The Black Crowes: “Happiness Bastards” | GR76


The Black Crowes. Asunto espinoso. Tema controvertido, problemático y bastante irritante para buena parte de simpatizantes, aunque a un servidor nunca le ha supuesto mayor inconveniente; morboso, disonante y desafiante para el club de haters. Siempre lo ha sido, por cierto. Unas veces por sus confrontaciones con el poder establecido, otras por sus batallas internas, por su relación con la prensa o sus afrentas con insignes corporaciones, por su aparente indolencia o un avinagrado carácter que seguramente ha sido uno de los principales focos de críticas recibidas. Y conste en acta que uno no es (nada) amigo de las calificaciones de terceros, así que prescindiremos de suspicacias de ese tipo ya que no tenemos el gusto de conocer personalmente a ninguno de los hermanos Robinson, que dicho sea de paso, son los jefes y creadores de la compañía. Con todas sus consecuencias. Así ha sido y así les ha ido en ¿cuánto? ¿Treinta y cuatro años desde que pegaron el pelotazo? Con sus paréntesis y sus períodos de inactividad, con los cambios sufridos en la formación, con constantes asperezas, con sus orgullosos órdagos y sobre todo y ante todo, con una grandiosa discografía pese a quien le pese. ¿Qué han sufrido altibajos? Que levante la mano quien no los ha tenido. ¿Qué los enredos fraternales han repercutido negativamente en numerosas ocasiones? Similar respuesta a la primera cuestión. ¿Qué alguna canción o incluso, algún álbum, no ha colmado las expectativas de alguna persona? Sin comentarios. En el planeta, firmamento, galaxia o universo existe creador alguno, sea de la disciplina que sea, que tenga un impoluto muestrario de obras, si bien estos tíos atesoran una buena colección.

El patio está revolucionado con “Happiness Bastards”, eso es innegable. Se ha levantado gran polvareda con su publicación. O para ser más exactos, desde que su nueva reunión montara un gran revuelo un par de años atrás. ¿Una banda que se llamaba The Black Crowes y no era ni por asomo aquella que conocíamos? ¿Cómo…? Perdonen mi estupefacción ante las afirmaciones que se pudieron ver, leer o escuchar, pero, ¿cuál era el motivo de tal escarnio? ¿Sobre qué se especulaba? ¿Dónde se encontraba la banda auténtica? ¿Era la de Jeff Cease o la de Marc Ford? ¿La de Sven Pipien o la de Johnny Colt? ¿La época de Adam MacDougall? ¿La de Eddie Harsch quizás? ¿Acaso la alianza con Audley Freed, Luther Dickinson, Jackie Greene u otros tantos que desfilaron con los cuervos? Simplemente, y si me lo permiten, donde estuvieran los hermanos Chris y Rich que vale, sí, puede que no evaluaran el cisma que se ocasionaría entre la afición cuando decidieron excluir unilateralmente al señor Steve Gorman. Se organizó una trifulca considerable explotando, más tarde, el terremoto producido por el libro del baterista y… Más leña al fuego. Más confrontaciones. Más posicionamientos. Más tensiones y más polémicas que poco o nada tienen que ver con el Rock n’ Roll. Aun así devoramos un manuscrito que más que una biografía nos sigue pareciendo un relato de prensa rosa, aunque ni mucho menos ponemos en entredicho el testimonio de un hombre que, sí, habrá soportado manías, desacuerdos y tormentas varias de unos hermanos que han dejado tras de sí un gran reguero de damnificados. No hace falta ofrecer más detalles.

