AC/DC: “Power Up” | GR76


Está visto que el rock’n’ roll sigue los designios de la vida a su libre albedrío, lo cual no deja de ser un buen síntoma, por qué no admitirlo. El rock ‘n’ roll siente y padece reveses de similares características a los que sufre la sociedad, y desde el comienzo de su presencia como baluarte cultural ha debido liquidar dilemas, refriegas y conflictos. Lo sigue haciendo, y como en botica, hay para todas las opiniones y gustos, por supuesto. Habrá quienes piensen que la rebeldía de antaño o de algunas generaciones no existe en este mundo prosaico e inconstante, quienes echen de menos savia nueva u originalidades, quienes vean cierta displicencia por parte de los verdaderos artífices del espectáculo o por el graderío, quienes señalen al business como causante del deterioro debido a su propia gula, quienes afirmen que las nuevas tecnologías son el virus invasor, o quienes disientan de todas estos razonamientos demostrando tener suficientes pruebas como para rebatir los anteriores.

Uno siempre defiende la moderación en infinidad de cuestiones huyendo de la visceralidad en otras muchas, y mantiene que la irrupción de Chuck Berry será irrepetible por un sinfín de circunstancias. La costa oeste nunca será la misma porque las épocas distintas son, The Cavern nunca abrirá sus puertas a nuevos iconos del pop, ninguna banda conseguirá grabar una tras otra inmaculadas obras como lo llegaron a hacer esta o aquella, pocos songwrites vivirán el auge de una revolución y complicada se contempla la aparición de una escena innovadora. Tal vez el blues electrificado podría ser menos sugerente que el acústico, y hablando de acústicos, ni resto de los famosos unplugged que un día quisieron colonizar la tierra. Los ciclos periódicos son, tiempo ha pasado desde que alguien augurara nuevas reglas diciendo eso de “Video Killed The Radio Star”, y este final de década que está resultando tan y tan y tan funesto por todo cuanto sabemos y no repetiremos más, nos está entregando algunos suculentos discos y otros apetitosos retornos.

Uno de ellos, los australianos AC/DC, que tras la fatal pérdida de Malcom Young hace tres años parecían estar abocados al ocaso de su existencia como imagen corporativa. Además, problemas auditivos habían apartado al vocalista Brian Johnson de las últimas giras de la formación, la relación con Phil Rudd pendía de un hilo por pleitos interpuestos al baterista y hasta el dócil Cliff Williams tuvo sus rencillas con Angus Young. Sin embargo, las aguas vuelven a su cauce en un nuevo capítulo de la banda bautizado “Power Up”, el estreno de Stevie Young en el vigésimo álbum de la banda al margen de directos, refritos o bootlegs, ya que todos estos completarían un número incontable. Y después de tantas canciones y tantas multitudinarias giras mundiales, la marca AC/DC es sobradamente conocida en los cuatro puntos cardinales siendo una enseña inconfundible y un sello personal, lo cual es para su séquito de seguidores una especie de tótem y para los pertenecientes al lado oscuro un repetitivo ritual.

Personalmente, un nuevo disco de AC/DC es algo más que un conjunto de canciones con más o menos enjundia. Un nuevo disco de AC/DC es un pulso al tiempo y un motivo de entusiasmo, una muestra de perseverancia y responsabilidad adquirida, una deuda con su propia identidad y en este caso, un acto de gratitud y tributo del hermano pequeño hacia el mayor, porque esta es la primera vez que falta la garra del primero. Falta su planta, falta su swing, falta su semblante, pero su sobrino defiende bien el linaje y aún queda el shuffle fraternal. No obstante, en las doce piezas del volumen figuran como autores ambos Young, ya que se trata de viejos apuntes recuperados para la ocasión. Por otra parte, sería absurdo a estas alturas denostar lo acreditado durante casi cinco décadas, y tampoco vamos a desvariar con fundamentalismos, ampulosas palabras o retorcidas conjeturas sobre la idoneidad, reiteración o conformidad, pues el hecho de enjuiciar a estos tipos nos parece anacrónico y pedante. Si te gusta AC/DC, ya sabes lo que hay, y en caso contrario, deberías ahorrarte el sermón. Estos tíos no dan gato por liebre, y la rasposa voz del señor Johnson es otra marca registrada (los primeros segundos de “Demon Fire” son exclusivos en este aspecto), amén del rotundo compás impuesto por una baquetas convertidas en batuta (“Rejection”), los contagiosos conjuntos corales (“Realize”, “Shot In The Dark”, “Wild Reputation”, “Money Shot”…) y la flemática SG del sempiterno colegial acostumbrada a los emitir prolongados agudos (“Witch’s Spell”, “No Man’s Land”, “Code Red”…). El célebre estandarte del rayo divisor vuelve con fogoso aspecto, equivalente trato musical y producido otra vez más por Brendan O’Brien, quien podría ser considerado el sexto componente de un laboratorio que rehúye experimentos volviendo a demostrar que menos es más con directos eslóganes como “Kick You When You’re Down”, sensuales y bailables canciones como “Through The Mists Of Time” o viejos teoremas como “Systems Down”, donde desarrollan la explicación al misterio. Rojo, fuego y pasión: AC/DC.

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s