Diecisiete meses han pasado desde la publicación del segundo disco de Lomoken Hoboken (convenientemente bautizado como “The Second Lomo”), por lo que no hablamos de ninguna novedad discográfica, aunque nunca es tarde si la dicha es buena que decía mi abuela. Tampoco es que fuera de su propia cosecha, porque es uno de tantos dichos que pertenece al populacho, y nos viene al pelo para un cometido que hemos postergado en demasía. Unas veces por falta de ideas, otras por simple olvido, u otras por un excesivo volumen de tareas pendientes. Hemos de tener en cuenta que esto es un hobby que supone un trabajo que no es nuestro sustento, algo que en determinados ambientes está mal visto porque no sabemos plasmar la realidad e ignoramos una serie de conceptos, códigos deontológicos y cualidades periodísticas como la crítica, la relevancia, la investigación, el impacto… La cuestión es que aquí estamos un miércoles cualquiera volviendo a escuchar “The Second Lomo”, esperando aparezca la musa y logremos con ello describir el proceder de unos muchachos cuya referencia principal se halla en los diabólicos doce compases y en los movimientos que gravitan a su alrededor, o sea, shuffle, boogie, swing, southern, rocknroll y un largo etcétera de expresiones provenientes tanto de los states como de las islas británicas, como es el caso de la canción que cierra el elepé. Bueno, al menos eso sospechamos de “She Said”, una emotiva despedida que en cierta manera revela la querencia de Ibai García por la calma y agresividad de los acantilados isleños, descubriendo el talante delicado de una banda recia y temperamental que para esta ‘another chance’ presentaba nueva formación con las incorporaciones de Kepa Pichel a la batería y Rua Roan en las cuatro cuerdas mientras el propio Ibai seguía con sus cabriolas guitarreras y Manuel Monge con su profunda garganta, si bien su grabación correspondió a otros.
Tal vez haya en las inmediaciones quien desconozca la existencia del conjunto y por ende su recorrido, pues su radio de acción se centra en la escena bilbaína y la zona norteña principalmente. Nosotros también desconocemos otros muchos autores, y de cuando en cuando caminamos contracorriente o viajamos en el vagón de cola, así que no nos vayamos a tirar faroles. Lomoken Hoboken es otra de tantas bandas que tiene que ingeniárselas para grabar y difundir su propio trabajo, aun contando con el respaldo de un importante sello y una agencia publicitaria de renombre como… Va a ser que no. La historia no es como antaño. La película ha cambiado para todos, el mundo del rock no iba a ser menos, y las estrategias, los presupuestos y las apuestas han pasado a mejor gloria. Ahí tenemos infinidad de nombres y gentes acostumbradas a bregar en múltiples circunstancias y escenarios. Gente como los Lomoken, que han de facturar de forma independiente sus proyectos, y que después de un trienio sin pisar un estudio se enfrentaban a una nueva experiencia en el taller Chromaticity para estampar una serie de composiciones propias como “Boogie On”, aclaratoria tarjeta de presentación y explícito titular que establece el contexto sonoro de la obra.
Al tándem principal (Ibai y Monge) se unen conocidos del panorama local como Pedro (productor y hermano de este último) más Aritza Castro, obteniendo un efectivo rendimiento en su trayecto Bilbao-Texas, Texas-Bilbao. Homogéneo e intenso, puesto que los tíos han logrado elaborar un sumario de rebosantes guitarras (“Dr. Lomo”), pendencieros alaridos (“Take Yor Boots Out”), acelerados ritmos camperos (“Back To The Alley”) o nostálgicas cartas de amor (“Country Mama”) cantadas a orillas de la ría iluminada por una turbadora luna creciente. Una luna mágica que engancha con el voodoo preciso vertebrando el álbum, convocando al sortilegio y supurando heridas con una milagrosa cataplasma llamada blues, la misma por la que segundos más tarde el cariñosamente apodado como Oso (Manuel Monge) cuestiona en un estruendo llamado “The Last Round”, donde la labor rítmica cobra tanta importancia como la orgullosa guitarra de Ibai o los rapapolvos del cantante. Los preceptos continúan en “Spoil Brat Hyppie”, descarga tan rápida como concisa en la que fácilmente los pies puedan adquirir vida propia, previo al entreacto tridimensional de “Leave The Place”, quizás la pieza más receptiva del álbum, no o en vano es la más desarrollada en su compostura y es el prólogo del citado final. Un adiós cándido y cortés. Ella lo dijo y yo lo intenté.