Sandford Music Factory: “Altospeaker” | GR76


Al margen de gustos personales, apegos o inclinaciones, poca gente podrá negar que una de las últimas épocas doradas del Rock (o última quizá) fue aquella que transitaba entre distritos húmedos de Seattle y áridas extensiones de Coachella. Aunque las coordenadas geográficas cambiaran, el Rock se manifestaba rebelde en ambos escenarios. Crudo, impulsivo, demandante, subterráneo y con la atracción suficiente como para considerar el o los movimientos de los que hablamos, revolucionarios. Seguramente no haga falta mencionar ni las escenas ni algunos apellidos representativos de ellas, aunque como en todos los azares de la vida, habría gente que no entendiera esas propuestas. Gente escéptica ante nuevos métodos que no dejaban de ser evoluciones de conocidas escuelas; gente escaldada ante la avalancha de nombres y bandas que copaban las emisoras de radio, algunas cadenas de televisión especializadas o las páginas de diversas publicaciones de papel que eran, fundamentalmente, los medios disponibles para seguir la actualidad musical a finales del siglo pasado.

Y aquí, en este punto, en este encuentro de variantes, corrientes o naturalezas, hay una banda ferrolana, de San Sadurniño para ser más exactos, que recientemente ha publicado a través de Radix Records un excelente disco que salvaguarda el espíritu de décadas pasadas demostrando, de paso, sus impulsos creativos. Sandford Music Factory es la banda en cuestión, el álbum se llama “Altospeaker” y ese talante artístico al que nos referimos es y ha sido su rasgo más significativo durante su sacrificada peregrinación, no hay duda. Categórico, alternativo y desahogado Rock. Tampoco descubrimos la ley de la gravedad. Por otra parte grave pudo ser, o cuanto menos una amarga disyuntiva, verse obligados a sustituir el antiguo alias (relevante y revelador) por el actual debido a una serie de cuestiones legales que lejos de ser un inconveniente, se convirtieron en acicate. Una vez cicatrizada la herida, siguieron adelante y han realizado una compacta y competente discografía que llevaban tiempo sin actualizar en cuanto a nuevas composiciones, ya que su última aportación, “Jofre”, era una actuación acústica en vivo precedida a su vez de “Natural Behavior”, ejemplar publicado en 2015, así que recibimos la novedad con apetito y sumo placer.

Sabíamos de las intenciones de Miguel Anxo (baterista), David (bajista), Fernán (cantante y guitarrista) y Xurxo (guitarrista) así como de su calidad e intuición, pero… Pero el disco supera las expectativas creadas siendo un avance más en su estudio colectivo, una búsqueda más del ansiado nirvana conceptual, un dominante agujero negro invadido de interrogantes, pérdidas y urgencias, un manual de esfuerzos más a añadir a su vía crucis particular. Su interior, aparte de la conducta esgrimida anteriormente por el cuarteto, adquiere vertiginosas cotas de vaivén mental y corporal, caso del single “Blind Spot” donde se aprecia la pluralidad de fundamentos sonoros que paulatinamente abastecerán el resto del elepé, o caso de la inmediata e instigadora “Into The Sound” que mantiene mayor afinidad hacia los recónditos desfiladeros de los noventa gracias a unas guitarras que se multiplican en el espacio, gracias a una cadencia intensa y adictiva, gracias a un trabajo vocal decidido y caprichoso. Y la nostalgia por décadas pasadas no debería porqué trazar límites a la imaginación. Hay que desprenderse de algunas cadenas. Hay que sentir la versatilidad de “Chains”, un arrebato que, pese a un conmovedor inicio, provoca y percute con insistencia canalizando la supuesta cólera reinante sin dejar títere con cabeza. Hay que seguir examinando las canciones.

Este comienzo refleja la tenacidad y seguridad de los implicados en todas las materias relativas a la composición, a la producción, al rumbo, al peso instrumental, al carácter, a la carga lírica, a los ajustes y demás ingredientes como el grafismo. Brillante, por cierto. Eficaz, cautivador y reluciente (labor de Guillotina Estudio), convirtiéndose en perfecto complemento visual para una obra rabiosa, expresiva y notable por todo cuanto ya hemos señalado y porque en su configuración hay diversos detalles que orientan hacia inesperados confines, esclareciendo así parte del camino tomado en esta ocasión. Que, aun estando plagado (el disco) de estímulos ya cristalizados, aborda con solvencia nuevas vicisitudes y nuevos campos por explorar. Ahí están títulos como el propio “Altospeaker”, síncope instrumental de taxativo acento underground que cierra el trabajo, “Empty Choice”, excitada exclamación que derrumba muros y plantea interrogantes introduciendo sutiles atenciones (válida cualquier acepción) y otra magnífica canción con evidentes síntomas de dedo acusador como “Y.O.U.”, o “Lemon Flavour”, o “White Light”, la más distendida del paquete, lo cual ni mucho menos significa que bajen de revoluciones, o “Butterflies”, la canción que uno quería dejar para el final pues entiende que su título es algo más que un simple enunciado. Podría ser una paradoja, un sentir o una escueta alegoría, ¿quién sabe? Bueno, ellos lo saben, y nosotros (pre)suponemos que es su compromiso, su perseverancia, su identidad.

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