Arbouretum: “Let It All In” | GR76


La banda de Baltimore Arbouretum publicaba en plena crisis pandémica “Let It All In”, nuevo longplay donde continúan tejiendo su psicodélico atuendo cuajado de elocuentes referencias campestres y abundantes ornamentos sensoriales. Con el paso de los años han ido ajustando su fórmula de tal manera que, a pesar de poseer una definida naturaleza, cada aparición es una nueva muestra de su propia evolución no solo como conjunto, sino en su desarrollo personal. Quizás por ello hayan logrado encontrar el equilibrio perfecto entre las exigencias de la tornadiza industria y sus inquietudes artísticas, y quizás por ello también huyan de rimbombantes números o privilegiadas posiciones. O quizás no, quizás esa sea una percepción muy particular. El hecho es que tenemos cierto apego por su miscelánea al completo, ya que sus sinfonías nos acompañan desde hace un tiempo y esperábamos como agua de mayo (de marzo tuvo que ser) la publicación de este nuevo ejemplar. Concretamente tres años, que cuasi exactos han cursado tras el excelente “Song Of The Rose”. Como en tantas ocasiones hemos señalado con respecto a otras tantas formaciones, ecos del pasado para voces de hoy, pues Dave Heumann (vocalista, guitarrista y compositor principal) y compañía (Corey Allender al bajo, Matthew Pierce en los teclados y a la batería Brian Carey) recuperan de alguna manera procederes de épocas pretéritas encauzándolas en la nueva centuria.

Incluso en sus inicios su revival resultaba un tanto paradójico para unos tiernos mozalbetes que poco a poco se fueron granando un nombre hasta conseguir debutar en 2004 con “Long Live The Well-Doer”, álbum que captaba esa vena introspectiva y subterránea tan latente posteriormente en su decálogo. Tampoco han pasado demasiados años desde entonces, no obstante fructíferos se antojan, pues han logrado reunir una buena suma de canciones divididas en siete discos (al margen de refritos, EPs o grabaciones en directo) llenos de dinamismo y una intrínseca capacidad de abstracción. Como muestra, la suave melodía de “How Deep It Goes” funciona perfectamente como obertura dada su gradual progresión y el abrigo de una dispuesta melancolía que templada apunta en “A Prism In Reverse”, reminiscencias de los pueblos indígenas americanos en una composición que se alía con la tierra y el culto por los astros, o al menos esa es nuestra conjetura. Válida para el resto del elepé también, por cierto. Válida para “No Sanctuary Blues”, un vaivén de sensaciones entre sentimentales barrancos y nostálgicas mareas, para “Night Theme”, el remanso instrumental de este reflexivo viaje o “Headwaters II”, una muy buena razón de peso para demostrar nuestra hipótesis, pues su lírica (‘The rivers borne high where the sky…’) puede ser tan fidedigna como la fascinante liturgia de su orquestación, amén de un punzante solo por parte del señor Heumann elevado a máxima potencia más tarde en la titular “Let It All In”, la disyuntiva del hombre (como ser humano) y la tierra (como espacio). Un colérico desarrollo de casi doce minutos de duración pensado y creado junto a la anterior más la situada entre ambas “Buffeted By Wind” para integrar su disco anterior, pero hete aquí que cerraremos década con ellas. Esta última es una oda que gravita en torno a un espíritu libre como sucede en el pasaje final, una de esas inmortales historias atribuible a la vieja guardia californiana: “High Water Song”, que, entre solícitas alusiones, sutiles marfiles y eufóricas trompetas conduce a espacios de confluencia entre el dulce cauce fluvial y el generoso manto salado. Evoca, como el álbum en general, libertad. Tiene esa virtud. Conserva la particularidad de Arbouretum, una banda singular.

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