La banda de Cedeira vuelve por fin, tras el forzado-forzoso parón de estos últimos meses por todo aquello que ya conocemos, a la palestra con nuevo material. Y decimos por fin ya que según tenemos entendido la intención de los chicos era publicar “Sonora” el año pasado, pero volvemos a la maldita casilla de salida del veinte veinte. La jodida convulsión. La fatalidad. Sin entrar en detalles demasiado trillados y que no vienen a cuento (con toda probabilidad estaremos saturados ya), y teniendo en cuenta el inclemente desierto que hemos debido atravesar, puede que las novedades musicales hayan funcionado como esporádicos oasis que se cruzaban en el camino. En ese aspecto, variada flora y fauna pudo conformar algunos almanaques del año pasado y otras tantas figurarán en el presente; quién sabe si entre esos elegidos se encuentren Los Eternos, quienes firman un trabajo bastante representativo de la dirección musical adoptada (pese a unos inicios más salvajes), esa que aglutina aquellas fisonomías que se establecen y desarrollan en las proximidades de la ruta americana.
En noviembre de 2019 presentaron el single “Dioses en la Pared”, y con el trabajo del disco que cogiera el testigo de “Vientos Solitarios” bastante encauzado, todo se vino al traste con la hecatombe. Había que trabajar de otra manera, había que optar por otras alternativas y en esa tesitura van surgiendo nuevas melodías, nuevos orientaciones y diferentes pormenores que en cierta manera favorecen la labor de composición. Surge entonces la propuesta de Milanamúsica Records y la posibilidad de poner de nuevo en circulación viejo material, si bien hemos de apuntar que Los Eternos mantienen su sociedad con Ferror Records. Surgen las especulaciones y las recurrentes preguntas sobre un nuevo elepé, teniendo en cuenta que aquel single había quedado huérfano y que la disquera lleva un sorprendente año de creación en cuanto a ediciones e ingresos en su comunidad. Era un desafío de mucho cuidado, pero la maniobra (y el curro, por supuesto) de la discográfica va tomando cuerpo.
A lo que vamos. Chewis, Cudi, Torres, Álvaro y César, obligados por la situación varían la forma de trabajar con respecto a su anterior álbum, y en esta ocasión, en vez de trasladarse a Muriedas (Cantabria) debieron quedarse en casa, en los Estudios Bajocero para grabar “Sonora”. Viendo el resultado les ha salido bien la jugada, porque entregan diez canciones muy bien elaboradas tanto en su tratamiento como en su posterior producción. O sea, que se han esforzado los tíos, y aunque tal vez la Steel de Álvaro Lamas sea el rasgo más característico del quinteto, todos aportan sus respectivos conocimientos e imaginaciones. Que no son pocas, por cierto. Sus canciones, a pesar de un esperanzador primer contacto, ganan enteros a medida que el número de escuchas aumentan. Evidentemente, sus seguidores ya conocen la receta y saben que sus canciones guardan secretos, son sobrias y en muchos casos tienen una perfecta simbiosis entre sentido y sentimiento, como en el caso de “Dioses en la Pared”, aquel single que en su momento insistía en solitario con su profundo mensaje, su reconstituyente carácter y que ahora casa perfectamente con el resto de títulos. Con “Árbol de Boj” o con “Dime a dónde vas”, que son sus inmediatas, pero también con “Bienvenido”, que por supuesto es el preámbulo del disco o con el epicentro del mismo que es “Sonora”, encargada de cerrar instrumentalmente este círculo de morriñas y energías que debería ser atendido.
La bienvenida es lo suficientemente placentera como para continuar este introspectivo viaje por las profundidades sonoras americanas, entre las acústicas de la costa pacífica y los portes sureños, entre los límites camperos y un sinfín de referencias o un sinfín de paralelismos. Sin embargo escuchamos (sentimos) a los eternos (por esta vez no nos referimos al nombre de la formación) cuando llega el turno de “El Vals de los Quebrantos”, epístola fronteriza en la que los envolventes teclados del culpable de la grabación, Víctor Gacio, las templadas guitarras, las armónicas voces y la atmosférica Lap Steel narran la historia de esa eternidad a la que todos tendremos que saludar, puesto que la única seguridad de esta vida es su desenlace, y “El Vals de los Quebrantos” es esa estaca que se clava en el corazón en los momentos del adiós siendo al mismo tiempo una carta de amor. Otra de las razones por las que deberíamos aprovechar las dimensiones de “El Tiempo”, que no es sino el gobernador de nuestros pasos, nuestras prudencias, nuestros tropiezos, nuestros dilemas y nuestras conjeturas que también hacen acto de presencia “El Rey de tus dudas”, en “Borracho”, viejas notas archivadas en un cajón que recuperan transformando su original perfil en un ritmo campero o en “Inexorable”, brillante adaptación de “One Hundred Years From Now”, canción firmada años atrás por Gram Parsons. En resumen, un estupendo ejemplar de Americana made in Galicia.