El debut de Riverboy tiene duende, tiene suficientes argumentos como para no prestarle la atención que merece. Un universo paralelo a la vertiginosa vía láctea hispalense, pues el ideólogo de este nuevo proyecto no es otro que el inefable Charly Riverboy, a la sazón cuerpo perteneciente a esa constelación que ha de seguir con sus silvestres composiciones y eufóricos compases. De ahí que lo calificáramos como paralelo, porque no manejamos informaciones (lo cual es buen síntoma) que hablen de su disolución o cambios en el seno de la formación. Es simplemente una opción personal, un ejercicio de perseverancia felizmente completado tras meses de minucioso trabajo, casi de orfebrería, ya que las primeras pistas sobre este volumen llegaron en enero del pasado año con la edición del video “A Riddle In A Pocket”, idóneo punto de partida para continuar moldeando y añadiendo capas, inquietudes y hasta fantasías que más tarde desembocarían en esta ópera prima sensitiva y natural, dócil y perturbadora. Un estreno donde los ecos de la bahía franciscana son un excelente salvoconducto para volar muy alto o llegar a lo más profundo de las conciencias y en el que las canciones, aun adoptando acreditados perfiles, mantienen su identidad propia progresando con desenvoltura, ofreciendo diferentes perspectivas y rehuyendo de las tediosas comparaciones.

Teniendo en cuenta que Charly conservaba una serie de apuntes desde tiempo antes a la grabación del video citado, y que The Milkyway Express había encontrado un rumbo y un sonido definido, debía sopesar la opción de experimentar en otra dirección, ya que esas composiciones requerían otro tratamiento. En primera instancia, y junto a su compañero de fatigas en la Milky Sleepy James, decide pulir esos bocetos que anteriormente había grabado de forma un tanto precaria. Surgen los primeros ensayos, aparecen nuevos arreglos y experimentados acompañantes como Tera Bada a la guitarra, Alejandro García al bajo y José Vaquerizo a los teclados terminando por afianzar la entidad de un quinteto que más tarde entra en los estudios Happy Place con la firme voluntad de dejar grabada una primera tanda de canciones. De una tirada se curran unas cuantas, y paulatinamente las van soltando cual pequeñas cápsulas, aumentando con ello las ansias de un público seducido por la intensidad melancólica de “The Other Side”, otra de las avanzadillas del álbum publicado en febrero de 2019. Habíamos soñado con los amplios horizontes del otro lado, bailado las hechuras campestres de “Damned” o aproximado a las puertas de la percepción con la orientación psicodélica de “Lightning Horse” y sus astrales teclados, y una vez masticado el disco podemos afirmar que se confirman los indicios. El protagonismo recae en las canciones y las líneas de rock clásico prevalecen sobre cualquier otro parámetro (“The Wind In The Willows”), las guitarras se cuelan entre las dulces armonías y las melodiosas teclas (“Dragonfly’s Yard”) mientras “To You” puede establecer en sus actuaciones un fuerte vínculo entre el público y la banda dada su participativa naturaleza, indicativa de la misma dulzura y sensibilidad que destila “Pati”, sentida serenata que se ciñe a su criterio desechando actuales estereotipos y demostrando el carácter del caballero. Sea cual sea su disciplina, la competencia de cualquier autor debería verse reflejada en su obra más allá de lo que pudiera representar la repercusión mediática, y aun entendiendo que todo bicho viviente necesita sustento, en el caso que nos ocupa las estrofas, los contextos, las nostalgias, las siluetas y las formas psicodélicas son la demostración de un tipo que conserva los ojos abiertos (“Cigar Man”) o reclama atención (“Golden Flash Of Light”) en un enigmático período para el mundo discográfico. El momento de Riverboy.