Viernes 2 y sábado 3 de junio de 2017 en Centro La Ola, Sondika (Bizkaia)
El cielo no dejó de gemir, de berrear ni de amenazar durante el fin de semana en un atípico inicio de junio cubierto, lluvioso y desagradable, pero afortunadamente no consiguió doblegar al personal que puso buena cara al mal tiempo y acudió al Centro La Ola de Sondika donde se celebraba BBK Music Legends Festival en un entorno descubierto, jubiloso y agradable. Dadas las bandas participantes en esta segunda edición podíamos intuir que fuera incrementando el número de asistentes obtenido en su debut, pero nadie contaba con una díscola climatología que indiscutiblemente podría haber frenado los ánimos de la concurrencia, pero no fue así. O al menos no fue así en una amplia mayoría, ya que desde el primer día y la primera actuación a cargo de Motxila 21 se pudo comprobar que la gente quería disfrutar al margen de las nubes retadoras. En los albores de su aparición se instauró un constante sirimiri que no atenuó el aliento de sus incondicionales, ya que la agrupación navarra lo merece. Su labor lo necesita. Su formación lo demanda. Su intención, mostrar a través de la música y buen rollo al público que no somos diferentes salvo por un cromosoma. Doce intrépidos jóvenes ayudados por monitores y apoyados entre otros por Kutxi Romero o El Drogas que contagiaron vitalidad y tesón. Por desgracia sabíamos que debíamos salir apresurados, puesto que el viernes teníamos asuntos pendientes por resolver y tuvimos que abandonar el barco muy a nuestro pesar, pues apetecía ver a Ruper, Georgie Fame, Van Morrison y Rubia arropada por un buen número de amigos, pero las cosas son así. No siempre llueve (nunca mejor empleado) a gusto de todos. Al día siguiente unos cuantos amigos nos pusieron al corriente de lo acontecido y sus palabras eran de absoluto bienestar por haber presenciado cuatro muy buenas actuaciones. Lástima.

El sábado teníamos grandes esperanzas, y el gris imperante parecía convertir esos sueños en pesadilla. Intención había en trasladarnos cuanto antes a Sondika, pero esa salida se iba demorando por la desesperante meteorología que continuaba machacando y marcando nuestro programa hasta que decidimos por fin coger el tren destino a La Ola. Tal vez tarde, quizás demasiado pronto viendo el panorama, pero era el momento oportuno. Nuestra intención, con todos los respetos a nuestros vecinos Mud Candies, a quienes hemos podido ver unas cuantas veces y Wyoming y los Insolventes, era estar en buenas condiciones frente a los chicos de Chicago. Cuando arribamos al recinto entre el sirimiri y las prisas del gentío apelotonado en el acceso adivinamos el leñero “Maneras de vivir” que minutos más tarde comprobamos era la despedida de José Miguel Monzón y sus acompañantes, a quienes pudimos distinguir desde la distancia gracias a su llamativa indumentaria. Nos aproximamos a las primeras posiciones a saludar a algunos aliados venidos de diversos puntos y a Eric, Jeff, Joe y Tod que respondían con un guiño entre miradas y preguntas al cielo. ¿Aguantará…? Pregunta Eric. Le respondemos que mientras siga el sirimiri, ni tan mal. Molesto es, para qué nos vamos a engañar, pero peor sería un aguacero… ¡Maldita sea! Dicho y hecho. En dos minutos arrecia una lluvia tan racheada e incómoda que se ven obligados a tapar con plásticos los pilotos y demás elementos mientras los trabajadores intentaban achicar toda el agua posible del escenario.

