Garbayo: “La Onda Expansiva” | GR76


Aún guardamos fresca en la memoria la fuerte inyección de adrenalina administrada por unos muchachos como los getxotarras Zodiacs. Desvergonzados, cáusticos, joviales, impulsivos, combativos y totalmente recomendables en sus enérgicos oficios. Armaban unos pitotes de cuidao, y el boca oreja entre quienes se presentaban y quienes se presentarían funcionaba con suma fluidez. Lástima que aparcaran la furgoneta en algún desolado solar, pero afortunadamente parte de esas emociones siguen vigentes en la aventura iniciada con “Sonido Forestal” por quien fuera su líder en fechas otoñales de 2018. Han pasado tres años y estamos en otoño otra vez. Más apático por todo cuanto nos rodea, más irritante por la voluble actualidad, más tortuoso y menos productivo en cuanto a confluencias rockanroleras, sin embargo las novedades musicales mitigan en parte ese ostracismo circunstancial en el que hemos estado sumidos. La onda expansiva de este galimatías está resultando mucho más martirizante y gigantesca de lo que habríamos imaginado, y tal vez sí o tal vez no, vaya usted a saber, el nombre del nuevo disco de Garbayo vaya en consonancia a ese caótico estado.  

De todas maneras, esa “Onda Expansiva” a la que hace alusión este nuevo reto patronímico se presiente como un concepto gráfico, una idea que actuará como nexo de unión entre las situaciones planteadas. Fuera como fuera, y a pesar de esa observación personal (e intransferible) basada tan solo en el encabezamiento o en el sentido etimológico del término, el habitual tono desenfrenado y vacilón del rubiales sigue patente en su desinhibido punk disfrazado de poderoso pop y callejero rock’n’roll que podríamos variar de posiciones en función de las propias composiciones, pues la exacta catalogación de su compostura como si de un elemento químico se tratara podría no ser muy atinada. Esa estrecha relación entre uno u otro género la hallamos en la primera ráfaga que tiene la sugestión necesaria para seguir explorando minuciosamente este incendiario material: “Delincuentes Románticos”, un conciso prólogo plagado de exclamaciones, vocablos, frecuencias y secuencias que irremediablemente convergen en el amor. Al igual que no hace falta ser un bocachanclas o un sobrao para defender posturas críticas, no hace falta ser un cremas para cantar al amor, porque, aparte de ser la respuesta (como dice en alguno de los pasajes) es el acicate y el motor de nuestra existencia.

Acto seguido alterna los néctares en “Maquinarias Engrasadas”, siendo la lírica más incisiva y más tierna su melodía, lo cual ni mucho menos significa que bajen las revoluciones. Ni se contempla, se concibe o se espera en su abecé particular, pese a que en ocasiones ambos principios pudieran ser proclives al arrumaco y alguna lágrima recorriera las “Mejillas”. Por cierto, en esta última, que no es precisamente una carta sentimental al uso, el amigo Pit Idoiaga, si bien ya habíamos distinguido su característica guitarra, muestra con urgencia unas credenciales que serán profundizadas a lo largo del elepé. En ese sentido señalaríamos los instantes de “Gato!”, una histriónica historia con shuffle británico en la que los tambores de Javi Estrugo juegan también un papel fundamental, el underground de espuelas y sombrero de cowboy “Psicofonías” donde Lander Moya percute las cuatro cuerdas con equilibrio y gracejo, o la densidad atmosférica diseñada en “Me aburre la Lluvia”, canción llamada a ser una explosión en directo no solo por el efervescente arreglo instrumental de Pit o su envolvente inercia, sino por los variables registros vocales entre la desesperación y la complacencia y un ‘Nah, nana, nana…’ central que nos resulta tan electrizante como el propio solo de guitarra.

Puede que “Esperando el Fin del Mundo” sea un pensamiento fundado, una simple consecuencia de la ansiedad global, o el mensaje que, envuelto en boleros neoyorkinos, creíamos más cercano a la idea que desarrollaría, pero indiscutiblemente es una pieza sustancial de este nuevo volumen registrado en El Submarino Records de Mungia y publicado en Oso Polita. ¿El rapapolvos? ¿La moraleja o tal vez el cordón umbilical? Conclusiones; fantasías, ambivalencias u opiniones que nos sugiere un disco donde el cometido descriptivo se acopla perfectamente con el expresivo y que, obviamente, aconsejamos no deberías dejar escapar, porque descubrirías, entre muchos encantos ya descritos, el recóndito romanticismo de “Gran Gorro de Paja”, la latente independencia de “Un Fantasma” o la contagiosa vitalidad de la paranoica deferencia con el señor de las tinieblas y sus compañeros en “Iron Man (Menear el Cuerpo)”, algo que por otra parte no dudamos harás sin mayores complicaciones. Menear el cuerpo, y ya de paso, remover la mente, estimular el alma, revolucionar la glotis. Resumiendo, el ánimo del rock’n’roll y, naturalmente, el intrínseco aliento de un trabajo que una vez asimilado en los dominios domésticos, deberemos catar en las distancias cortas, o sea, en los escenarios, esos objetos de deseo que hemos echado en falta, sí, pero la tendencia de las últimas semanas supone una anhelada y alentadora noticia. Se despeja la apatía, se remienda el desaguisado, se divisa el horizonte con “La Onda Expansiva”.

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