Drive-By Truckers: “Welcome 2 Club XIII” | GR76


Un largo etcétera de símbolos, citas, aforismos, recetas, fotografías o costumbres guardamos en nuestro software particular, ese que encima de los hombros solemos portar. En su mayoría hay un espacio reservado para la fantasía, el ánimo o la emoción, y si cerramos el círculo podremos comprobar que parte de esas sensaciones las proporciona el rock n’ roll. No cabe duda que más particiones puede almacenar nuestra unidad digital y alguna de ellas puede guardar correspondencias, pero nos centraremos en el rock n’ roll y en uno de sus principales exponentes de este siglo, al menos para quien suscribe: Drive-By Truckers, cuyo último disco nos provoca sentimientos semejantes a los producidos por sus dos inmediatos antecesores. Bailar frente a ellos y tararear frente a ellos rodeados de gente sintiendo la simbiosis de sus orgánicas canciones con el espíritu de la multitud y recuperar el tiempo que alguien nos pretendió sisar, puesto que en esta ocasión esa posibilidad está al alcance de la mano. El destino, el maldito destino, los malditos acontecimientos y las malditas circunstancias impidieron la(s) celebración(es) anual(es) de Azkena Rock Festival y con ello, la perturbación, el desánimo, la adversidad; parte de nuestras ilusiones (en este contexto y sin entrar en otras consideraciones) era poder disfrutar quince años después con la actuación del conjunto formado por Patterson Hood, Mike Cooley, Brad Morgan, Jay Gonzalez y Matt Patton en la explanada de Mendizabala, pero nos quedamos con la miel en los labios. Afortunadamente, al quince sumamos dos, otro par de discos, y el fundamental traslado al campamento alavés.

Sabemos el horario establecido. Conocemos el escenario asignado. Intuimos el percal, y si en el siniestro veinte fantaseábamos con el colorado ocaso gasteiztarra… Parece ser que se cumplirá. Seremos afortunados. Seremos bien recibidos. Amén de algunas posibles revisiones de su inventario, el núcleo de su intervención será probablemente “Welcome 2 Club XIII”, reciente lanzamiento que destila el carácter esgrimido en toda su carrera tanto en el plano musical como gramatical. Su marca registrada, su rúbrica característica. Ahora, ¿de cuál de las dos hablamos? Pues van unidas de la mano, pues las nueve piezas que componen esta entrega mantienen sus coordenadas melódicas, alternando la compostura de fragmentos sentimentales con cuidadosos, incluso reconocibles, trallazos que tan buenos réditos les han proporcionado en su trayectoria. Apasionado, lírico, delicado, metódico, perseverante o expresivo, impregnado de rabioso R&B, dulce americana, country alternativo y mensajes sutiles, mensajes atrevidos. Vamos, fieles a sus principios y a sus códigos creativos, conservando un equilibrado discurso entre el análisis político o la conciencia social, la introspección o el optimismo, que no dejan de ser las grandes virtudes del binomio HoodCooley. En ese último caso resaltamos el ecuador del álbum, la titular “Welcome 2 Club XIII” que homenajea sus orígenes y funciona perfectamente como imaginaria barrera dado su tono alegre y su eficaz colocación dividiendo el disco en dos cuartetos un tanto análogos en cuanto a preceptos.

Aunque el prólogo sea como la aurora mientras el epílogo, similar a la caída del sol. Aunque el dinamismo de “The Driver” difiera con el templado recitado de “Wilder Days”, podríamos decir que la gestión de ambos (cuartos) es similar aunque se barajen distintos abecés. Curioso, en ambas (canciones) acompaña en los coros Schaefer Llana. Y subrayamos ese paralelismo porque en este elepé prevalecen las preguntas que alguien catalogaría como existenciales, o porque durante su audición distinguimos la trascendencia de su coherencia artística, esa que custodian con orgullo y manejan con absoluta libertad. Volviendo al comienzo, y a pesar de sus siete minutos de duración, es rotundo y suficientemente elocuente como para advertir que esta entrega no va a ser una más. Sin duda añade un dígito más, pero no es una obra concebida por inercia (válida cualquiera de sus acepciones), ya que en cierta manera este material acrecienta las bondades de una banda que filtra todo tipo de corrientes. Desde el místico underground de sus paisanos R.E.M. (el guitarrista Mike Mills participa en la grabación), hasta la revolucionada oratoria de I Can Lick Any Sonofabitch In The House pasando por la inquietud de Camper Van Beethoven o la magnitud de Warren Zevon, si bien los Truckers pueden presumir de una distinguida y distintiva categoría, un sonido propio. Y en ese amplio horizonte de referencias, otro impresionante infinito de interrogantes como “María’s Awful Disclosures”, composición de Mike Cooley inspirada en un remota pero a la vez actual historia sobre la doble moral religiosa y la turbia dirección del sector conservador.

Cambio de registro. Cambio de autor. Patterson Hood se encarga de remover corazones y conciencias con la delicada “Shake And Pine” y la no menos considerada “We Will Never Wake You Up In The Morning”, dos canciones que abrigan y demuestran la innata capacidad del caballero para seducir con palabras de aliento, tenues cadencias y frágiles frecuencias, si bien la segunda obtiene mayor dimensión emocional. Una vez traspasada esa (subjetiva) división ya comentada, vuelta a la raíz campera. Vuelta a las botas tejanas, a los sombreros de ala ancha y a las polvorientas bifurcaciones representadas en “Forged In Hell And Heaven Sent”, otra descriptivo relato sobre los sufrimientos, las querellas o los temores esta vez adornado con mayor jovialidad y una orquestación acorde a la proposición sonora, o sea, violines, armónica, lap steel, guitarras enlazadas y la representativa voz femenina, en este caso de Margo Price. Resulta evidente que los últimos episodios han dejado un largo reguero de secuelas repartidas por todo el planeta, y en ese sentido la aportación de estos ilustrados sociólogos podría ser, cuanto menos, un necesario ejercicio necesitado de estudio. Fuera o no por este motivo, tal vez el contenido de este trabajo sea tan profundo o tan analítico. O tal vez no, vaya usted a saber. Lo cierto es que la despedida es de esas que remueven sentimientos ya que, con los entusiastas vientos de “Every Single Storied Flameout” como antesala, podría cicatrizar ciertas heridas o esclarecer algunos enigmas. “Billy Ringo In The Dark” y “Wilder Days” son dos estupendas canciones con equivalente tratamiento que sintetizan en minutos los subterfugios del ser humano, de las personas, de la sociedad. Receptivas, suplicantes, serenas, afligidas, permeables, transportadoras… Dos canciones para reflexionar. Dos canciones para aferrarnos a la vida, aunque la vida atormente, sea un intrincado laberinto o un penitente trece. Hágase con un ejemplar. Lo disfrutará.

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