Persiste el diluvio, intriga el comprensible retraso, y en las caras de los chicagüenses y los responsables del evento es palpable cierta preocupación. Con el consiguiente riesgo que entrañaba tanta electricidad en ese húmedo terreno, deciden enchufar los amplis y olvidarse del vendaval atmosférico. Nervios, inquietud y angustia porque su aparición se estaba viendo condicionada por un chaparrón traicionero, pero tras una tensa espera, salen a escena con “Silver Lining”. En las primeras filas la gente chapotea y exterioriza alegría olvidando el contratiempo y las caras de los protagonistas describían un estado entre incredulidad y felicidad. Debían ir a toda velocidad, debían abstraerse y funcionar como lo que son, un vendaval. Rápidamente caen, cual fichas de dominó “Mama Got To Ramble” donde el amigo Jeff demuestra su dominio del bottleneck, “Shake Your Faith”, instando a la audiencia a ello o “Come On Down” claro ejemplo de fe con un público enloquecido, un público entregado, un público agradecido a unos tíos que miraban de reojo a los plásticos que hacían la función de improvisado y necesario atrezzo. A pesar de los pesares la gente lo estaba pasando en grande, las canciones eran fuertemente coreadas y en “I Will Never Know” quien toma la batuta, mejor dicho el slide, es el siempre eufórico Saylors. Da lo mismo que sea en una sala pequeña, en un gran recinto cubierto u otro a cielo abierto. Da lo mismo que truene o que brille el sol. El brillo de sus ojos contagia tanto como el resto del cohesionado cuarteto, donde cada uno de los componentes aporta en beneficio del conjunto. Maravillosos slides, perfecto groove a cargo de Tod e inconmensurable como siempre Joe a los timbales. Con “Last Second Chance” suplican al cielo un receso que debería haber sido efectivo con “Walk In The Light”, pero no. No era el día indicado para ruegos. Era el día adecuado para demostrar empeño. Entre ánimos, honores a su nombre, coros, brincos y aplausos se despiden con el animado “Jumpin’ Jack Flash” Compromiso y dignidad. Rock&Roll.

Hora para el avituallamiento, pues necesitábamos un tentempié, un buen secado tras los trepidantes y húmedos (muy húmedos) minutos frente a los chicos y un ligero descanso. Refugiados bajo la techumbre unos tragos, picoteos varios y alguna que otra charla con amigos que encontramos en parecida situación, e inmediatamente volvemos a la acción puesto que en cuestión de minutos debía volver al escenario (el día anterior entonó a dúo junto al león de Belfast algún poema) una renovada Imelda May como demostró hace apenas un año en la campa de Mendizabala y certifica en su último trabajo. Sobre el tan manido cambio de imagen no diremos mucho pues abordar ese terreno a uno le resulta un tanto frívolo. Deberíamos centrar nuestros argumentos en el aspecto musical, en su entrega, en su proceder. Llega la hora, la llovizna persiste e insiste y el ambiente se caldea cuando sosegada sugiere al oído “Call Me” enmudeciendo a los espectadores con su fuerte carisma, calando tan hondo como para ser condescendientes y arrancar posteriormente una unánime primera ovación. Tras la sentimental bienvenida seguiría por el mismo camino embobando a más de uno el precioso salmo “When It’s My Time” donde el hammond descompone, los metales reparan y una desgastada Strato paraliza el tiempo a la vez que unas cuerdas vocales de infarto electrifican la piel, disponen, preguntan, perdonan, reclaman… Y la fuerza percusiva de “Human” muestra las enormes posibilidades de una mujer en plena efervescencia creativa. No decayó en ningún momento añadiendo músculo (“Bad Habit”), entusiasmo (“Shouldn’t Been You”) o emotivas plegarias como “Black Tears” (no eran sólo negras, caían del cielo) seguidas por la peña que impertérrita permanecía frente al escenario a pesar de las inclemencias cantando, bailando y jadeando al ritmo de swing (pool, que diría algún ingenioso), soul, rhytm&blues, selecto pop o esencia billy. Estábamos disfrutando con la irlandesa, pero preferimos otear desde la lejanía los instantes finales y las viciosas notas de “Johnny Got A Boom Boom” son el colofón de una gran intervención.