Ahora, cuando se han puesto de acuerdo a la hora de escribir canciones… Otro nivel. Al menos para quien suscribe y en cada una de sus épocas. Con sus singularidades. Con sus contingencias y sus orientaciones. Con sus ínfulas y sus libertades. Con sus preceptos. Unos cuantos años han transcurrido (si exceptuamos “Croweology” y un “1972” que era una especie de resurrección en la que homenajeaban a parte de sus ídolos) desde “Before The Frost…Until The Freeze”, la última aportación que contaba con material propio. Concretamente quince, que se dice deprisa y pronto. ¿Funcionaría el tándem después de esos años de distanciamiento? Naturalmente. Afirmativo. Su genio e ingenio permanecen cuasi intactos. Por ejemplo, el single “Wanting And Waiting” desempeña perfectamente el papel encomendado siendo una excelente bienvenida a esta etapa que esperamos y deseamos sea fructífera para los amados cuervos. Evidentemente no llegarán a las cifras de ventas de antaño porque el consumo de música ha cambiado drásticamente; los charts radiofónicos han sido relegados por los índices de streaming, las plataformas digitales monopolizan el mercado y el comercio de formatos o soportes intenta mantener la compostura en una aterradora ciénaga de arenas movedizas. Sin embargo, con canciones como la aludida, la viciosa “Follow The Moon” o el contagioso ritmo funky “Dirty Cold Sun”, el interés sobre este retorno debería obtener buenos réditos, ya sea por medio de visitas, coloquios o venta de localidades en cada uno de los conciertos que ofrezcan around the world.

Que al fin y al cabo son los mejores (o más fiables) indicadores que tenemos en la actualidad. Desde luego, el número de visitas obtenido durante estos primeros días gracias a “Happiness Bastards” en las diferentes direcciones de la banda será considerable y en cuanto a los debates, pues no vamos a estirar más la cuerda, no vaya a ser que se rompa por alguno de los extremos. El verdadero termómetro se podrá comprobar en sus shows, en un poder de convocatoria que suponemos aún no han perdido pues hablamos de una banda que ha escrito extraordinarias canciones que han marcado generaciones y hoy en día son consideradas como himnos. Tampoco hace falta mencionar títulos porque la lista podría acarrear susceptibilidades dada su extensión, ¿no? ¿Podría suceder lo mismo con “Bedside Manners”? Nadie sabe qué nos deparará el futuro, pero no cabe duda que la canción que abre el elepé tiene por delante un camino glorioso, puesto que todas sus piezas están dispuestas con gran sentido y habilidad provocando la histeria por medio de su contundente dinamismo, su frenético slide, el siempre elegante y lujurioso Hammond y unas voces celestiales que ocasionarán el síncope corporal, la escapatoria mental.

La tendencia continúa en “Rats And Clowns”, otra esclarecedora confluencia de conceptos e invocaciones que desencadena todo tipo de sensaciones entre un subjetivo déjà vu y el objetivo carpe diem manteniéndose en “Cross Your Fingers”, determinante canción en el ajuste musical e impactante en su parcela vocal. A renglón seguido, “Bleed It Dry” revela en cierta forma su perfil más canalla o cáustico emplazando al oyente en un local honky tonk mientras “Wilted Rose”, donde colabora la estrella del country Lainey Wilson, destapa su cariz más psicodélico, su idolatría por silvestres armonías y combinaciones gaseosas que conforman parte de su variopinto enjambre musical. Un vínculo que persiste en una explosiva “Flesh Wound” donde se pueden adivinar nuevos abecés en el ya de por sí colosal repertorio de escuelas y fundamentos que manejan los Black Crowes, una banda que salvaguardó el Rock n’ Roll pendenciero de la armada británica y las huestes americanas en el final y comienzo de centuria al tiempo que surgían novedosas manifestaciones que habrían obligado a hincar la rodilla a cualquiera. Pero no. Ellos confiaron en sus posibilidades y en sus soberbias (en sus variadas acepciones) cualidades sabiendo encontrar su sitio con admirables canciones que conducen al desenfreno u obligan a echar el freno. Canciones como “Kindred Friend”, el romántico epílogo de este renacimiento que inspira y convida a la concordia, al reconocimiento, a la nostalgia y a la felicidad del reencuentro. ¡Escúchenlo y posterguen los prejuicios por un instante!

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