Desde que a principios de mayo anunciáramos la, por aquel entonces, inminente salida de este “Little Black Flies”, han pasado unas cuantas semanas y bastantes tareas por atender. Ahora, teníamos claro que algún día tendríamos que meternos en harina. Tarde o temprano nos tendríamos que mojar, más pronto que tarde tendríamos que conceder unas líneas a Eddie 9V (nine volt para la troupe), pues este longplay tiene la magia de viejas grabaciones de blues poseídas por el ímpetu del soul o antiguas grabaciones de soul defendidas bajo los carismáticos doce compases. Tanto monta, monta tanto. ¡Qué más da! La cuestión es que este jovenzuelo llamó la atención con “Left My Soul In Memphis”, su tesis doctoral de 2019 que defendía teoremas de próceres como Howlin’ Wolf, Elmore James, Freddie King, Sam Cooke y un largo etcétera. En aquella ocasión, ese estudio se realizaría de manera cuasi artesanal y para esta reválida, con un notable disco en directo de por medio, cuenta con el respaldo de la prestigiosa firma germana Ruf Records. Un salto cualitativo y suficientemente importante como para desestimar a Brooks Mason, verdadero nombre de este georgiano prendado desde la tierna infancia por el poderío del blues.
Como sucediera en ese estreno mencionado, aquí no hay medias tintas, laboriosas producciones o sorprendentes novedades. Aquí hay blues, tomas directas y constantes escalofríos provocados por una docena de canciones (revisiones un cuarto de ellas) que someterán a devotos y profanos, porque su cuidadoso revival es su máximo aval. El álbum rezuma groove. El álbum huele a voodoo. El álbum destila blues, siendo un maravilloso catálogo de referencias desde la espaciosa titular, desbordante bienvenida que evidencia el sentimiento y la competencia de este hombre hasta el cordial epílogo “You Don’t Have To Go”, un ritmo que sí, podríamos suponer haber escuchado incluso bailado demasiadas veces quizá, pero no por ello deja de tener la chispa necesaria para que repitamos la acción. Al fin y al cabo las canciones tienen ese intrínseco poder de trasladarnos a otro lugar, otra época u otro entorno, y el amigo lo consigue con el salvaje slide de “She Got Some Money”, lo consigue con el shuffle vacilón “Dog Me Around” y lo consigue, cual predicador, con la compañía de progresivos metales, flemáticas teclas y una revoltosa armónica en la plegaria “Don’t Come Around This House”. Seis minutos de vaivenes, seis minutos de repasos, seis minutos de reflexiones.
En esta producción de su socio-hermano Lane Kelly, quien también funciona como bajista en algunos pasajes, sobresale la rica variedad de fundamentos del género que es algo más que un género cualquiera, por cierto. Es el preámbulo, el Big Bang, la doctrina que congregara todos los evangelios que han ido mostrando sus encantos con el paso de los años, quedando expuesta en la reveladora “Back On My Feet”, resonante inspiración que se mete en el cuerpo cual espíritu obligando a tararear el contagioso ‘Hmmm, Hmmm, Hmmm’ que dibuja sombras en la oscuridad. El embrujo del blues, la llamada de la luna, el sortilegio del soul. Esa es su escuela, el hilo conductor de una ponencia racial tan melancólica (“Reach Into Your Heart”) como vehemente se manifiesta (“Travelin’ Man”) y funky se comporta en sus diversas fisonomías: impulsiva (“Puttin’ The Kids To Bed”), juguetona (“Columbus Zoo Blues”) o apasionada (“Miss James”), así como expresiva y sensual en “3AM In Chicago”, canción que evoluciona y sugestiona la mente por su elegante tratamiento, la incisiva guitarra, sus coros y su no menos incisivo recado, ya que gravita en torno a la injusticia y los problemas raciales y sociales de U.S.A., si bien tiene presente que podría revertir la situación si hubiera un propósito de enmienda, si hubiera voluntad. Desde luego, futuro hay con tipos como Eddie 9V.