Neil Young & Crazy Horse: “Colorado” | GR76


Cada nueva aparición del viejo Young es bien recibida. Cada nuevo aporte al mundo de la música, la cultura y la mística debería ser tomado como un ejercicio de culto al propio autor, si bien intentar descifrar su universo se podría considerar como un acto de imprudencia. Aquí no hay códigos establecidos, no hay condescendencia con normas no escritas, sibilinas maniobras ni afán de notoriedad. Hay tenacidad, libertad y fe en uno mismo, lo cual se ve reflejado en una intachable trayectoria que le ha llevado a grabar con 73 años una abrumadora cantidad de discos y canciones que han alimentado el espíritu de varias generaciones. Hay compromiso, como lo demuestra en este “Colorado” donde vuelve a contar con la compañía de sus viejos compadres Crazy Horse, pese a que en este caso Frank Sampedro no figure junto a Billy Talbot y Ralph Molina, y su vacante sea ocupada por Nils Lofgren.

Hay una vida llena de obstáculos superados gracias a su fortaleza, una serie de circunstancias que de alguna manera han marcado su personalidad y litigios personales e intrínsecas terapias que han forzado su temperamento. Su musa, un laboratorio en constante funcionamiento, mientras sus pasos, decididos y arriesgados en ocasiones, crean profundas huellas que han servido como fuente de inspiración a un buen número de simpatizantes. Podríamos considerar esas huellas como naturales sedimentos que no obedecen a variaciones climatológicas o a los ciclos de la vida. ¿O sí? ¿Deberíamos catalogar el fructífero rastro del caballero como una confluencia de masas, éteres, gérmenes y venturas de similar envergadura a la existencia? Dicho así podría parecer que consideremos a Neil Young cuasi una deidad, y sin ánimo de ofender cualquier opción religiosa o crear una nueva iglesia, sus plegarias tienen suspendida en la felicidad buena cantidad de creyentes entre los que, por supuesto, nos encontramos desde hace unos cuantos años. Entre períodos sustanciales y otros menos secundados, entre épocas encubiertas y doradas, hemos compartido sus sufrimientos y gozado sus sarcasmos generalmente con una híbrida sensación de vértigo e ingravidez.

Siete años han pasado desde que publicara el ahora penúltimo álbum junto a Crazy Horse, y la verdad, este paréntesis ha sentado de maravilla a ambas partes, ya que animados han retomado la labor, y una vez escuchados los compases y sentidas las afinadas distorsiones de su guitarra, podríamos catalogar la contribución de Nils Lofgren como atinada. Un apunte: no confrontamos los trabajos de uno y otro ni mucho menos. Si hay alguien que podría suceder en el cargo a Poncho, es Nils. Algo similar sucedió en la E Street Band cuando hubo quienes se rasgaron las vestiduras por el conocido intercambio, y finalmente todo el mundo claudicó ante la categoría del guitarrista. Punto y aparte. Volviendo a la nueva reencarnación de Neil Young & Crazy Horse, la característica crudeza de las composiciones del canadiense sigue latente aunque en su última aventura junto a The Promise Of The Real no alcanzara las acostumbradas cotas.

Visto está que no ha perdido un gramo de vitalidad y acidez tanto en el aspecto musical como verbal, y “Colorado” debería poner ídem a más de uno. En los dos sentidos, pues tira de flema, proyecta su furia y deposita cierta confianza en el ser humano a pesar del deterioro político y moral de la sociedad, persistiendo en su ya célebre cruzada contra los oligopolios y un sistema displicente con el planeta. Buena prueba de este glosario de temáticas es el comienzo con la aparentemente inocua “Think Of Me”, una armonía que lleva en volandas gracias a esa supuesta sencillez y pone en disposición para perderse en los trece minutos de “She Showed Me Love”, desarrollado manual de compostura y emotividad donde las guitarras tienen un papel tan fundamental como el psicotrópico y reiterado fraseado final; instantes en los que la memoria viaja en el tiempo y los corazones convergen en el espacio. Confluyen en el infinito de “Olden Days”, en el cordial abrazo de “Help Me Lose My Mind” y posteriormente se funden con la nostalgia y la tierra en “Green Is Blue”, otra demanda de distintiva rúbrica que vuelve a amonestar nuestra desidia e incapacidad por conservar la naturaleza: “We heard the warning calls, ignored them/We watched the weather change/We saw the people rise, divided/We fought each other while we lost our coveted prize”.

En cierta manera el piano contribuye con su delicadeza a la atención mientras los coros son la fuerza de un viento que debería llegar a todos los rincones para así concienciar más a los pueblos. Algo parecido sucede con el rapapolvos “Shut It Down” y con el talante de estridentes guitarras que utilizadas en forma de megáfono censuran mejor, si cabe, la mano del hombre. Las polifonías subterráneas de las Montañas Rocosas deben tener su aquel, y seguramente esa fuera una de las razones para escuchar el silencio y encontrar la conexión con sus enigmas y sus fantasmas. Así que para sentir, concebir y entender este tratado de ortodoxia canjearon la polución urbanita por el oxígeno forestal contemplando un sorprendente “Rainbow Of Colors” en el horizonte. Desde las altitudes avistan la nítida “Milky Way” cuando la luna iluminaba la superficie nevada y quedan maravillados con la impalpable sensación de levedad que produce la “Eternity” en un entorno silvestre y apacible como Colorado. Se refugian en la medianoche. Encuentran el consuelo en el crepitado sonido de la chimenea. Entonan la nana “I Do”, hallan la concordia y descubren la sugestión de un lugar inspirador y sagrado como “Colorado”.

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