Chris Stapleton: «Starting Over» | GR76


Otoño es melancólico, cobrizo, umbroso y lucífero en sus mediodías. Las melodías de otoño, sentimentales y profundos, siendo otoño tiempo de mudas, marasmos y amparos, la estación apropiada para sentir el abrigo del soul, la concordia del country o la fortaleza del blues al que este hombre nos tiene acostumbrados desde épocas pasadas junto a The SteelDrivers o The Jompson Brothers, por ejemplo. Pues todos estos conceptos incluso movimientos los podemos hallar en «Starting Over», reciente longplay del imponente barbado de Kentucky que ha tallado catorce extraordinarias canciones de opuesto significado al titular, porque Chris Stapleton no necesita comenzar de nuevo. Chris Stapleton no necesita reinventarse, pues Chris Stapleton tiene un prestigio equivalente a su corpulencia y una acreditada credibilidad. Buena fe de ello pueden dar sus colaboradores en los diferentes proyectos que ha emprendido y amigos con los que ha compartido experiencias, escenarios y favores. Eso sí, saldrán de debajo de las piedras recalcitrantes sabandijas obsesionadas con el parco diseño de la carpeta, relegando a un segundo plano lo sustancial, obviando el carácter de las canciones, olvidando la casta de su voz o subestimando el pedigrí del contenido. ¿El continente? Unas veces es más llamativo, otras más discreto y otras, atractivo por su sencillez, como en esta ocasión. Un disco es un sumario de confesiones y silencios que pueden estar protegidos por un envoltorio fosforescente, pero la pregunta es, ¿saborea usted el caramelo o prefiere, en su defecto, sentir en el paladar el celofán?

No desestime nunca a los creativos, caballero, todo tiene su porqué. Y en este caso el motivo de la anodina ilustración podría estar confiriendo la conveniente trascendencia al material que viene en su interior, que en definitiva es el quid de la cuestión. En lugar de perseguir la gloria inmediata, que por otra parte sería una maniobra comprensible dadas una serie de trilladas circunstancias, este hombre sigue comprometido con la sobriedad y con su propia voluntad, que no es otra que entregar formularios dictados por el corazón. Tampoco vamos ahora a negar que sea uno de los intérpretes de mayor calado en la actualidad no solo en el apartado de la música tradicional americana, pero dudamos que su principal aspiración sea doblegarse al imperio. Más bien todo lo contrario. Cantar a la libertad, luchar con pundonor y escribir canciones que, afortunadamente, le han proporcionado un buen séquito de seguidores tanto en su comarca como en lejanos territorios a ambas orillas de los océanos, pues sus minuciosas creaciones evangelizan a escépticos e impíos. Como prueba, “Watch You Burn”, un alegato escrito junto al ilustre Mike Campbell de los Heartbreakers que crece entre tinieblas hasta llegar a un vertiginoso tramo final en el que los armonios de Benmont Tench y unos coros angelicales sobrecogen por su encolerizada autoridad. Su hiperbólica voz dirige el cotarro acompañada de una buena selección de cuerdas camperas, costeras, eléctricas, acústicas, terrenales o siderales endulzando la acritud o sulfurando la tranquilidad (“Joy Of My Life”), desnudando el alma y alimentando el espíritu (“Whiskey Sunrise”) o simplemente pidiendo perdón en “Cold”, la pieza de mayor duración del ejemplar y probablemente la más considerada por su sinfónico tratamiento y sus variadas coordenadas, pese a que pueda parecer a simple vista una estructura lineal.   

No cabe duda que el señor Stapleton ha reunido una serie de composiciones propias, compartidas y ajenas (caso de “Old Friends” o “Worry B Gone” del texano Guy Clark, uno de sus grandes referentes) de comprobada belleza y probada ralea, por lo tanto necesitaba un estudio de grabación acorde a un registro de estas características. Ese no podía ser otro que el mítico RCA Studio A de Nashville, y para llevar a cabo el intento vuelve a contar con la producción de un colega como Dave Cobb más la valiosa aportación de su esposa Morgane Stapleton, Derek Mixon, JT Cure, Paul Franklin y los ya aludidos rompecorazones siguiendo el abecé de su almanaque, o sea, heterogéneo rock’n’roll por los cuatro costados. Sosegado emprende con “Starting Over”, y a partir de ese preciso instante en el que las voces aúllan y susurran al oído, el fuerte crepitado de “Devil Always Made Me Think Twice” le conducirá mentalmente a los manglares del sur para más tarde brindar por el amor con la tenue luz del ocaso en el horizonte y una botella de vino en la cubitera: “When I’m With You”. El yin y el yang, el blanco y negro, la rabia y el sosiego, “Arkansas” y “Nashville, TN”. Someros mensajes y necesarios ajustes donde se erigen la capacidad y aptitud de un hombre permeable a cualquier disciplina del espectro musical como queda demostrado en “Maggie’s Song”, romántica dedicatoria a un ser querido que marchó entre íntimos lamentos, y que con suma facilidad se podría asociar a fulano, mengano o zutano. Esa es la magia del rock’n’roll, y a su vez, es la disparidad del rock’n’roll. Las canciones, las apariencias y las apariciones, sin embargo, no apure demasiado asociando ideas mientras siente el introspectivo abismo de “You Should Probably Leave”, y conecte con Chris Stapleton, un fornido y poético cowboy que ha conseguido grabar en el veinte veinte su “White Album” particular. Al tiempo.

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