La pasión según Jared James Nichols | GR76


Viernes 29 de marzo de 2024 en Sala Rocket, Bilbao

Después de doce días en capilla a causa de un maldito trankazo que todavía sigue dando el peñazo, y aprovechando las fechas de penitencia, dedicamos un par de horas a la nuestra que no es otra que el rock n’ roll porque llegaba a la villa el león de Wisconsin, el señor Jared James Nichols. Había que hacer un pequeño esfuerzo puesto que hasta ahora habíamos cumplido en sus anteriores visitas y debíamos comprobar en las distancias cortas el comportamiento de un último elepé que suscitaría controversias entre sus simpatizantes pues, por lo visto, o mejor dicho, leído o escuchado, se alejaba de su perfil bluesero y sin reparos abrazaba un hard rock que bajo nuestro punto de vista, siempre ha mantenido. Bueno, sumemos también que teníamos bastantes ganas de verle una vez más porque si repetimos, por algo será. Seguramente su faceta como guitarrista sea, debido a su absoluto dominio con las seis cuerdas y su depurada técnica eludiendo el empleo de púas, pedales o efectos salvo los potenciómetros del instrumento, su más ponderada condición, pero no por ello deberíamos desmerecer la eficacia que está consiguiendo con las vocales, si bien apuntaba maneras desde sus inicios. Además, el tipo llama la atención por su envergadura y es bastante apañao, no lo vamos a negar. Majo chaval. Había que intentar no perder otra oportunidad, y con la inevitable ayuda de pócimas que surtieran efecto, nos presentamos en el lugar con la suficiente antelación intuyendo el percal, pero nos adelantamos demasiado y decidimos ponernos a buen resguardo porque el incómodo sirimiri bilbaíno hace acto de presencia, falta más de un hora para la apertura de puertas y no debíamos desafiar a la suerte dada la situación.

Un calentito tentempié, volvemos y… Para entonces ya había unas cuantas personas formando cola frente al local que albergaba la ceremonia, una sala Rocket que registraría una extraordinaria entrada rozando el lleno. Pocos tickets se quedarían en taquilla sin vender, lo cual viene a decir que el amigo Jared tiene tirón, aparte que se trataba de una cuasi exclusiva (y tentadora) cita dentro de la gira europea que está realizando como artista invitado de los angelinos Mr. Big. La noche anterior, Madrid debió contar números estupendos y al día siguiente, Barcelona les recibió con los brazos abiertos, pero uno barre para casa y ya que se tomó el día de merecido descanso actuando por cuenta propia en Bilbao, solo puede confirmar la categoría del rubiales, su honestidad, su aclimatación y profesionalidad. No debe ser sencillo cambiar en veinticuatro horas espaciosos escenarios por estancias más reducidas, ¿no? Pero ahí está Jared, con su amplia sonrisa, su carismática guitarra (esta vez la elegida era una carcomida Gibson Les Paul Standard), su tesón, su autoconfianza y su compromiso con su música y su público. Y en el botxo, pese a que la sala no cuente con un aforo equivalente al madrileño o al barcelonés, la acogida fue grandiosa. La gente respondió a la llamada, la gente olvidó por unos instantes las vicisitudes cotidianas y disfrutó con las bravatas de Jared y el empuje de sus compañeros, el bajista Brian Weaver y el baterista Ryan Rice que acreditaron su aptitud, compenetración y demostraron gran actitud.

Que al fin y al cabo, de eso se trata o al menos esa debería ser la finalidad de cualquier evento de estas características. Que la gente se evada, que la gente deje en consigna el equipaje y viaje inconscientemente a velocidad de crucero mientras escucha, baila o canta, por ejemplo “Easy Come, Easy Go”, mientras pierde la noción del tiempo intentando seguir con la vista el vertiginoso movimiento de manos y dedos de Jared en “Bad Roots”, mientras acaba felizmente fatigada ante los remolinos de “Skin ‘n Bone”, cae rendida ante la sensualidad de “Shadow Dancer”, anima enérgicamente el contagioso estribillo de “Good Time Girl” o corea al unísono el célebre ‘tutu tutu tururú, tutu tutu tururú’ stoniano de “Miss You”. Puro nervio, rigor y efusividad. Aquiescencia por parte del respetable y profunda satisfacción por parte de los oficiantes. En definitiva, pasión, y no es una licencia por los desempeños del fin de semana en cuestión. Es una realidad, porque el terceto se mostró poderoso e impactante tanto en conjunto como en los instantes en los que cada uno lució individualmente caldeando así un ambiente que no necesitaba demasiadas euforias para llegar al clímax, porque la peña acudió convencida. La peña vibró cuando el señor Weaver obligó a secundar con palmas su gestión en “Honey Forgive Me” y en “Good Time Girl” el señor Rice demostraría su autoridad. Y con respecto a Jared… Otro master de guitarra. Otra demostración de carisma y poder (“Keep Your Light On Mama”) alentando con sus muecas (“Down The Drain”), sus guiños (“Hard Wired”) y sus trucos como zambullirse entre la multitud en dos ocasiones provocando la histeria colectiva o convidando a su amigo Aitor a compartir unos segundos trastes y cuerdas. Otra función en la que mostró sus respetos capturando retazos de Deep Purple o Beatles y reliquias de Black Sabbath o Mountain. Otra ovacionada función. Otra más en la que nos despedimos en un abarrotado puesto de merchan mientras firmaba varios ejemplares y amablemente posaba con quienes lo requerían. Una noche más frente al león.

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