Julián Maeso y Mike Farris en MAZ Basauri, una noche espiritual | GravelRoad76


Experiencias vitales, recuerdos sobrecogedores, momentos inolvidables concentrados en las estrofas de “A Change Is A Gonna Come”, el puente entre Julián Maeso y Mike Farris. Un tributo. Su tributo. Uno de los motivos principales para que acudiéramos a la brillante jornada de clausura de MAZ Basauri. Vibrante. Gigante, como el resto del festival. Durante las últimas semanas veníamos insistiendo en que el último viernes de mayo sería una ocasión única (como acabó siendo), fascinante y rebosante de felicidad donde los corazones palpitan al son del rock y se estremecen por la pasión del soul o el sentimiento del blues. Hasta el cielo reticente y distante nos sorprendió con un azul profundo, unas temperaturas acordes con la época estival y a buen seguro un anochecer radiante en estrellas mientras unos cuantos nos reuníamos en el Social Antzokia de Basauri para llorar y soñar junto a otras terrenales con luz propia que nos conmueven con historias de amor y sufrimiento, tristezas y alegrías, esperanzas y temores, sueños y realidades que guardaremos en la carpeta imprescindibles. Nadie va a poner en duda a estas alturas la calidad artística de Mike Farris, pero si hablamos de la humana… Capítulo aparte. Un tipo humano y espiritual como nos demostró en la charla que nos concedió días atrás, amable, cercano y de trato exquisito. Un gran tipo que nos derrumbó cuando pudimos estrechar la mano y agradecerle personalmente demasiadas cosas. Y este agradecimiento lo hacemos extensivo a unos buenos amigos que hicieron un viaje relámpago en el día para realizar una sesión junto a Farris, nos invitaban y permitían colarnos en su trabajo y así podíamos ver qué se cuece entre bambalinas. Todo ello con el beneplácito de la organización, por supuesto. Enriquecedor. Doble deuda. Rockpills tiene la palabra.

22382172_1516238281776507_7526048720800227586_oLos nervios atenazan y tal vez no permitan una visión calmada, pero estas situaciones son así. Creíamos que habíamos aparcado esa ansiedad pero no. Estábamos como para robar panderetas, pero esta vez por saber el desarrollo del concierto. Acelerados como el metro que nos acerca a Basauri e inquietos por la respuesta del público llegamos con tiempo suficiente como para tomar una cerveza y algún pintxo, nos acercamos al Social y vemos caras conocidas, compañeros de pasiones y sufridores en las primeras posiciones. Saludos, abrazos, risas y en un visto y no visto estamos dentro frente al escenario que horas antes habíamos pisado. En ese impase conocemos a una seguidora venida de Madrid, siendo otra agradable sorpresa que nos llevamos, porque cuando alguien se acerca, charlas amigablemente, te da su opinión sobre esta aventura llamada GravelRoad76, comparte nuestra visión y anima a continuar… Revuelo en las primeras filas, ojos que se centran en el escenario, objetivos preparados y listos para inmortalizar el momento… Salen a escena el señor Maeso, sus acompañantes y nos invitan a coger un billete que nos lleve de viaje por la vía láctea, concretamente por Saturno, y nos sentimos libres como cosmonautas en la inmensidad del universo y el tiempo en “Will You Be Free?”. Hablando de tiempo, “Leave It In Time”, la progresión del sinuoso slide de Pere Mallén, el capital Hammond de Maeso y los coros de Verónica Ferreiro y Carolina García que entonan el ambiente acabando con el multitudinario coro entre público y tiempo. El viaje astral nos devuelve a la tierra y retrocedemos a los 70’s, caminamos por las calles de la Gran Manzana, visitamos las áridas tierras del sur, descubrimos nuevos parajes guiados por ese armónico Hammond, seductoras voces y ritmo progresivo, unas veces más audaz, otras más temperamental, y cabalgamos a lomos de caballos salvajes. Otro nexo común. The Rolling Stones, pasados esta vez por el tamiz de Leon Russell que deja un dulce regusto en el paladar de la perenne base rítmica: Paco Cerezo y sus endiabladas cuerdas y Gonzalo Maestre, el groove. Cual alquimista Maeso experimenta con sonidos de diversos orígenes, bebe de fuentes que puedan saciar su sed y posee una sensibilidad que le hace estar un escalón (o dos, o tres…) por encima de otros. “Someday Maybe Someday” veamos que llega a lo más alto. Algo cambiará.

