canción que produce un conmovedor escalofrío en la médula espinal cuando las voces angelicales se clavan en el subconsciente, cuando las súplicas insinúan, la fina orquestación alivia o una delicada guitarra remueve las entrañas. Llegados a este punto, deberíamos de ser más comprensivos con el tratamiento general del disco, y aunque evidentemente la parcela musical tenga una vital importancia en toda esta historia, no deberíamos olvidar nunca que el proceso creativo pasa, inexorablemente, por la momentánea situación psicológica barra emocional barra reflexiva barra circunstancial barra afectiva barra espiritual de su compositor. Y en este caso, el amigo Marcus estaba en mitad de un amargo laberinto del que no hallaba una salida como bien especifica “Save Me”, delicada y emotiva por sus ecos souleros, su lírica y su intrigante sobriedad de condición introspectiva. Sin embargo, a continuación emerge “Delilah”, cuya alegre melodía y letra suministran benevolencia y paz, pudiendo ser considerada como el fragmento más primaveral del elepé. A todo esto, elepé producido por un tipo carismático y seguramente perseguido por cantidad de artistas como es el señor Rick Rubin que indudablemente habrá tenido su influencia en el transcurso y resultado final del álbum.

Y a pesar de las incertidumbres, a pesar del duro vía crucis del que no aportaremos más que su existencia, a pesar de las búsquedas y a pesar de las incógnitas, se percibe un aire de esperanza en las once canciones que componen “Mood Swings”, sobre todo “Me Or Tennessee”, en la que se libera de cadenas dirigiendo un orfeón baptista y sacando, de paso, a relucir su inseparable guitarra. Si no sigues el ritmo impuesto con un chasquido de dedos, si no tarareas con efusividad ‘never see you again’ o te remueves cual peonza con los contagiosos asaltos del hammond… Bueno, al menos es nuestro personal e intransferible cotejo sobre esta última y un disco que, como el buen vino, necesita su tiempo de maduración. Necesita que lo interiorices y encuentres la belleza que no hallaste en los primeros encuentros. Tal vez así descubras nuevos colores a los bellos atardeceres de “Soul It Screams” o la intrínseca armonía de “Hero”, el latente groove de “Inglewood Motel (Halestorm)”, el palpitante rhythm and blues de “This Far Gone” o el mensaje que se cuela en el cálido arrullo final de “Cadillac” y se fusiona en el espacio tiempo con los preámbulos de “Mood Swings”. Está visto que nunca llueve a gusto de todos, pero, y entre nosotros, Marcus King ha facturado un disco minucioso que se debe rumiar tanto en su profundo apartado gramatical como en un entramado musical minimalista quizás, pero de infinitas líneas y relajantes energías. Está visto que las épocas complicadas son, aunque pueda parecer un contrasentido, beneficiosas para crear, y por lo visto, los cambios de humor también.

2 comentarios

  1. Muchas gracias por escribir todo esto. No se puede decir mejor. La manera en que se desnuda King es realmente sorprendente.

    Pobres mentes las que patalean porque Marcus no nos sirve en bandeja el mismo plato todos los días.

    Gracias otra vez. Es grandioso lo que has escrito.

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