Parece que va de números la cosa, puesto que después de cuatro años, dos de ellos con los grilletes, las persianas y las dificultades derivadas de un despótico número primo, el cuarteto gaditano acaba de firmar su cuarto ejemplar. Aunque la cuestión numérica se zanja aquí, porque pasamos de ese jodido virus y porque no somos tan osados como para valorar “Apache” con una tan solo escueta cifra. Varias razones podríamos indicar para justificar ese proceder, pero por resumir y no machacar con manías personales, bajo nuestro punto de vista y en cuestión musical, las notas más fidedignas son las que surgen de las incisivas guitarras, de la envergadura métrica, de las atmosféricas esferas o de las profundas gargantas. Curiosamente, características que definen la música de The Electric Alley, una formación que golpe de riñón ha conseguido cierto status traspasando fronteras, batiéndose el cobre en comprimidos garitos o glamurosos festivales y que a raíz del concurso internacional Villa de Bilbao (¡qué edición la de aquel año, y cómo se echa de menos ese certamen!) quedó registrada en nuestra agenda particular.
Y los tíos persisten con su consistente rockandroll reforzado con elementos hardrock y una idea muy clara respecto a sus objetivos tras haber superado dos (vaya, volvemos con los guarismos) episodios un tanto desafortunados como fueron la frustrada publicación de un disco en directo por problemas técnicos (tarde o temprano llegará), o la amarga sensación de verse abandonados en una solitaria cuneta de cualquier carretera secundaria cuando les prometieron viajar por amplias arterias principales. Vamos, la recurrente fábula de los panes y los peces que tan solo es una artimaña para disfrazar muchas carencias y que lamentablemente sigue vigente con circunstanciales trileros. Pero aquí hay casta, aquí hay coraje, y en lugar maldecir el infortunio o arrojar la toalla, deciden grabar ese material que debía haber sido apadrinado por otros, no por ellos mismos. Por otra parte, algo que estaban acostumbrados a realizar desde los albores de su proyecto. ¿Y qué encontramos? Canciones rotundas que rompen el corazón como “What’s Going On”, canciones redondas con pegadizas melodías tipo “All The Way”, canciones que nos dirigen a penitentes intervalos como la contundente despedida “Bliss”, o canciones que nos podrían situar en cualquier punto del planeta como “Hurricane”, porque…
Porque el rockandroll no entiende de fronteras pese a que sus orígenes estén contrastados y suficientemente explicados. El rockandroll no entiende de idiomas porque utiliza un lenguaje universal, y estos andaluces dejan claro desde el inicio, desde la canción que sirve de título, que utilizan el énfasis adecuado tanto en el aspecto lírico como en el revestimiento instrumental evidenciando en el transcurso del elepé la competencia de su discurso. Las cuerdas vocales de Jaime Moreno asombran por su indiscutible fortaleza y una espaciosa tesitura que se amolda perfectamente a cadencias contenidas como “Fireworks” o movimientos más expeditivos como “Son Of A Gun” en los que sus compañeros, Sergio Reyes al bajo y Rafa González en la batería más las cabriolas guitarreras de Nando Perfumo vienen a certificar el músculo y madurez de una escuadra cuyo radar recoge multitud de ascendencias incluso procedencias. No cabe duda que muchos de esos influjos son mencionados por la mayoría y podría ser factible que coincidiéramos en varios de ellos, así que nos ahorraremos los largos trayectos y nos quedaremos en Santander, Oviedo, Barcelona, Zaragoza, Madrid, Alicante, Murcia, León, Vigo o Bilbao, que raras veces aparecen en estos apuntes y no está mal tirar del kilómetro cero. Que dicho sea de paso, goza de buena salud y apenas unos meses atrás procedió como tabla de salvación para todo un entramado que suspiraba por instantes de locura transitoria (“Make It Through The Night”) o saunas (“One Lasting Light”) beneficiosas para cuerpo y mente. Pues esa sensación purgadora encontrarás en “Apache”, un disco donde sí, las guitarras tienen un peso específico, los ritmos son destacados y el conjunto coral es más que meritorio. The Electric Alley, luego no digas que no te avisamos.