GospelbeacH: “Once Upon A Time In London” | GR76


Finalizado el tour europeo de “Let It Burn” y antes de coger el avión de regreso a casa, GospelbeacH ofrecían en Londres una ceremonia final que podríamos calificar como especial, ya que no se trataba de una recepción ordinaria el primero de marzo. Inciso: ordinaria en el buen sentido de la palabra, antónimo de basta o incorrecta. Ordinaria como frecuente. El lugar elegido para la gala era The Betsey Trotwood, clásico pub inglés donde grabaran tres años atrás “Another Winter Alive” o donde meses antes se celebrara el homenaje londinense a Neal Casal. La singularidad de esa clausura era la propia función semi-acústica, intimista y singular, pues en formato trío saltarían al escenario Brent Rademaker (voz principal y guitarra) Jon Niemann (piano y coros) y Matthew Hill (guitarra y coros). Otro incentivo más para no perder la oportunidad. No sabemos si tenían previsto editar la velada o fue un cúmulo de casualidades el que allanara el camino, pero lo cierto es que la docena de canciones que componen del disco, si bien figuraban en el cogollo de las utilizadas durante el tour, poseen el nervio necesario como para ser interpretadas bajo los patrones acústicos. El tratamiento tampoco difiere demasiado a lo que estos hippies californianos están habituados ofrecer, sin embargo el desafío tenía su intríngulis, de eso no cabe duda. Y les salió bien, de eso no cabe duda.

Debe ser difícil, por otra parte, capturar la magia de un directo bajo estas características. Debe ser complicado acoplar el estímulo de la concurrencia con el aplomo de los anfitriones y bastante delicado lograr que esa anuencia sea parte importante del espíritu del álbum. Podríamos asegurar que todas esas premisas se consiguen en “Once Upon A Time In London”, porque la melancolía de las citas de esta índole se aprecia tanto como el entusiasmo coral de “Strange Days”, hospitalario prólogo donde se percibe responsabilidad por parte del terceto y consideración por parte de un enjambre de seguidores que sentimentales imaginamos en el segundo entreacto con “Baby (It’s All Your Fault)”, reflexivos en “Dark Angel” y profundamente seducidos por las folklóricas estampas proyectadas en “California Steamer” como si de una película súper ocho se tratara. En su abecé musical cabe el rock clásico, la psicodelia, el country, el soul, el este y el oeste, de ahí su nombre y de ahí el crédito obtenido en este lustro en el que han compartido alegrías (“I’m So High”) o fraccionado cientos de corazones con deliciosas composiciones como “Bad Habbits”, una de esas piezas que gana enteros en las distancias cortas por su profundidad sinfónica y que debía aparecer en este sumario. El piano del señor Nieman se postula como batuta, y la desgarrada garganta de Rademaker introduce la brillante guitarra de Hill en la previa a uno de los momentos cumbre de la actuación.   

El concierto, al igual que el tour, tenía como principal objetivo rendir un sentido homenaje al señor Neal Casal, amigo, confidente y compañero de quien adaptaran y a quien dedicaran una acertada “Freeway To The Canyon”, aparte de otro emotivo recuerdo más tarde en “Get It Back”, donde los espaciosos teclados vuelven a emocionar y rememorar épocas pasadas y quintas que han dejado un enorme caudal de nociones siendo el espejo de muchos coetáneos. Hay mucha gente, un montón de manuales y un sinfín de bases para corroborar tal afirmación, pero así es el rock and roll. Lecciones de unos, enseñanzas de otros. Huellas de muchos, rastreos de otros. Rastreos de gente como GospelbeacH, que a pesar de su veteranía, trasmite jovialidad y debería estar en estos instantes en cualquier escenario del mundo, pero la actualidad no está siendo nada indulgente con la música en vivo. Este duro revés (del que saldremos, no lo dude usted) lo podemos solventar escuchando ejemplares como el que nos ocupa, que pese a su raíz acústica contiene bizarras canciones como “Let It Burn” que concilia perfectamente con meditabundas como “In The Desert” o estremecedoras como “Fighter”, el paso previo a la entusiasta y colaborativa despedida de “Mick Jones” que supone la bienvenida a Curation Records, sello del que Brent Rademaker es copropietario y que no podía haber inaugurado mejor su gestión. Una actuación especial, un día especial, una cortesía especial y una cita especial: érase una vez…

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