Jueves 19 de enero de 2017 en Kafe Antzokia, Bilbao
Podríamos citar un sinfín de bandas para situar a Jetbone, pero seguiríamos mencionado los mismos nombres y hablando de demasiada gente para describir a los chicos, cuando todo se resume en dos palabras muy concretas: rock&roll. Si te gusta el rock&roll, te ha de gustar Jetbone. Si crees que la respuesta es el soul, si los doce compases te apasionan, las agradables notas de una templada canción consiguen arrancarte unas lagrimillas, o tu corazón palpita a ritmo de ritmos funk, estos vikingos son tu solución. Unos mozalbetes que quince meses atrás se curraron un notable segundo disco llamado “Magical Ride”, ejemplar donde sustituían la furia de su debut por la serenidad y la contundencia de unas historias seductoras, agitadoras y clarificadoras de una extraordinaria madurez a pesar de su juventud. Tal vez la fórmula pueda parecer sencilla, sin embargo su secreto ya es otro cantar. La receta, tan elemental como delicada, tan compleja como convincente, tan espontánea como cabal. Su misterio, la pasión. Simplemente, rock&roll. Por eso acudimos una invernal noche al bilbaíno Kafe Antzokia. Bueno, por eso y porque teníamos curiosidad por descubrir la desenvoltura en el cara a cara de unos muchachos que anteriormente tuvieron la deferencia de charlar con nosotros, así que había que despejar la incógnita y corresponderles a la visita.
Podemos asegurar que el enigma quedó resuelto desde que aparecieron, sonaron las primeras notas de “Fifth Time Loser” y las guitarras comenzaron a cortar el aire con su punzante sonido, tónica habitual de un set caracterizado por las altas temperaturas, el ambiente festivo y algún que otro desfiladero descubierto con conmovedores romances como “Mixed Emotions” o un magistral “Woman”, una de esas composiciones dulces y aterciopeladas con marca registrada, con sello patrimonial. Vamos, una canción que huele a clásico. Lamentablemente los metales y coros femeninos que aparecen en las sesiones de estudio de “Magical Ride” no viajan con ellos y habrían supuesto, por ejemplo en “Everybody Needs Somebody To Love” o “C’mon” un estado de rotación y traslación equiparable a las acústicas eclesiales procedentes de un hammond pecador o a las poderosas armonías vocales que dejan sin aliento en cualquiera de los múltiples intentos por sugestionar a un público poco comunicativo en ocasiones, explícito llegado el instante de los agradecimientos y ovaciones. Un show que podrían firmar los mismísimos… No, hemos dicho que los paralelismos o semejanzas los dejaríamos en el tintero y hablaríamos de actitud, de compromiso, de sentimiento, de guitarras que alternan su protagonismo en oscilantes wah-wah o solos escurridizos, de poderosos ritmos marcados por un sólido baterista (sabíamos que el bueno de Albin se encontraba pachucho, lo cual es encomiable), de razones varias para mover el esqueleto, de métricas viciosas y moldeables patrones. De rock&roll. Mientras en el exterior el mercurio rondaba el cero, en el recinto alcanzábamos dobles dígitos y las acometidas de los chicos contribuían a que nadie quisiera abandonar su posición, a que brazos, cabezas y caderas siguieran el compás marcado cuando “Space Captain” es recibido con entusiasmo y la nostalgia se funde con la participación, las palmas de Sebastian y Alin persisten hasta ser respondidas como el famoso “uhh… ahh” demandado por Gus, el piano de Rasmus opera impetuoso y la inmediatez de la memoria y unas estrofas inspiradoras (“Learning to live together…”) perpetúan a Mr. Joe Cocker. Un regalo para mente y corazón.
Las palabras podrían quedarse vacías si los hechos no acompañaran, pero en el caso que nos ocupa incluso nos quedaríamos cortos. Los hechos son clarividentes. Meridianamente concluyentes. Estos chicos, al igual que una escena escandinava fecunda en estas lides, se muestran determinantes en su concepción musical, recurren a diversos elementos en origen y forma y forman puzzles donde las piezas son guitarras, sentimientos y melodías. Son sensuales. Son indolentes. Son frescos como el pícaro funk “Working Hard For Your Money” que logra arrancar alguno de los últimos bailes de la velada. Son jóvenes. Tienen soul, tienen groove, tienen un gran porvenir. Una banda donde bajista y guitarrista comparten la función de voz solista y se despiden con la luz del sol, se despiden con “Shine On”. Creo que me suena a algo, pero no. Hablamos de Jetbone.
No los conozco y ahora me has dejado con muchas ganas de escucharlos!!!
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Nos alegra saber que hayamos podido influir en esa decisión, seguro que no te equivocas. Por otra parte ese es nuestro mayor objetivo: dar a conocer bandas que nos gustan o nos interesan que otros nos han presentado, y otros podáis seguir haciendo ese trabajo en cadena. Gracias!!
Por cierto, aquí puedes leer una charla con ellos
https://gravelroad76.com/2017/01/10/entrevista-jetbone-alin-riabouchkin-hemos-encontrado-nuestro-sonido-y-la-forma-definitiva-de-disfrutar-tocando-nuestra-propia-musicagr76/
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