Después de tres décadas recorriendo estudios de grabación, escenarios o carreteras, después de treinta años escribiendo canciones, editando discos e interviniendo en numerosos proyectos, poca gente podrá discutir la perseverancia de Hendrik Röver, un hombre que cerró el ejercicio pasado con dos elepés junto a sus dos formaciones. Algo de difícil explicación en determinados círculos, algo que habla mucho y bien de la voracidad creativa del caballero. Si el año arrancaba con el último ejemplar de Los Deltonos, diciembre era el mes elegido para publicar “¡Vamos a morir!”, título a añadir en su singladura con Los Míticos GTs. Teniendo en cuenta esa longevidad y la cuantía de composiciones recopiladas, podríamos considerar al cántabro como uno de los tipos más injustamente tratados no solo por una displicente industria musical o determinados lobbies, sino por parte de un nutrido sector de la afición que en demasiadas ocasiones da la espalda a gente con madera. Bueno, todo es susceptible y todo es valorable, que pensarán ustedes, pero su ponencia musical es tan rotunda como sus directos mensajes, y desde su primera aparición evidenció un vocabulario lenguaraz, sus profundas raíces y una esencia americana que no ha variado un ápice pues, aunque el transcurso de los años trae consigo la inevitable y necesaria transformación, el señor Röver se ha mantenido siempre alejado de modas y tendencias eludiendo superficiales tentaciones, mostrando rectitud y defendiendo siempre que es posible el rock cantado en castellano.
Debe ser difícil, por otra parte, distribuir el tiempo entre tantos quehaceres. Tiene que tener su complejidad compaginar las giras de unos y otros, manejar constantemente los mandos en GuitarTown Recordings y robar unos minutos al reloj para componer o simplemente para estar con la familia. Es un currela nato, de eso no hay duda, y lo demuestra con una frenética actividad incrementada a mediados de este decenio cuando reclutara a viejos camaradas como Goyo Chiquito y Toño López Baños para presentar uno de sus trabajos en solitario, y visto el brío del trío, la cosa ha ido en clara progresión hasta llegar a este “¡Vamos a morir!” donde corrobora su seña de identidad narrativa y musical. El implícito título recuerda que, al igual que un célebre filósofo del siglo XX manifestara, nadie va a salir vivo de aquí, pero en su defecto el rock’n’roll tendrá plaza asegurada generación tras generación y nunca desaparecerá, siempre “Volverá” a sonar mientras tengamos a gente como Hendrik Röver, un cantante de canciones como él mismo se presenta. Un hombre dedicado a, cual predicador, difundir su palabra y su enfático “B.L.U.E.S” capeando temporales, afrontando vicisitudes o esclareciendo las disyuntivas que determinan la complejidad del ser humano y nos llevan a mutar de piel cual “Serpientes” en innumerables ocasiones. Escúchala, y lo más importante: siente el escalofrío, siente cómo se resquebraja la piel debido al atormentado slide y recibe el recado, porque en este caso el sarcasmo no está reñido con la triste realidad de una sociedad obsesionada en conflictos banales e insignificantes trascendencias. Tras el correctivo llegamos el final del disco, pero no deberíamos pasar por alto la retórica obstinada de “Hmm Hmm Hmm”, influencia tejana que obliga a mover los pies con el mismo ímpetu e idéntico desenfreno que el poderoso diapasón “Un dos tres”, el insolente swing “Luego”, el desbocado boogie “Homer” o el twist fronterizo “El buen mal”, melodías todas ellas de reconocible carácter y desenfadado glosario. Aquí no hay gato por liebre y se intuye credibilidad en cada una de las aristas del Triángulo de las Bermudas al que te guía el rock’n’roll de Hendrik Röver y Los Míticos GTs, ya sea “Fin de semana” o te muevas “Entre las sombras”. Por cierto, en la mencionada en penúltimo lugar el slide vuelve a someter con audacia y la suficiente eficacia como para descubrir el amparo de las tres dimensiones, terminando este viaje de cuarenta minutos conduciendo a “Cientocuarenta” en la autovía, en cualquier autopista, o cualquier carretera. Viajando y soñando a todas horas con el rock’nroll.