Aunque uno no sea muy amigo de todas estas fábulas populares, es complicado esquivar la llamada de la superstición llegado el momento. Los martes trece son días de mala suerte como sentencia dicha teoría. Nada de cruzarse con un gato negro, pasar por debajo de una escalera, derramar sal, levantarse con el pie izquierdo o zarandajas por el estilo. Alguna de ellas periódicamente repetimos sin aparente complicación y todo ha transcurrido sin mayores sobresaltos salvo algún leve esguince, una visita inesperada al taller mecánico, unas alarmantes filtraciones en el inmueble o cualquier otro fortuito sinsabor. Bien visto, habrá que reconsiderar la contingencia. Pues hete aquí que los Schizoprenic Spacers tenían preparado publicar su reciente disco un trece que no era martes, ni tan siquiera viernes, generalmente destinado a presentaciones del pelo y otro día estrechamente ligado al número. Era lunes, día reprobado por su particularidad, pero que a partir de ahora recordaremos como el día de la gloria, ¿por qué no? Para ser exactos, el día de “Gloria”, que en realidad es el nombre del disco que adelantaron tiempo atrás con un primer single de explícito título también: “Victoria”. Podrían ser dos nombres escogidos al azar, dos demandas, dos testimonios, dos sentimientos o dos títulos que esconden nuevos formularios.
Y tras escuchar el adelanto y conocer algunas claves de esta nueva tentativa de los Spacers pudimos comprobar que se cumplía la última opción. Como algún confidente nos susurró, se cumplía algo que rondaba la mente de Sergio Martos, su cantante y principal compositor, ya que aparcaban el inglés. Ahora, a pesar de variar el planteamiento gramatical, el lenguaje seguía siendo el mismo; o sea, rock en todas direcciones, rock sin distinción. Rock que orgulloso se presenta en “Viladenada” y sin monopolios ni discriminaciones continúa exhibiendo su autoridad sin estrecheces, sin barreras. El rock es universal, no lo deberíamos olvidar, y para construir tu futuro (extraído de “Búscate Una Vida”, cosecha propia no es) te basarás en enseñanzas absorbidas, algo que en este cosmos se cultiva con el ingente número de bandas, solistas, discos y canciones que diariamente seguimos y perpetuamos. Ya sean británicas, americanas, nórdicas, australes o ibéricas, que también las hay, y hablamos de un respetable guarismo que apenas nombramos cuando realizamos estos inventarios. Todos tenemos nuestro corazoncito y quien más quien menos tendrá su particular querencia con fulano, mengano o zutano, pero el santuario es muy parecido en su mayoría, ¿no?
Ahí, en ese amplio radio de acción se mueven desde principios de siglo los amigos Schizoprenic Spacers, y en ese espectro de nociones componen el nuevo material que surge a raíz del ciclón de mismo nombre que sembrara el caos a principios del veinte veinte, pero ese hecho quedó sepultado por la implacable, atroz, despótica y jodida diecinueve que seguimos maldiciendo aún. De todas formas, esa impertinente invasión no supuso ninguna traba para continuar con la temática original, poniéndose manos a la obra en tiempos oscuros para la sociedad. Tiempos de decisiones (“A Cuchillo”), de compromiso (“Desobediencia”) y renacimiento (“Las Cinco Estaciones). Tiempos de “Gloria”, la salida a este embrollo que todos codiciamos y que Sergio Martos (vocalista), Alberto Belmonte (guitarrista), Manuel Fernández (bajista) y Jesús Tejada (baterista) escribieron en un mensaje, metieron en una botella que arrojaron al Mediterráneo, y a orillas del Cantábrico alguien recogió. Ese alguien es el señor Hendrik Röver. Alianza vencedora. Alianza que se repite tras la obligada pausa del año anterior empleada para grabar el epé “Just For Fun… Again”, volviendo a colaborar en GuitarTown Recordings, oficina de trabajo adecuada para condensar sus pretensiones, sus criterios, sus bocetos y su complicidad.
La energía acumulada desborda, y fruto de ello son canciones como “Premonición”. No ahondaremos en la cuestión idiomática, porque eso son elecciones propias, elecciones artísticas, elecciones coyunturales quizá, pero en esta ocasión esa elección se antoja vital para profundizar en un mensaje aderezado por una proporcionada estructura melódica. Adivinamos unos cuantos registros, y la gnosis se eleva en un salmo fugaz donde sugieren y proclaman algo que deberíamos atender. Hemos de ser conscientes de nuestra propia suerte, y nos aventuraríamos en afirmar que ese es el recado de este elepé donde las guitarras siguen jugando un papel fundamental mientas la socarronería vocal, unida al estructurado compás detiene el tiempo aunque pueda parecer que por delante tengamos “Demasiadas Horas”, una conmovedora serenata que obligará a mover el riego sanguíneo del cerebelo. También hay espacio para impugnaciones en “El Ojo Que Todo Lo Ve”, esa consecuencia de los (malos) tiempos que pretende gobernar nuestro destino, ya sea a través del mando del televisor, ya sea por los nombrados algoritmos, ya sea por la cantidad de dispositivos a nuestro alrededor. Sin embargo, no es caos todo lo que nos rodea. La victoria está a la vuelta de la esquina y “Victoria” es el objetivo que debe(ría)mos perseguir con los amigos esquizofrénicos o con Milanamúsica Records, que no habíamos olvidado, no se preocupe usted. Tantas veces los hemos mencionado y hablado de su tesón que al final vamos a parecer presuntos interesados cuando nada más lejos de la realidad. En este momento el interés es “Gloria”, el nuevo disco de los catalanes Schizoprenic Spacers en el que espetan que…