Brother Hawk: “The Dreamer” | GR76


No podemos, ni tan siquiera pretendemos, esconder la fuerte admiración que sentimos por Brother Hawk, una banda que trasciende al rock, una banda que obtiene límites insospechados de espiritualidad gracias a un cancionero profundamente inspirador. Ahí radica una de sus principales virtudes, en las canciones. Quizás la mayor dificultad para cualquier músico sea trasmitir emociones con sus obras, y estos tíos, bajo nuestro punto de vista, lo consiguen en la práctica totalidad de sus arreglos, lo cual no deja de ser una meritoria labor. Por varios motivos lo venimos defendiendo desde hace años. Porque el encasillamiento habitualmente utilizado para concretar los diversos talantes de otros artistas, poco nos puede asistir en este caso, ya que la polivalencia de la banda impide en cierta manera asociar opiniones incluso posibilidades, y a un servidor le viene de perlas pues no es muy amigo de las especulaciones o fronteras.

Porque sus canciones (volvemos con ellas) son sentimentales, son orgánicas, son motivadoras y positivas llevando a niveles tridimensionales, hablan de lo divino y humano y con muchas de ellas podrías alcanzar con la yema de los dedos o la conciencia el ansiado clímax. Y porque, cada uno en su posición, son unos músicos extraordinarios que han creado su peculiar e inconfundible sello, algo que hoy en día resulta bastante complicado, casi tanto como tener firmada una buena colección de creaciones, y no creo que con tal afirmación estemos desdeñando otras ofertas del mundo discográfico reinante. Simplemente valoramos con mayor motivo al cuarteto georgiano que, una vez supimos su intención, inmediatamente teorizamos sobre su interior.

Su título, “The Dreamer”, algo más que un simple título. Una búsqueda, un encuentro, una intención, una actitud ante la vida, un enunciado que engloba fundamentos en los que unos amigos de juventud, JB Brisendine (cantante y guitarrista) y Nick Johns-Cooper (organista y corista), establecieron las bases para convertir esa amistosa alianza en banda de rock n’ roll. Más tarde llegaría James Fedigan (bajista) y el puesto de retaguardia, o sea, la batería, ha tenido unos cuantos inquilinos hasta el propietario actual, Sean Bruneau. En su momento JB Brisendine declararía que “The Dreamer” era un homenaje a su padre, un disco que en su concepto literario trataba sobre la pérdida, sus consecuencias y el hallazgo de nuevas realidades, y por circunstancias como esas amamos a Brother Hawk. Por su humanidad. Por su sensibilidad, sus códices y sus códigos, por la épica contenida en canciones como la titular que provoca un nudo en la garganta o “Southern Sun”, el single aparecido con anterioridad al lanzamiento que trazaba nuevas líneas.

También publicarían, pero con unos años de antelación, “Like Water”, incluida en el epé “Big Trouble Sessions” donde simultaneaban un par de adaptaciones con otras tantas originales que posteriormente reeditarían añadiendo otra pareja más. Por cierto, muy recomendable también. Pero ahora debemos atender a este Soñador con el que Brother Hawk nos vuelve a maravillar, ya que el aliento, el ímpetu y la nostalgia siguen tan presentes en sus postulados como el infinito rock que practican. Un rock intenso, híbrido y tenaz mantenido desde la partida por medio de “Love Made Us”, representativa sinfonía que estremece por los múltiples recursos utilizados, por los turbadores tambores, una enfática guitarra y un bajo aglutinador, por los crepusculares armonios marca de la casa. No debería haber inquisiciones o puntillosas conjeturas al respecto, porque su volumen instrumental o su olfato creativo son perfectamente identificables sin que ello pudiera ser considerado como una sombra o muestra de estancamiento.

Siguen firmes en sus convicciones sondeando la naturaleza y los sentimientos del ser humano, arrinconando el pesimismo y suministrando optimismo con prodigiosas estructuras sensoriales como “Beyond The Blue” en las que voces subterráneas invitan al abrazo mientras “Washed Away” o “Safe Passage” son dos acoples que personifican en una efectiva armónica deudas y cortesías. En esta ocasión, el trabajo de grabación ha sido más exhaustivo, puesto que su método habitual iba por otros derroteros. Hasta hoy priorizaban la conexión de la banda, la unidad del conjunto y la magia conseguida cuando los integrantes funcionan como si estuvieran actuando en directo aunque posteriormente tuvieran que dedicar algunos minutos a la producción. Ahora han invertido más tiempo en el estudio West End Sound, y sin duda alguna, el mayor beneficiado de esta nueva disposición es un larga duración construido bajo las acostumbradas directrices de Brother Hawk y una serie de inusitadas variantes que deberías descubrir en primera persona.

Como las novedosas maniobras ya comentadas de “Southern Sun”, como “Red Door Sunrise”, una especie de cortometraje instrumental que nos podría situar en espacios abiertos de la estepa junto a chamanes e indígenas o como “Under The Rain”, que si bien conserva en su desarrollo la magnitud sistémica de la banda, incorpora precisos ajustes que incrementan su dimensión mostrando, de paso, una sólida categoría musical que refinada revierte en el escalofriante tramo final. Dos atenciones. Dos canciones. Dos agradecimientos. En primer término, un transparente piano descubre “The Mother”, que pocas explicaciones necesita más allá de su epígrafe, y en cuestión de segundos una afligida voz se revuelve entre nubes de algodón, entre afilados riscos y tornasolados atardeceres custodiados por una orgullosa guitarra que son la antesala a la despedida. Otra seña de identidad en el protocolo del amigo JB en cuanto a finitos y confluencias, en cuanto a cultos e inercias. Si el melancólico recuerdo a la figura materna había agrietado corazones, “The Dreamer” no puede sino invocar a la paterna, la soberanía del rock y el poder de la palabra, que en definitiva son los principios de una banda relevante y reveladora: Brother Hawk. Atiende “The Dreamer”, hazte un favor.

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