Tedeschi Trucks Band: “I Am The Moon” | GR76


Un lanzamiento ambicioso, asombroso y emocionante que podríamos considerar único en su especie. Así es, o así sentimos “I Am The Moon”, una creación diferente en cuanto a concepto, duración, medida o conducta que demuestra la casta de esta gente. Una rara avis a la altura de una corporación de doce integrantes capitaneada por el matrimonio Susan TedeschiDerek Trucks que en cierta manera inmortaliza la época dorada del vinilo, las grandes bandas de pasadas generaciones, y un trabajo del que no dudábamos cuando supimos de sus intenciones, ya que el material entregado hasta la fecha tenía la calidad suficiente como para desestimarlo, pero… Siempre con el pero a cuestas. Siempre mirando de reojo, con las frívolas hipótesis, con los malditos escepticismos y con los pre-juicios. Sí, está escrito a propósito, no es un error. Al menos por nuestra parte (en este caso sería conveniente utilizar la primera persona del singular), un nuevo capítulo de Tedeschi Trucks Band siempre será bien recibido pese a las prematuras (leídas y escuchadas) divagaciones sobre la búsqueda de una imaginaria gloria que solo existía en la mente de sus emisores. Tal vez los cuatro discos de los que consta “I Am The Moon” podían conllevar cierta indolencia para su atención, pero… Nada más lejos de la realidad. Ya lo dicen nada más empezar, “Hear My Dear”. Además, la publicación de los volúmenes fue escalonada, cada veintiocho días a partir del 31 de mayo coincidiendo con el ciclo lunar, así que una vez escuchados, la expectación generada reclamaba imperiosamente la llegada del número siguiente. 

Los discos, cuyas duraciones se ajustan a las calculadas como idóneas para la audición en formato vinilo, y aun perteneciendo a una misma producción, podrían ser considerados como autónomos, sin embargo, la obra adquiere otra dimensión cuando se cata en su totalidad. Sus episodios son sintomáticos: “Crescent”, “Ascension”, “The Fall” y “Farewell”, alternando nociones varias en cada uno de ellos. Tampoco desvelamos nada nuevo, porque las grandes características de la Tedeschi Trucks Band son su polivalencia, su diversidad y su espiritualidad, siendo esta entrega una especie de tesis doctoral que desarrolla todos estos fundamentos tanto en el aspecto sensitivo como visual. En este sentido, parte de la inspiración viene marcada por Pasaquan, santuario artesanal del difunto bohemio Eddie Owens Martin sito en Georgia en el que se exponen diversas efigies, esculturas, estructuras y grabados del susodicho al que dedican una de las canciones, concretamente la excelsa instrumental que cierra “Crescent”. La más extensa del lote, por cierto. Extraordinaria. Soberbia. Una de las más sugestivas con su progresivo crecimiento, su dinámica y una melódica fisonomía rica en conjunciones, psicodelias o graduaciones donde el carismático slide de Derek suaviza o intensifica su actividad en función del tempo de una epopeya engrandecida con las predominantes teclas de Gabe Dixon, quien se convirtiera en miembro oficial tras el fallecimiento del señor Kofi Burbridge, anterior dueño del puesto, o las excitantes percusiones de Tyler Greenwell e Isaac Eady, otro nuevo inquilino en la formación. Doce minutos de nervio y evasión.

Y según tenemos entendido la idea de este proyecto, al margen del colorido complejo y la influencia de un antiguo poema persa que versa sobre la mística y el amor, surgió hace dos años y fue cosa del vocalista Mike Mattison tras cancelar las giras programadas por todo cuanto sabemos ocurrió. Así que, mal que nos pese, la maldita diecinueve tuvo su trascendencia y sirvió como acicate para un buen puñado de artistas repartidos en otras tantas facetas. En situaciones complicadas surge el ingenio, y aparte de otros muchos ejemplos provenientes de aquí o allí, Tedeschi Trucks Band firman una absoluta delicia de refinado rock (“Circles ‘Round The Sun”), elegante soul (“Playing With My Emotions”), proporcionado groove (“Ain’t That Something), relajantes fusiones (“All The Love”), blues coral (“Yes We Will”), súplicas emotivas (“Emmaline”), balsámicas consonancias (“D’Gary”) y un sinfín de virtudes que forjan su identidad e impulsaron el nacimiento de una obra que antepone el arte al producto. Aquí hay mucho esfuerzo y por supuesto, una cuasi inmaculada disposición de veinticuatro canciones cuya temática ahonda en lo divino y lo humano, en el amor, las ilusiones, las direcciones, las contradicciones, los dogmas, las emociones y muchos otros sentimientos que gobiernan nuestra travesía por esta avenida a veces compleja, otras cristalina, a veces recta y circular en su mayoría, lo cual viene a demostrar que su tratamiento narrativo tiene tanto peso como una musicalidad que roza las estrellas. Esa sensación de armónica plenitud o requiebro emocional es apreciable en el trenzado vocal de la nostálgica titular, en la ternura ambiental de “Hold That Line”, en las reflexivas interrogantes de “Somehow”…

En los ecos y recovecos de cuatro discos que, haciendo hincapié en el hilo argumental del poema “Layla y Majnún”, completan esta inusitada publicación en la que explotan todo su potencial a la hora de escribir y fabricar canciones, así como el compromiso que les fuerza a desarrollar, combinar y gestionar la numerosa colección que tenían reunida, que no era tarea sencilla. Llevar a buen puerto este faraónico cometido no está al alcance de cualquiera, comenzando por la propia recopilación de composiciones donde la colaboración es fundamental (Susan, Derek, Dixon, Mattison…) y continuando por el propio trabajo de grabación que imaginamos habrá resultado bastante costoso. Fructífero también, porque la rica instrumentación, los minuciosos arreglos y la cantidad de contrastes dispuestos descubren la habilidad de una formación capaz de seducir con el gracejo funky de “Gravity”, seccionar el alma con la sensibilidad de un escalofriante salmo del calibre de “Take Me As”, espectacular cierre de “The Fall” con una no menos espectacular Susan Tedeschi dirigiendo las acciones de sus compañeros con su profundo, distintivo y bucólico rango vocal, o insuflar alegría con el impetuoso ritmo carnavalero “Last Night In The Rain”. Evidentemente han afrontado una misión arriesgada, pero tal vez ese riesgo sea el estímulo necesario para llevar a proponer la edición de un cuádruple álbum hasta ahora conocido gracias a las famosas box set recopilatorias de grandes éxitos, y quién sabe si en un futuro los laureles se lo llevarán cuestiones universales como “Where Are My Friends?” o rutinarias afirmaciones como “Another Day”, la cortés y sosegada despedida que recuerda, pese a los complacientes vientos, los solemnes coros, las envolventes teclas y la concordia originada, las grietas de las relaciones afectivas. De nuevo Derek cautiva. De nuevo Susan estremece. De nuevo nos inclinamos ante Tedeschi Trucks Band.

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