Ferran Nogués: “Can Cala Sessions” | GR76


Una guitarra, un micro y unas canciones. Simple, lo cual no significa, aun siendo sinónimos, que sea sencillo. La sencillez es, como la tranquilidad, una búsqueda continua. Ahí seguimos inmersos desde hace muchos años, demasiados quizá, y de cuando en cuando hallamos esa paz buscada en algún rincón secreto que no desvelaremos porque perdería esa distinción, en alguna necesaria visita al interior, al exterior o al amparo de personas fundamentales, en las páginas de un libro recomendado u otro hallado en las bibliotecas municipales, en amenas tertulias con camaradas que se alargan hasta las tantas o en alguna vigorizante función de rock and roll u otra más tierna, más íntima pero tan sustanciosa como las primeras. Las sesiones acústicas tienen un sabor especial. Tal vez la fuerte conexión lograda entre artista y asistencia, tal vez el escalofrío que se instala en el cuerpo desde el inicio, la tenue iluminación o unas canciones que suelen generar emotividad. Pues todo eso, que no es poco pero tampoco debería ser suficiente, simplemente óptimo, ocurre en cuarenta minutos, en una docena de canciones, en el disco que Ferran Nogués grabara el año pasado, en “Can Cala Sessions”.

Simple, que no sencillo. Sincero lo damos por hecho, delicado también. Con esas premisas se presenta este trabajo producido por el señor P. J. González y realizado en el estudio que aporta el título principal, sobresaliendo las adaptaciones pero composiciones propias también hay, caso de la inaugural “Only The Moon” que descubre perfectamente la dirección acústica del álbum. Pese a esa propiedad aparentemente moderada, las revoluciones incrementan su escala en fragmentos como “I Love The Lord”, una de las versiones tratadas (Isaac Watts) en este volumen que, si no estamos mal informados, es la primera entrega en solitario de este músico que recientemente ingresara en Uncle Sal. Precisamente de estos toma prestada “Devil Paid My Dues”, doce compases que requieren atención por la sensualidad que desprende la voz de Ferran, una pícara acústica y una convidada eléctrica de indudable valor.

Hablando de la banda ibicenca, Soulman Sal, su cantante, añade guitarras y voz, por ejemplo, cuando las lágrimas pueblan las mejillas, incluso los corazones y las ánimas en la preciosa serenata de Townes Van Zandt “Tecumseh Valley” que no es la única del tejano, pues minutos antes “If I Needed You” había contado con la presencia de Marga Lee. El slide de “Riders Of The Sunset”, otra de las propias, recóndito parece en un principio terminando siendo primordial, tanto como la piedad que transpira “Annabelle”, una bella canción de Gillian Welch despachada con gran sentimiento y consideración hacia la original, algo que, por otra parte, se puede adivinar en cada uno de los entreactos. En la elección-selección de las canciones, en el blues que sobresale, en la profundidad de un estudio recogido, en la inspiradora ruta americana, en la sentimental “Paradise” de Marga Lee o en la radiante “L.A. Freeway” de Guy Clark que vuelve a contar con la característica garganta de Soulman Sal, en la urgencia de “Tear My Stillhouse Down” (Gillian Welch) o en la súplica de “Ain’t No Grave”. Simple, que no sencillo. Sobrio más bien.

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