Un gran trabajo. ¿Extraordinario? Quizás. ¿Impresionante? Seguramente. Por regla general no solemos comenzar estos ensayos con tanta rotundidad o tanta diligencia, pero después de escuchar detenidamente el último disco de DeWolff, pues qué quieren que les diga. Ha sido lo primero que ha venido a la cabeza. Fulminante, instantáneo. Como “Love, Death & In Between”, pese a intuir que es un disco bastante concienzudo y detallista en su proceso de gestación y montaje posterior. ¿Un disco para dar el definitivo tirón? Posiblemente, quién sabe. Hasta ahora estaban en un segundo, tercer o cuarto escalafón rindiendo, eso sí, a buen nivel, obteniendo óptimos réditos y meritorios consensos sobre su conspicuo material o sus shows, sus grandes credenciales. Sin embargo algo nos dice, ya sea presentimiento o absoluta convicción, que este lanzamiento será su consagración. Del nivel de ventas y todas esas cuestiones hablaremos en otro momento, porque no somos expertos analistas del mercado y por lo tanto es un terreno resbaladizo e inaccesible para quien suscribe. Aun así, podemos constatar que los hermanos Luka y Pablo van de Poel (baterista/cantante y guitarrista/cantante principal respectivamente) y Robin Piso (organista/corista) han acumulado un valioso patrimonio de nociones, sentimientos y canciones en su sondeo particular.
Y en esta ocasión no han escatimado esfuerzos ni recursos, puesto que para conseguir la sonoridad que requería esta nueva tentativa debieron recurrir a vientos, a percusiones, a voces y a cuerdas que proporcionaran el vergel de emociones condensadas en la concordia del rhythm and blues, en el estremecimiento del soul, en la introspección de la psicodelia, la sugestión del blues o la soberanía del rock, si bien se podrían invertir cualquiera de los valores o las posiciones. Y vaya si lo han conseguido. El esplendor, queremos decir. No hay desperdicio. Hay ambición y una docena de canciones brillantemente registradas en capilla junto a varios amigos en algún lugar de la Bretaña francesa el verano pasado, concretamente en el estudio Kerwax de la localidad Loguivy-Plougras.
Hay un sensible cambio de compostura con respecto a sus anteriores lanzamientos, y eso se percibe en los adelantos publicados y en los detalles compartidos con anterioridad a la fecha de lanzamiento, en el trabajo gráfico, en su disposición ordinal, en su cardinal regulación. Se percibe desde la interpelación inicial de “Night Train” y su estimulante destello groove hasta las postreras resonancias psicodélicas de “Queen Of Space & Time” pasando por el conjunto de anuencias y metamorfosis descriptivo del maremágnum musical de estos tíos, o cuanto menos del carácter de una obra que no deberíamos olvidar está inspirada en el místico sortilegio experimentado por Pablo en una ceremonia religiosa en la Iglesia de Al Green en Memphis, Tennessee.
Y en ese contexto, o mejor dicho, a raíz de ese contexto, se va tejiendo la historia de “Love, Death & In Between”, un disco de implícito enunciado y expresiva conducta. Un disco que sigue proyectando en todas sus melodías y armonías buena parte de las propiedades de la celestial música afroamericana así como suficientes evidencias de su apego por la psicodelia o el clásico e imperecedero rock and roll. La segunda en discordia, “Heart Stopping Kinda Show”, es un claro ejemplo de esas filiaciones con sus bellos aderezos corales, su métrica decidida, sus vientos concisos y un aire a la vieja escuela que guiará inconscientemente a más de una persona hacia alguna bahía pacífica y si me permiten la licencia, a alguna pradera toledana también.
A continuación aparecen sugerentes y elegantes “Will o’ The Wisp” y “Jackie Go To Sleep”, dos ensoñaciones souleras en las que los armonios del señor Piso interceden siendo el preámbulo de “Rosita”, soberbia pieza de dieciséis (descomunales) minutos de duración donde la voz rugosa de Pablo dirige, cual chamán, una electrizante sinfonía de interludios varios y otros tantos donaires cuya intención no es otra que los prosélitos y penitentes logren la redención. Una canción para estrujar el subconsciente y cruzar el umbral con la compañía de camaradas a ritmo de setentera psicodelia, alusivos ajustes y gospel espiritual. Una auténtica barbaridad.
Después de la tormenta llega la calma. Después del fastuoso manual de abecedarios, tiempo para la evocación, tiempo para acariciar la esbelta silueta de una guitarra y dedicar unos minutos a la piedra angular de este ecosistema universal. Turno para los carismáticos doce compases, turno de “Mr. Garbage Man”. Poco más podemos decir sobre sus hechuras o límites salvo que es un racial y sugerente blues, una gigantesca tela de araña tan consistente como las reminiscencias de “Counterfeit Love” o las potenciales alternativas de “Message For My Baby”, canción que resucita antiguos decálogos introduciendo nuevos estándares siendo, en esencia, una garantía de aclamación dado que en ella despunta el impetuoso funk y sus múltiples bondades.
Obligado paréntesis para la cautela, la voluntad o el amor con dos inequívocos títulos como “Gilded (Ruin Of Love)” y “Pure Love”. Ambas sintomáticas, ambas conservando la calidez del conspicuo soul; ambas canalizando romanticismo, avivando pasiones y formando un escalofrío que recorre la médula espinal cuando los arrullos o las sentencias resquebrajan la piel, cuando los metales conquistan el silencio o cuando el inmaculado Hammond procede resolutivo y permeable junto al resto de elementos como la camaleónica guitarra de Pablo o los incandescentes tambores de Luka que laten, pugnan y equilibran. Dos arquetipos con los que podrían aflorar un sinfín de referencias, pero será mejor que las descubra o empareje usted en primera persona, puesto que no hay mejor valoración que la propia. Como colofón, aparece de nuevo el hilo conductor del elepé por medio de “Wontcha Wontcha”, fusión de beligerantes rítmicas y percusiones caribeñas que impulsan al jolgorio y a la excitación física incluso evaporación mental que asistirá de nuevo con perspicacia en “Queen Of Space & Time”, el tántrico ocaso de un disco esmerado, empírico, entusiasta, espiritual, embriagador.