GospelbeacH certifica su matrimonio con el botxo abriendo tour europeo | GR76


Martes 11 de febrero de 2020 en Kutxa Beltza de Kafe Antzokia, Bilbao

Como sucediera en su primera visita, los californianos comenzaban su actual tourné en Kutxa Beltza, el apartado superior de Kafe Antzokia de Bilbao, así que debíamos hacer todo lo posible por corresponder tal cortesía. Aquella vez la primavera se estaba consumiendo, y ahora es período de invierno. Aquel bautismo es de grato recuerdo para un alto porcentaje de quienes tuvimos el privilegio de presenciarlo, por lo tanto esta nueva oportunidad se nos antojaba de cuasi obligada asistencia, pues venimos tiempo manifestando nuestro cariño por GospelbeacH e intentando, dentro de nuestras posibilidades, espolear a la gente para que siga sus pasos y escuche sus tratados. En cuanto al recibimiento en su apertura de gira, deseo cumplido, si bien minutos antes de abrir las puertas poca gente merodeaba el lugar y nuestros augurios parecían ir al traste, sin embargo poco a poco la cosa se fue animando hasta conseguir una decorosa audiencia, intuyéndose cierta impaciencia en los minutos previos del sarao. Había ganas, algunos corrillos y varias conversaciones se centrarían en su anterior actuación o girarían en torno a “Let It Burn”, disco del que ya habían vendido unas cuantas copias antes de comenzar. Las posiciones delanteras comenzaban a tener varios propietarios, las ropas de abrigo cercaban el escenario, se condensaba el ambiente, con exigua demora sobre el horario previsto sale a escena el quinteto y… ¡Acción!

Teniendo en cuenta que el tour recibe el nombre de “Bad Habits”, una de las canciones de ese álbum, nos habríamos quemado si hubiéramos puesto la mano en el fuego aseverando que la mayoría de ellas comandarían el ejercicio. Craso error. El rock es caprichoso y circunstancial. El rock es un estado de ánimo, y estos tíos demostraron aplomo y disposición. El rock es nostalgia y felicidad, y estos tíos mostraron su orgullo defendiendo su propio material, aunque finalizaran la velada con una celebrada adaptación del señor Zimmerman. El rock no entiende de razas e idiomas. Es un lenguaje universal, un bien que adopta múltiples hechuras y continúa latiendo gracias al feedback. Es fantasía, rebeldía y realidad, y esa inmaterial pero consistente esencia la pudimos comprobar en varias fases en las que los ojos miraban las estrellas que evidentemente no veíamos pero sentíamos cerca. El rock es magia y cercanía, y esa recóndita sensación de unión la tuvimos con “Sunshine Skyway”, el amanecer de la noche, los primeros rayos de luz que hicieron los honores no solo de presentar el concierto, sino su propia andadura allá por 2015. Un arranque bien secundado por buena parte de un auditorio dispuesto a exprimir cada minuto y disfrutar cada canción, a corear los estribillos y sumergirse en las profundas simas de “Strange Days”, sentir alborozado el ritmo de las polifonías y voces misteriosas de “Dark Angel”, estremecerse o menear el bullate con la fortaleza guitarrera de “Hangin’ On”, sentir con las pupilas vidriosas all the time la onírica libertad de “Bad Habits”, apelar a la concordia con el sugerente shuffle “Kathleen”, surfear las dunas de Sonora al ritmo de “In The Desert” o aplaudir cuando fuera menester. Hasta ese instante, esa fue nuestra acelerada impresión de un concierto que, ya fuera por los bacilos que uno estaba incubando y su consiguiente sudada, ya fuera porque la psicodélica espiral de la banda no cuajaba como al principio, por ciertos deslices que deberán limar o porque mi mente resucitaba a Neal Casal, iba menguando en intensidad. No obstante el ritmo impuesto por Ian McCutcheon y Robert E. Lee siguió dando aliento y los teclados de Johnny Niemann conducían al nirvana mientras la guitarra de Matt Hill ofrecía en cuerpo y alma esa gratitud al señor Casal y los hipnóticos aspavientos de Brent Rademaker, portador de una enchufada guitarra acústica de asombrosas distorsiones, fueran objetivo de cámaras y miradas. Como en el primer encuentro, todo transcurrió muy rápido. Fue moderado y emotivo, un visto y no visto dada la duración del show, y terminó siendo un episodio que desveló algunas confidencias rompiendo otros tantos esquemas. Lo cierto es que nos habría gustado un setlist más extenso, pero como dice el acerbo popular, lo bueno si breve… Y fue una amena reunión rematada con la clemencia de “Baby (It’s All Your Fault)” y “You Ain’t Going Nowhere”, el réquiem. El abrazo. El adiós.

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