Lee Perk: “Tumbleweed” | GR76


Getxo es un enclave propicio para la labor creativa en sus múltiples formatos y/o disciplinas. La brisa marina, los resplandores, los rompeolas artificiales y naturales, los arenales, la desembocadura de la ría compartida con la margen izquierda, el cromático horizonte, la verde y próxima campiña, sus románticos rincones, su impresionante ventanal… Hasta los escandalosos aeroplanos mostrando sus panzas plateadas y sus imponentes alerones tienen un puntillo de imaginación. ¿De dónde vendrá ese? Seguro que viene de Manchester. ¿Y ese otro? Ese es más grande, ese habrá cruzado el charco. Pues estos aparatos que frecuentemente invaden el cielo de El Abra nos vienen de perlas para, en dos palabras, (intentar) explicar las componendas melómanas de Alfredo Niharra, un getxotarra que se lanza al vacío desde cualquiera de esos atolones en un proyecto personal donde moldea sus esculturas sonoras bajo el seudónimo Lee Perk. Desde épocas pasadas hasta las más actuales, su tentativa conserva cristalinas apariencias yankees y notables corrientes británicas que revitaliza en “Tumbleweed”, disco que cinco años más tarde recoge el testigo de un estreno del que podríamos decir salió airoso o cuanto menos suficientemente motivado como para continuar con un experimento que compaginaría con su filiación en The Fakeband, formación que llegaría tras incursiones en Tulsa, Quite Fantastic, The Dolly Beatles, Leslie

Por lo tanto, podemos comprobar que se trata de un tipo ducho e inquieto. Un tipo que afianza su sonido en aquellos que brillaron durante los albores de la segunda mitad del siglo pasado y que de alguna manera han marcado su crecimiento como aficionado y su rumbo artístico en el XXI sin desestimar, por supuesto, tendencias más cercanas. Nombres, demasiados como para enumerar con exactitud y pocos como para ser rigurosamente fieles a su propio ideario, así que antes de perdernos por los cerros de Úbeda (aprovechamos la ocasión para recomendar una visita por su extraordinario casco histórico y toda la comarca), lo englobamos en las familias del Pop y del Rock sin cotos ni especificaciones. Se podría decir que es la máxima que ha seguido a rajatabla en cualquiera de las escuadras en las que ha participado, siendo sus probadas y comprobadas señas de identidad. Esas variopintas sensaciones sobresalen nada más empezar con los psicodélicos ecos británicos de “Not Yet Enough”, dejando patente su fervor por los Fab Four que a su vez se derretían por el encanto del viejo y sugerente Rock n’ Roll que dispone a continuación en un “Bad Times” en contraste ornamental con la eufórica “Scare Me”, canción de profunda disposición al bailoteo y al entusiasmo ambientada en un sudoroso garito nocturno.  

Sin renunciar a las coordenadas establecidas en su cuaderno de bitácora, como así lo demuestra “Talk”, el caballero ha reunido una docena de composiciones surgidas en estos cuatro últimos años. Algunas de ellas, caso de “A New Blend” o “Carrie Fisher” ya fueron registradas anteriormente como demos, teniendo una segunda oportunidad en este “Tumbleweed” que pudo finalizar tras el duro varapalo que seguimos arrastrando. El título, sin ir más lejos, es revelador. El título viene a ser una alegoría de la situación, una imagen bastante representativa del presente, si bien el interior del cedé dista bastante de una solitaria pelota de paja a merced del viento. La felicidad se aprecia hasta en los momentos más melancólicos, esos que el señor Niharra remarca en su página web como nunca nostálgicos. También podríamos interpretar que esa solitaria bola vegetal es su persona, pues, salvo puntuales aportes de compañeros y colegas como Álex Blasco a las teclas, Juan López al bajo, Karlos Screamers al contrabajo o Ricky Ibáñez a la batería, el disco se lo ha currado él solito, y visto el resultado, el esfuerzo ha valido la pena. Traza puentes entre el animado Rock n’ Roll de “Faster Than Ever” y la concordia californiana de “Moonhall Park”, o entre las actualizaciones de “A New Blend” y las reminiscencias hippies de “See Me In The Morning”, donde la memoria del concierto Bangladesh del señor Harrison se vuelve a manifestar antes de entrar en el tramo final. Cambia de idioma en “Años y Años de Soledad”, y tras la ya referida y cósmica “Carrie Fisher”, se convierte en camaleónico cronista recitando “Bird And Giraffe” con sobrio y uniforme acompañamiento instrumental para luego despedirse con la atemperada “Christmas Alone”, acreditando la solvencia de una candidatura independiente y, en cuanto a patrones, variable como el viento.

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