22291433_1516238531776482_7469393680250461393_oComienzan los preparativos, los cambios de aparatos, y nosotros preferimos vigilar nuestro espacio a toda costa, sabiendo que un poco de aire fresco no nos vendría mal, pero cada uno elige sus prioridades, y las nuestras estaban elegidas, analizadas y asimiladas mucho tiempo atrás. Seguimos con nuestra amiga madrileña, rebobinamos las mejores secuencias, y coincidimos; hemos disfrutado. Un gran telón rojo cubre el escenario y en ese momento nos acordamos de nuestros otros amigos, de Rockpills. ¿Por un telón? Sí, es algo más que un telón. Comienzan las prisas y la toma de posiciones, se nota expectación en el ambiente, y comienza la sauna. La ocasión lo merecía. Seríamos testigos de algo tremendamente especial y singular, ya que Farris volvía en horas a casa, no viajaría por el viejo continente, y ya que estamos, permitidme que empiece con las presentaciones, algo inhabitual que raras veces hacemos, pero la ocasión lo merece. Una banda que podríamos denominar como auténtico label vasco formada por Judith López y Sara Íñiguez en los coros, los metales de Gorka Carralero (trompeta), Aratz Díez (trombón) y Willy García (saxo), Álex Blasco en los teclados, la guitarra de Álvaro Segovia y Jokin Salaverría y Natxo Beltrán al bajo y batería respectivamente. Con semejante reparto y guipn -¡PEDAZO GUION!- la obra tiene que ser un éxito seguro. Imaginaos un repertorio que transcurre entre Sam & Dave y AC/DC. Una selección impresionante, donde Farris da muestras de ser un enamorado del rock en su máxima expresión, una admiración absoluta por muchos de sus tótems, e impresionante respeto por el público. 22308701_1516238575109811_6746956656694489200_nCreo que necesitaría horas y horas para intentar transmitir una millonésima parte de lo que sentimos, para contar las constantes escalofríos sufridos, o secar las lágrimas que asomaban unas veces tímidas y otras en un sollozo descontrolado. Una noche celestial donde los sentimientos flotaban, la majestuosidad de todos los entreactos, la positividad, generosidad y valentía de Mike enfrentándose a un repertorio de enjundia junto a grandes músicos reunidos para la ocasión y afrontando la situación con oficio, sacando a relucir ese maravilloso instrumento que Dios le ha dado. La voz. Privilegiada. Maravillosa. Hipnotizadora. Como la cohesionada banda que no olvidemos unieron fuerzas para esa cita, llevaban apenas cuatro jornadas de ensayos y desarmaron al más recio con su capacidad de entrega, profesionalidad y versatilidad. ¿Esperáis el setlist? De ello se han encargado en MAZ Basauri publicando la lista, así que no puedo más que instaros a que visitéis la página, acompañados, eso sí, de buen número de pañuelos, porque es para llorar y babear abiertamente.

22281649_1516238848443117_8582676935003055565_nTan sólo ligeros apuntes. Sólo por escuchar «The Weight» con una espectacular Sara Iñiguez en duelo vocal con Farris, la sublime “I’d Rather Go Blind”, reunirte en el espacio tiempo con seres queridos cuando sonó “Into The Mystic”, o sentir la paz, soledad y el vértigo de “Helpless”… Si, lo admito, uno es un sentimental. Mike Farris también. Y generoso cuando se rindió a los solícitos gritos que demandaban el imposible que otros pensábamos. Silencio. Un foco rojo ilumina el centro del escenario. Guitarra en mano Farris se acerca, y nos obsequia con la etérea “Gypsy Lullaby”. Inmenso, solemne, lacrimógeno. Acto seguido sigue recordando su pasado, envuelve un regalo con “Boogie King” y lo entrega con “Ride The Tide”. Emocionante. Indescriptible. Al final de la fiesta se une Asier Domínguez con la celebrada y coreada “It’s A Long Way To The Top”. Aplausos, aplausos, más aplausos, elogios y ovaciones. En ocasiones hemos de llorar y disfrutar de minutos en los que se vive la pasión y se respira sentimiento y emoción. Nos habría gustado estar más tiempo junto a amigos, al menos despedirnos de aquellos que se habían volcado y nos permitieron ciertas licencias, pero la tiranía del reloj nos obliga a abandonar el lugar cual Cenicienta en una noche angelical.

Y un ángel nos acercó a casa.

Algunas de los regalos con los que nos obsequiaron

 

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