Los madrileños The Flamingos Bite tuvieron la oportunidad de contar el año pasado con la colaboración de uno de sus múltiples referentes en “North Bridge”, una de las canciones que componen su segundo elepé: el californiano Ken Stringfellow (The Posies, R.E.M., White Flag, Big Star…), un hombre de gran vitola, un músico apreciado y requerido visto su vasto curriculum, un auténtico trotamundos. Pinta bien la cosa. Comenzando así, nada podría salir mal. Y una vez escuchado el resultado, no solo de ese single, sino de “Big Little Town” al completo, podemos decir que los chicos se han currao un disco maduro e interesante en cuanto a melodías, en cuanto a simetrías, en cuanto a solidez, en cuanto a fundamentos y en cuanto a sistemas. En realidad su orientación musical poco ha variado desde que los guitarristas David Aldave y Carlos Gómez unieran fuerzas tras el regreso de Escocia del segundo la pasada década, continuando por la misma vereda de su primera composición, el single “Faded”. No obstante, en estos ocho años han ido introduciendo diferentes sazones a su recetario, han editado una buena colección de singles, EPs, y un fino LP, han colaborado con Carolina de Juan (Morgan), han girado con Paul Zinnard y se han labrado una buena reputación en el circuito madrileño y zonas limítrofes, frecuente centro de operaciones.
Y por si fuera poco, en este disco añaden otra canción compartida, en este caso con Junior McKenzie, alter ego del castellonense Juan Fortea que interviene en “Daniela”, romántica serenata heredera de la ruta americana en la que las armonías tienen un papel fundamental. Sí, es una de las características más significativas del género, y podemos encontrar un sinfín de bandas que se desenvuelven muy bien en este terreno, pero ya que estamos con los flamencos, lo destacamos. En caso de no contar con demasiadas referencias sobre la banda, podemos añadir que, tras diferentes alineaciones, completan el cuarteto Carlos Gómez y Guillermo Molina al bajo y batería más teclados respectivamente, indagan constantemente en los subterráneos sustratos del universal rock’n’roll, moldean sus gargantas y afinan sus instrumentos en beneficio del conjunto y por supuesto, en beneficio de un público que debe crecer con dádivas del calibre de “Mourning”. Por algo se puede escuchar la canción en dos actos, en dos versiones. La bienvenida y la despedida. La oficial y la alternativa. Dos corrientes como otras tantas tiene un disco que no solo muestra su simpatía por las anuencias americanas (“Roads”), sino que destila vapores británicos (“Done For A While”), surfea tubulares oleajes australes (“Nightcrawler”) y hasta irrumpe con entusiasmo en anocheceres o amaneceres mediterráneos (“Big Little Town”). Pero como toda apreciación, estos pareceres son tan frágiles como personales o parciales, por lo tanto lo mejor que podrías hacer es escuchar este cedé que por cierto, próximamente estará disponible en formato analógico, lo cual es una buena noticia para los coleccionistas y amigos del vinilo. ¡Ah! Para la ocasión recuperan viejas estrofas que trasfiguran en un tono más íntimo y acústico (“Demons”) en uno de esos instantes proclives al arrumaco, ya sea consciente o espiritual y blanden con seguridad las guitarras (“Pics From The Path”) en un ritmo mantenido por una efectiva línea de bajo, un péndulo percutor y unas voces imperantes, que no es sino el proceder de The Flamingos Bite.