Sertucha: “Horizonte” | GR76


Si nadie pide la palabra o alguien alza la mano apostillando lo contrario, Milanamúsica Records concluirá el presente curso donde todo comenzó. Mejor dicho, y aunque el dónde se intuya también, con quien comenzara esta aventura a principios de año, cerrando así un meritorio círculo de recuperaciones, incorporaciones y asombrosas novedades. Esa es la característica de los 360°. Ese es el secreto de la parábola. Cuando cerramos un círculo (mejor dicho, una circunferencia) volvemos al punto inicial, y si esa esa forma la trasladamos a las tres dimensiones, hallaremos otra esférica como la tierra, aunque haya gente obstinada en defender que es una circunferencia (mejor dicho, un círculo), una planicie, un infinito lineal, que es en realidad ese punto donde confluyen diferentes ángulos y diferentes ensueños: el horizonte.

Diversas acepciones guarda el término y diversas reflexiones pueden nacer a partir de su simbología, siendo parte de esas conjeturas las premisas del ensayo poético “Horizonte” (Canalla Ediciones) del escritor/periodista/redactor bilbaíno Kepa Arbizu publicado poco antes de que estallara la hecatombe mundial. En esa época de dudas, esperas y huidas de infausto recuerdo, el señor Aritz Sertucha encontró refugio en las páginas del libro. Mejor dicho (ya van cuatro) en sus estrofas, en sus aristas, vértices o quicios representados gráficamente en la cubierta de este círculo narrativo. Círculo como tendencia y como atributo. Triángulo como alegoría. Puntos y líneas como perspectiva. El horizonte marca el rumbo como una brújula marca el norte, y este “Horizonte” marcó de tal manera a Sertucha que tuvo la necesidad de sonorizar alguno de sus fragmentos viendo que se complicaban las presentaciones del elepé “Cuando suba el Río” por mor de las medidas, las periferias, las trincheras y las condiciones, y porque los poemas de “Horizonte” tenían ritmo y escondían melodías.

Sus poesías fueron la pregunta y a la vez la razón, pues la obra, que hablando de estrenos era el ídem del señor Arbizu como autor al margen de sus colaboraciones en distintas publicaciones, tiene un irresistible poder absorbente y desarrolla una serie de sentires de recomendable lectura. Igualmente es una de sus adaptaciones, una de las representativas imágenes del horizonte que si bien en el relato original luce un “Brillo” nominal, aquí encarna un sugestivo “Amanece” de creciente ejecución equiparable al enunciado, elegante diligencia y resonante slide que escuchamos en primer lugar pese a que paradójicamente (por aquello de la aurora) no sea la encargada de dar la bienvenida. Esa función recae en “Misterio”, un nostálgico y excitante ritmo que sin duda pone las pilas por sus afinadas distorsiones y sus reverbs abismales que galopan salvajemente entre su cadencia, su sincronía, su demanda, su conmovedor aderezo, y un sinfín de carismáticos vínculos que estimularán lo suficiente como para seguir la tarea.

Tras solitarias pruebas e intentonas voluntariosas, y tras el pertinente consentimiento de su autor, nace la segunda ponencia de un tipo observador como Sertucha en doce meses. Un extracto que debía tener un tratamiento minucioso y específico. Cómo y dónde era prácticamente definitivo. Ahora, hacía falta saber cuándo, ya que era una incógnita con el panorama que imperaba, pero finalmente se pudo registrar en un laboratorio de la talla de GuitarTown Recordigs junto al insigne Hendrik Röver y sus camaradas Goyo Chiquito y Toño López-Baños. Un equipo de campanillas. Mejor dicho (ahora son cinco), un equipo ganador. De ello hemos hablado regularmente desde que supimos sus intenciones, y hasta el propio interesado nos confirmaría a pocas horas de entrar en el estudio cántabro allá por fechas primaverales, así que conocidos los artífices, faltaba comprobar el resultado del que pocas dudas había sobre el rango que adquiriría.

¿Habría imaginado Kepa Arbizu alguna vez que sus letras fueran notas? No lo sabemos, pero por descontado esta metamorfosis debe ser una valiosa alhaja para un melómano como él. Las “Estatuas de Papel” establecen inconfundibles ecos americanos mientras los recuerdos enmarañan la mente y de repente, una armónica disoluta remite a empedrados acantilados irlandeses. Escena introspectiva, contexto que se puede manifestar tornasolado, tormentoso o atormentado, efímero o prolongado. La contemplación del infinito entraña vacío psicológico y hay canciones que acompañan en esas circunstancias; este selectivo conjunto de emociones las contiene. Canciones como la delicada “Niebla” que reconfortan no solo por la lírica, sino por la acústica formada por su húmeda presencia. Canciones que demandan la necesidad de ver el “Sol” después de una colérica tormenta, o quiméricas sensaciones por poder escuchar el “Mar” desde cualquier lugar, algo que reproduce fielmente la escurridiza y precisa guitarra del señor Röver. Y hay combinaciones, por supuesto, en esas tres bases diseñadas por Joss Mayoral sobre una fotografía de Julher Lemreh que no deberíamos olvidar, porque son pasado, futuro y presente. Son salud, amor y libertad. En definitiva, son el “Horizonte”.

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