Un viernes cualquiera entras en ese pequeño e inmenso comercio de ilusiones, hallazgos, sorpresas, chismes y secretos que tienes por costumbre visitar de cuando en cuando… cuando de repente, buceando en las profundidades de un océano plagado de familias, especies y referencias, te llama la atención un notable ejemplar. El rock se siente y escucha, y por qué no, se ve. A fin de cuentas es similar a la comida porque en ambos casos necesitamos saciar nuestro apetito, y aunque el gusto, el oído o el olfato tengan un valor sustancial, el tacto, y sobre todo, la vista, tienen un alto poder de seducción. Sí, el rock se palpa y se huele, se saborea, se intuye y se ve en múltiples formas y formatos. Lo vemos y sentimos en las actuaciones, lo vemos en el júbilo de asistentes e ímpetu de oficiantes y algunas ilustraciones de discos nos sorprende de tal manera que su adquisición se presume inmediata. Luego llegará el turno de preguntas y respuestas, los consejos y los apruebos, y más tarde la reproducción de ese un disco cuyo contenido intuías proporcional a su llamativo envoltorio. Si añadimos que el objeto en cuestión era un codiciado objeto de deseo por gran parte de la afición bilbaína desde hace cinco años, nada más que añadir, señoría.
Ese disco tiene nombre, “At Silver Recordings”, cortesía hacia los estudios donde grabaran estas diez canciones (en total fueron una docena, pero las elegidas fueron decena), la morada del gaucho-bilbotarra Martín Guevara, quien junto a Mario Cobo ejerce funciones de productor. Y la formación responde al pseudónimo Help Me Devil, otra cortesía, esta vez al bluesman Robert Johnson, uno de los retratados en esa sobresaliente litografía de cabecera obra de Raúl González Rago. Una vez hechas las presentaciones, pasemos al… Perdón. No habíamos mencionado a Juancar Parlange ni a sus compañeros de viaje, o sea, Eneko Cepeda, Ricky Ibáñez y Pit Idoyaga, conocidos y reconocidos músicos de la escena local comprometidos en un sinfín de bandas que omitiremos, porque la lista inagotable se sospecha. Otro tipo con pedigrí es Matt Horan, quien, siguiendo la tradición en los trabajos de la formación, colabora en una de las canciones. Concretamente en la bienvenida a cargo de “I’m In Misery”, cortesía (van tres) hacia Hasil Adkins, otro fetiche más en el vademécum de Parlange, quien se desvincula de los trazos underground de sus anteriores aventuras (Los Clavos, Bonzos, First Girl On The Moon) continuando el análisis y estudio por las profundidades del viejo y contemporáneo rock and roll bajo el resolutivo modelo de one, two, three. Ofrecidos los nombres que acreditan la solvencia del proyecto, la temática del disco es el quid de la cuestión. Su conducta, su porte, su tratamiento. Y en este caso esos términos tienen vital importancia a pesar de una duración un tanto tajante o lacónica, ya que la escasa media hora podría parecer insuficiente. No obstante, una vez concluida la reproducción con el romántico pasaje “A Good Girl Is So Hard To Find”, podemos volver al punto inicial. Volver a la raíz, al núcleo. Al delta. Ese confín de la tierra al que llegas después de visitar manglares y furtivos vericuetos planteados en “She Devil (With The Polka Dot Bikini)”, floridas y primaverales campiñas insinuadas en “Text Me When You Get Home”, humeantes y recónditos garitos de carretera sugeridos por “Little Big Goes A Long Way” o “Pizza & Fairy Tales”, u otros situados en suburbios de la urbe donde la peña olvida sus penas con un vaso en las manos o moviendo caderas y piernas gracias al atávico rock and roll insuflado esta vez por la carismática y sugerente armónica de “Free At A Great Cost”. Uff… Sin apenas respiro, sin descanso, todo de un tirón. Como hemos dicho, el eficaz one, two, three y la energía son las virtudes cuasi absolutas de un trabajo que, previo a la conclusión, arremete con el mantra tatuado a fuego cerca del corazón “I Was Born Ready (To R’n’R)” y la viciosa jarana de Detroit, Londres o Melbourne apreciable en los movimientos de “So Blonde, So Beautiful, So Bad” y “No Water In Hell”. Carácter, espíritu, sudor y rock and roll. Un diabólico croosroads.