Desde que semanas atrás Kafe Antzokia retomara la actividad, sus gestores han venido programado una serie de conciertos con un común denominador: la escena local. Algo comprensible, que alguien pensará, dada la rica variedad de bandas de toda índole y naturaleza de la que podemos presumir en el botxo y alrededores, y teniendo en cuenta el inmenso atasco que parece no estar solucionado aún. Lamentablemente, los aplazamientos o cancelaciones que fueron el pan de cada día siguen al acecho, siguen dando el coñazo, siguen insistiendo con crueldad. No con la inclemencia sufrida estos últimos diecinueve meses, y aunque en el horizonte se vislumbraba algún rayo de sol, todavía se dan casos. Todavía cargamos este castigo sobre las espaldas, y las diferentes organizaciones o agencias dedicadas a firmar giras, negociar conciertos, suministrar material o vender sus servicios no encuentran una rama donde agarrarse tras el desafortunado naufragio. Por nuestra parte, hemos procurado apoyar al sector acudiendo a cuantos conciertos hemos podido, que no siempre, aun viviendo una época en la que se contaban con los dedos, podemos corresponder.
Pero este viernes 26 de noviembre se presenta una oportunidad de cuasi perentoria asistencia. Este viernes habrá que dirigir los pasos al querido Antzoki, pues hay preparada una velada de absoluta expansión (en todos los sentidos) a eso de las 22:30 de la noche. Una velada para calmar la angustia y agitar el esqueleto, cantar, traspirar, también llorar, de emoción o alegría, y disfrutar con Mississippi Queen & The Wet Dogs, una formación a la que tenemos, perdón debemos cuidar y querer por algunas razones a tener en cuenta.
Una: La más veterana, la que nos ha acompañado en estos años y nos ha situado en sus mismas coordenadas desde un primer momento.
Dos: Su música. Fundamental. Si no hubiera afinidad, no habría seguimiento, elemental.
Tres: Que va estrechamente ligada a la anterior, a la primera y es consecuencia de las posteriores. Su dinámica combinación de ritmos bailables, su poderoso soul, su rítmico funk, su orgánico rhytm&blues.
Cuatro: Gracias a esa fórmula han visitado bastantes rincones, participado en selectos certámenes y obtenido algún que otro galardón, como el logrado el fatídico año pasado en Galicia entre cuatrocientas candidaturas recibidas.
Cinco: Si después de estos años peleando en todo tipo de escenarios y en todo tipo de circunstancias vamos a perder el tren, va a ser que no.
Seis: En sus filas figura y ha figurado gente apreciada, demostrando con ello que su calidad humana va en relación a su calidad musical.
Siete: El día de la presentación en este mismo recinto de “Try Me”, su debut discográfico, una inoportuna dolencia crónica nos impidió estar presentes, y sabiendo que además Inés tuvo una deferencia hacia nosotros, teníamos esa pequeña deuda pendiente.
Ocho: Ya que nombramos débitos, tres meses atrás estuvimos sentados y amordazados frente a Mississippi Queen & The Wet Dogs, que no estuvo nada mal, por cierto. Afortunadamente las butacas pasan a mejor vida, si bien es cierto que debemos seguir respirando tras la blasfemada celulosa (que a uno no le hace especial ilusión).
Nueve: Sabiendo cómo se las gastan, es muy probable que algún as guarden en la manga, así que no se lo piensen demasiado.
Diez: Lo vamos a pasar pirata, rodeados de amigos, amigas y gente afín en terreno favorable.
Once: Aunque el resto de bandas lo merezcan, sean del norte, del sur, oriente o poniente, reiteramos nuestro apoyo y atención hacia las bandas locales, sea cual sea la situación o sea cual sea el contexto.
Doce: Ni mencionaremos la posibilidad de un aplazam… Hemos dicho que no lo mencionaríamos.
Trece…
Uno de sus últimos shows tuvo lugar en un entorno bucólico como el Auditorio Torres Oscuras de la localidad jienense de Torreperogil, donde se programó una edición especial del longevo (y muy recomendable) Frank Rock&Blues Festival