Imaginemos por un momento que la bahía del Abra equivale a su homónima de Oakland, el patrimonial Puente Bizkaia hace las funciones del celebérrimo Golden Gate y que la icónica escena del rock californiano del siglo pasado ha rebrotado en el XXI en lindes bizkainos. Imaginemos también otra serie de sinergias o puestos a imaginar, un artilugio que posibilite la traslación en el tiempo y el espacio. Imaginemos pues, asociemos ideas y volemos con la mente al pacífico litoral o instalémonos en el más inmediato, eso sí, en ambos casos con misma banda sonora: Still River. Afortunadamente, y después de siete años de sequía discográfica, la banda getxotarra está de vuelta, y eso es una excelente noticia. No habían separado sus caminos ni habían arrojado la toalla, pero durante este periodo que separa su ahora penúltimo álbum, el fabuloso y cooperativo “Wood & Wire” y el reciente “Flow Me”, debían hacer auténticos juegos malabares coordinando sus respectivas agendas, ya que sus integrantes están involucrados en distintas aventuras y por supuesto, han atender sus propios quehaceres al margen del rock.
Entre una y otra grabación ha habido variaciones en su formación, aunque la afición era sabedora de esas cuestiones porque no han dejado de actuar y las nuevas caras tan nuevas no son, puesto que pertenecen a tipos de sobra conocidos en el circuito local como el teclista Alex Blasco o el baterista Lander Cadenas, mientras Txema Solano al bajo, el guitarrista Juan Gumuzio y el cantante y guitarrista Dan Cabanela siguen como columna vertebral. Perseveran en el intento, confían en sí mismos y mantienen intacto su talante elevando su moción en este nuevo experimento que les ha salido fetén. No vamos a andar con rodeos. Un disco estupendo. Un disco brillante en referencias y original en planteamientos, de múltiples pleitesías y polivalente carácter en el que todas las piezas encajan perfectamente. Al margen de esa licencia que nos hemos permitido con el perímetro franciscano y sus celebridades, es indudable que en la praxis del quinteto se pueden percibir otras muchas alcurnias y su horizonte lo delimita gente tan variopinta como… En este aspecto uno siempre defenderá contra viento y marea la aptitud creativa del verdadero protagonista, que en esta ocasión corresponde a Still River. Así que excusemos el concurso de terceros.
Las nueve canciones que conforman el elepé fueron grabadas por Asier Rentería y James Morgan de forma directa, sin reservas ni overbubs en el propio taller de la banda para más tarde ser pulidas por el segundo en el laboratorio Magic Box Musika de Mungia, y el colorista mosaico de cabecera (autoría de Alex Torres) es un fiel reflejo del paraíso musical a descubrir. Como si fuera un manantial. Como si de tierra fértil se tratara. Como si la mente encontrara un rincón donde abstraerse o el alma hallara un retiro de paz. Donde confluyeran ciertas avenencias, donde fluyeran los armisticios. Así es “Flow Me”, o al menos así vemos “Flow Me”, un disco que concluye en un conspicuo parlamento llamado “The Emperor’s Clothes” en el que aflorarán los recuerdos, los pactos individuales, algunas controversias y bastantes disculpas cuando escuchemos la profunda voz de Dan Cabanela, cuando los omnipresentes marfiles de Alex Blasco opriman, cuando la selecta guitarra de Juan Gumuzio disminuya nuestra capacidad de estabilidad o la moderada e intensa cadencia impuesta por Txema Solano y Lander Cadenas contribuya al balanceo mental que, por otra parte, serán las sensaciones experimentadas durante los casi cuarenta minutos de duración de “Flow Me”.
Porque el disco tiene un componente emocional muy importante, tiene canciones desarrolladas a conciencia sin que esos desarrollos importunen un ápice inspirando, a su vez, optimismo. Si el capítulo final es estremecedor, no lo es menos la sedosa entrada vía “On A Velvet Cloud”, una obertura que sugestiona en cualquiera de sus dos movimientos, en tono y frecuencia. Una canción que va creciendo tanto con los sensuales aportes de teclas y cuerdas como con las potenciales influencias que desatan una especie de litigio instrumental cuyo triunfo son seis minutos que ponen en órbita, seis inspiradores minutos que forzarán a continuar con la escucha de este inflamable material. La segunda del lote, “Brothers & Sisters (Tension & Time)”, introduce, aprovechando la dimensión del señor Blasco con el órgano y Hammond, líneas funkies que en cierta manera realzan la figura de la banda y a continuación “Take A Little Sip”, groove donde el señor Gumuzio juguetea y deslumbra al más puro estilo… No. Habíamos dicho que evitaríamos las correlaciones, porque al final todas las personas buceamos en las mismas aguas en las que podemos encontrar una ingente flora y fauna, absorbemos la misma radiación solar como sucede en “Go If You Want” o somos hechizadas por la luz de la luna personificada en “Heave-Ho”.
Conocíamos con anterioridad los ritmos exóticos del single “My Love” que rápidamente reclaman bailoteo y comicidad demostrando la pluralidad de corrientes que estos tipos pueden manejar en su beneficio y para nuestra satisfacción. Desde el acento soul hasta las psicodélicas composturas, pasando por aproximaciones camperas, revolucionados rockanroles o recurrentes ritmanbluses. Y como preludio al sentimental cierre ya apuntado, dos composiciones contrapuestas. Por una parte, “In Your Bones”, ejemplo proclive a cuantificar el peso de la banda puesto que en su montaje cohabitan algunas de sus grandes virtudes como pueden ser la elegancia, el ingenio o el empeño glosados en su repertorio. En el otro extremo, “Mulberry Wine”, un eufórico pasacalles por las calzadas de New Orleans, un pícaro ritmo nocturno también, incluso un hit radiofónico de haber aparecido en pasadas generaciones, pero en realidad ha surgido en el instante preciso, en un lugar señalado y a través de Magnolia Records, la oficina de sus paisanos los Travelling. Se ha hecho esperar el regreso de Still River, pero sin duda ha valido la pena, porque el disco es un bonito manual de comportamiento, un inmenso caudal de fundamentos como lo llevan tatuado en su denominación de origen, que por cierto, es universal.