Josh Teskey & Ash Grunwald: “Push The Blues Away” | GR76


Lo bueno, si breve, dos veces bueno, que dice el populacho, y en esta colaboración entre Josh Teskey, cantante de The Teskey Brothers y el bluesman aussie Ash Grunwald encontramos las dos virtudes, porque el disco es un excelente ejemplar. Aunque sea corto. Aunque te quedes con ganas de más. Es muy bueno, o al menos defendemos esa apreciación, porque sus ocho canciones reúnen el equilibrio entre furia y sobriedad, que en definitiva son las bondades, amparos e incluso reprimendas de los diabólicos doce compases, mientras su parco tratamiento es fiel reflejo del respeto de estos tíos por el blues, una fuente inagotable de placeres y dolores que sigue ofreciendo soberanas frecuencias desde tiempos en los que la radio era un bien escaso en la sociedad. De aquella precariedad a la actual bacanal tecnológica (que en período similar quedará para el recuerdo) han transcurrido tantos años como nuevas fórmulas y nuevos movimientos en la parcela musical, pero el blues mantiene su categoría, mantiene intacta su condición. El blues fue el big bang, fue la explosión. Y el blues, pese a quien pese, o proceda de donde proceda, conserva sus múltiples propiedades sanadoras incorporando nuevos hábitos, direcciones o aforismos. En esta ocasión los manglares, los deltas, los vergeles, los puentes, las iglesias, los densos garitos, los cruces de caminos, los ritmos que salen del corazón y las voces que surgen del alma provienen de tierras australianas, de donde son estos dos individuos aparte de unos cuantos más que sienten devoción por el blues.

El carácter acústico del disco ayuda de alguna manera a retroceder en el tiempo sintiendo las resonancias de aquellos artilugios de cuerda que los viejos bluesmen fabricaban con sus manos y cuatro latas, dos cajas o unas maderas. De aquellos ecos, estos sones. De aquellas emociones, estas sensaciones que contribuyen, junto a una pizpireta armónica a la evasión temporal desde la introducción de innato perfil góspel “Low Down Dog”, una de las creaciones propias que encontraremos junto a adaptaciones como “Preach’n The Blues” (Son House) o la celebérrima “The Sky Is Crying” (Elmore James) que cierran un ejercicio que deberíamos sentir y escuchar en nuestro purgatorio particular. Por delante, media hora de meditación. Media hora de retiro para oxigenar el cerebro eludiendo urgencias o evitando nocivas interferencias gracias al nutritivo blues, pues en “Push The Blues Away”, aunque haya quedado suficientemente claro, podremos deleitarnos con las magnánimas propiedades del género en su estado más lírico y natural. Blues del siglo pasado fabricado en el veintiuno, blues que cicatriza heridas, blues que remueve entrañas y blues que podría servir de acicate para afrontar con mayor empuje el próximo veintiuno (año), porque estos pasado reciente y presente están resultando un tanto displicentes. ¿No es así?

Para combatir la pesadumbre, el espontáneo auxilio “Hungry Heart”, el alarido coral (por algo fue elegido como sencillo promocional) “Thinking ‘Bout Myself” o la titular, una racial afinidad de elementos (slide, armónica, pulsiones, preguntas, respuestas…), búsqueda y encuentros que podrías dedicar a tus seres queridos divisando el horizonte desde cualquiera de tus rincones favoritos. Esa es la magia del blues. Esa es la autoridad del blues. La simbiosis, la retentiva, la asociación o el agradecimiento recogidos en “It Rained”, una profunda exclamación plena de nervio que invita a la suspensión espiritual gracias a sus letanías, sus sombras y un componente específico que hallarás una vez escuchada la plegaria. ¿Serán las afligidas voces las que marcan la pauta? ¿Podría ser la lacónica guitarra? ¿Acaso la latente armónica? Es gravedad (en cualquiera de sus acepciones), es pasión. Es un sentimiento (“Something With Feel”), una identidad propia que procuran mantener huyendo de sugerentes reclamos o rimbombantes producciones que por cierto, no habría sido extraño sucediera tratándose de quien se trata. Sin embargo, se metieron sigilosamente en el estudio, y bajo la batuta de Sam Teskey grabaron en riguroso directo “Push The Blues Away”, un disco intrépido, subterráneo y delicado que debería ser objeto de audición obligatoria del ártico al antártico, de oriente a poniente, pues la melancolía subyacente debería funcionar cual mecanismo que abriera los cinco sentidos y el alma revirtiendo el grado de nuestra humanidad, que visto el panorama, se encuentra bajo mínimos alarmantes. Cedamos pues, paso al blues.

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