Éxodo masivo hacia las carpas y cobijos, y en un visto y no visto la explanada se desaloja en un extraordinario alarde de organización. Tal vez no fuera muy acertada la inclusión de Alpha Blondy & The Solar System, o al menos el horario otorgado vista la pobre imagen que lucía el solar, pero no era esa la razón de tal migración. Todos a cubierto. Todos a reponer. Todos a recuperar fuerzas, pues se estaba convirtiendo en una proeza seguir el festival. Seguimos apiñados y guarnecidos, pero hemos salir a la intemperie, pues llegaba la hora establecida para el marfileño y la multitud es de la misma opinión. Algunos desajustes obligan a retrasar el comienzo, y tras un prólogo instrumental emerge de la sombra la silueta del caballero entonando efusivamente “Jerusalem”, floreciendo como setas en las primeras filas innumerables seguidores coreando con la misma vehemencia. Impresionante. Al César lo que es del César, y Seydou Koné nos dejó, a pesar de no ser grandes admiradores del género, sorprendidos por su gallardía, su vitalidad y por su conexión con un público que en ocasiones no sabes si está previamente conectado o es conectado por la energía transmitida desde el escenario. Lo único cierto es que se esforzaron todos ellos al máximo y ofrecieron un sobresaliente recital entre proclamas de libertad y equidad, entre “Crime Spirituel” y “Politiqui”. Y le tenemos que agradecer por esas rogativas a los espíritus pues el cielo cesó en su testarudez. Desapareció la endiablada borrasca. Como hicimos anteriormente tras los primeros compases vamos a foguearnos con el grueso del pelotón, captar el ímpetu de himnos reggae como “Peace In Liberia” o “Sebe Allah Y’e” y celebrar tributos como “Wish You Were Here”. Una formación bien dispuesta con envolventes coros, metales modulados, cadencia rítmica y momentos para el lucimiento personal como el generoso solo de guitarra en “Brigadier Sabari”. Despedida espectacular y correspondiente aclamación.

Minutos para el estiramiento muscular y concentración mental, ya que se aproximaba el momento, nuestro momento. Gov’t Mule, una de las bandas que comandan nuestro altar particular cerraban este segundo certamen y no podíamos perder la oportunidad de corresponder de nuevo la visita a un conjunto que tras la desaparición de Allen Woody y después de algún ensayo ha hallado la estabilidad en la actual formación, o sea, Jorgen Carlsson, Danny Louis, Matt Abts y Warren Haynes. En los minutos de preparación intercambiamos impresiones y por primera vez advertimos la ausencia de Brian Farmer, quien ha sido asistente particular de Warren durante muchos años, ha mimado sus guitarras y hasta podría haber oficiado como doble oficial, pero la nostalgia da un giro de 180º. El resorte, “Bad Little Doggie”, el necesario empuje para abrir los ojos, confirmar que estamos en el meollo y disfrutar de nuevo con la adorada mula. Los disparos de los camarógrafos se suceden, primeras filas donde la propiedad privada cotiza al alza y como segundo obsequio “Steppin’ Lightly”, bailable y contagioso ritmo donde Warren solicita el coro masivo antes de mostrar su solidez y destreza en un solo tan soberbio como la bella “Inside Outside Woman Blues #3”, donde la banda carbura a la perfección y los diálogos entre la seductora guitarra, los deslizantes teclados, percusiones crepitantes y un bajo arriesgado provocan la explosión de júbilo entre el atónito auditorio. Hora de dejar el foso de los leones. Hora para seguir las argucias desde otra perspectiva libres de humedad, nunca de vapor, ya que la transpiración era máxima y un escalofrío recorre la médula espinal cuando sentimos “Soulshine”. El cielo había dejado de llorar, pero las lágrimas brotan de nuestros ojos vidriosos cuando Warren homenajea al añorado compañero y el auxilio del ángel de la guarda (mi ángel de la guarda) recuerda y susurra al oído que abandones la máquina por unos minutos. Sueña, repasa, imagina, suspira, disfruta con la melancolía que ofrecen esas notas de aliento y siente la belleza de otra composición atenuada como “Dreams”. Corazones encogidos, emotivo impasse. Con la boca seca y un nudo en la garganta nos trasladamos unos metros a por un refrigerio sin perder de vista el imponente estado de forma de los oficiantes y el magnífico guion utilizado hasta el momento. Aclaración: Tienen así como ochenta canciones, así que sobran las pataletas y los posibles improperios. Una de esas incunables es “Banks Of The Deep End” que da paso a otras dos que pronto lo serán, ya que “Stone Cold Rage” y “Dreams & Songs” son la avanzadilla de su siguiente entrega. Amplios desarrollos, vertiginosos slides, elocuente capacidad instrumental y “Thorazine Shuffle”, “Birth Of The Mule” y la siempre espectacular “Railroad Boy” en el tramo final. Acabamos empapados, exhaustos, felices y contentos. Terminamos saboreando mieles de leyenda y partimos con paisanos de Tennessee, Leioa y Portugal. Volveremos.