Moonshine Wagon sienta cátedra en la Biblioteca de Bidebarrieta | GR76


Viernes 31 de julio de 2020 en Biblioteca Bidebarrieta, Bilbao

No era la primera vez que acudíamos al salón de actos de la Biblioteca Bidebarrieta, pero sí era la primera vez que veíamos in situ un concierto musical en el archivo municipal. Resulta extraño y paradójico a la vez, porque un inmueble de esas características está dirigido a disponer y proporcionar material de toda índole cultural, fomentar el conocimiento o programar actos relativos. Y conste que lo vienen haciendo habitualmente, así que no resulta extraño en ese aspecto. Es el contexto. Es el desconcierto. La cuestión es que el pasado viernes presenciamos nuestro primer concierto de rock’n’roll en un majestuoso entorno como el que estamos hablando, y para ese estreno nadie mejor que una banda de pedigrí como Moonshine Wagon, tal vez una de las formaciones más internacionales de cuantas pululan por las inmediaciones, sin embargo para nosotros la gran mayoría de ellas gozan de esa condición. ¿Somos de Bilbao, o no? Somos firmes defensores de un circuito local cuantioso en cuanto a tribus, gracias y nombres, y en ese rico maremágnum figura este peculiar conjunto que alterna los tándems con las ternas, los cambios de formación o las agrupaciones de cuatro desde su nacimiento allá por 2013. Una gente activa, y fruto de esa actividad tildada en la actualidad como hiper, les podemos ver también bajo otras filiaciones como Incursed, Mud Candies, Deimocracy o Celtibeerian, banda en la que milita el nuevo inquilino de una autocaravana que ha sido vista en innumerables rincones de Europa y hasta algún paraje americano. Bueno, en este caso puede que nos hayamos venido arriba, porque trasladar esa vivienda con ruedas debe ser complicado y costoso, aunque, ¿somos de Bilbao, o no?

Ese nuevo integrante (David Sánchez, encargado de bouzouki, banjo, violín y coros) lleva en el seno de la banda unos meses, y teniendo en cuenta el momento en el que estamos y los divertidos chascarrillos sobre su ingreso, el tío les sienta como un guante a Goiatz Dutto (voz, mandolina y violín), Víctor Martín (contrabajo) y Lander Lourido (guitarra y voz). Poco más añadiremos sobre el anacronismo que se ha implantado en nuestra rutina, porque ni creemos ni queremos creer en él. No es normal, puesto que habría sido más normal ocupar las butacas sin distinción, incluso seguir el transcurso erguidos y mezclados, habría sido normal presenciar el concierto sin las caretas de marras y se nos habrían visto los caretos de felicidad, habría sido normal moverse y bailar en vez de permanecer inmóviles zapateando… Y cuando algo no es normal por mucho que lo intentemos disfrazar o pretendamos engalanar con términos pretenciosos, no conseguiremos la metamorfosis pretendida. No obstante la furia, las ganas, los aplausos y las sonrisas que estos chicos consiguen arrancar al personal siguen intactas. Si ellos lo pasan bien sobre las tablas, el público lo percibe, se contagia y lo exterioriza coreando «My Liver Is Trying To Survive», una de sus cómicas/irreverentes/categóricas historias de la vida en la carretera, o encomiando el portentoso chorro de voz de Lander en el prólogo “Ghost”, o en el momento en solitario que, mientras sus compañeros afinaban los instrumentos, tomaban algún refrigerio o unos segundos de respiro, se marcó un sorprendente y vitoreado “Hero” de Nicleback.

Es precisamente la intensidad una de las características, aparte de las risas, de estos cuatro granjeros o pescadores cuyos aparejos son cajas de resonancia con las que sugestionan y magnetizan a la concurrencia con ritmos camperos, frenéticas cadencias, acentos americanos o métricas rabiosas. En esta ocasión la asistencia mantuvo respetuosamente las distancias y la compostura por todo aquello que sabemos, pero exteriorizó su entusiasmo aprobando la solvencia y versatilidad de Dagda en la ya clásica en su repertorio adaptación de “Txoria txori” (Mikel Laboa), acalorada entonó junto a Goiatz «Everybody Lies», otra de esas mordaces alegorías sobre nuestros días que precisamente ahora tienen un sentido especial, y con rotundidad asintió el ritmo infernal de Víctor en “The Ace Of Spades”, otra clásica… No hace falta especificar más. Un himno del rock’n’roll. Inmortal. A pesar de los pesares, sabíamos que los tíos se entregarían administrando los minutos con su consabida complicidad y comicidad con un auditorio donde se veían muchas mas-carillas conocidas (Víctor dixit) y en el que se desenvolvieron con indudable facilidad supurando algunas heridas, conquistando nuevos seguidores por la causa y nuevas plazas como la selecta Biblioteca de Bidebarrieta, donde acreditaron la soberanía del grasiento rock’n’roll. Grasiento en cuanto a pringoso, sudoroso y endemoniado, porque el carácter de los Moonshine Wagon trasciende a los consabidos protocolos que utilizamos con demasiada arbitrariedad. Protocolos… Actualidad… “My Mind Is Mine”. ¿Somos de Bilbao, o no?

Unas pocas fotos más ▶️

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