Miércoles 22 de mayo de 2019 en Kutxa Beltza (Kafe Antzokia), Bilbao
Por un sinfín de circunstancias hay veces que resulta complicado juntar cuatro palabras cuando en realidad desearías que fueran ocho, doce o veinte quizás. Hay veces que las ideas no surgen y lamentas no tener la claridad necesaria para ordenar una serie de conceptos que en determinadas ocasiones ignoras cómo o porqué surgen. Hay veces que una canción te nubla la mente y te preguntas cómo ha nacido, cómo ha crecido y cómo sigue aumentando su rico caudal. Hay veces, hay situaciones, hay fases, canciones, bandas y conciertos. Y todos esos elementos confluyen, al menos para uno, en extraordinarios desarrollos como “I Will Remain”, una de esas canciones que en su interior recoge infinidad de sensibilidades inherentes al rocknroll. Sudor, entusiasmo, armonía, melancolía y amor. No era necesario apostar parte de los bienes personales para intuir que sería una de las elegidas de la velada, como tampoco era difícil decisión acudir al reencuentro con Hogjaw. Sabíamos dónde nos llevarían las escalinatas de Kutxa Beltza cuando las ascendimos el pasado miércoles. Al nirvana, a la expansión, al sollozo y a la satisfacción. Teníamos claro que, aun conociendo el percal, los cuatro cowboys volverían a noquear al personal con sus asociaciones guitarreras, su atronador ritmo, su destreza y su mejor defensa: el ataque, su directo. Tras varias comparecencias en el botxo y alrededores debutaban en el apartado superior de Kafe Antzokia, curiosamente el último recinto donde cuatro años atrás organizaran un buen quilombo con su show, y nuestra duda se centraba en la audiencia una vez ingresamos en el local. Silencio. Vacío. Oscuridad. También es cierto que éramos los primeros en pisar la tarima del Antxiki salvo los trabajadores, y tras un primer y cordial abrazo con Elvis e ir rápidamente a pillar las primeras posiciones, el flujo de asistencia no era dinámico precisamente. Sin embargo, en los últimos instantes la peña se apuntó y podríamos considerar como buena la imagen ofrecida, teniendo en cuenta que era miércoles, el calendario está cargadito de funciones del pelo y el mes comienza su cuenta atrás. Unos pintxos, unas saludos, unas cervezas y al lío, que estos tíos suelen tener muy presente el reloj. Comienza la función.




La sombra de la tan aburrida reiteración de esquemas acecha, y disgregar de nuevo una sesión de los chicos de Arizona podría resultar un tanto monótona si continuamos con el mismo discurso. De ahí las frases preliminares. De ahí el objetivo personal de intentar establecer en cada escrito diferentes enfoques, que en definitiva es aquello que tanto pretendemos de los músicos, y de ahí la eterna cuestión y discusión interna sobre la orientación. Dudas que Elvis, Kwall, Jonboat y Jimmy se afanan en solucionar, aunque sigamos pensando que cada vez nos pongan más difícil, pues su derroche de facultades sobre el escenario nos lleva a la recurrente pregunta de ¿habrá sido su mejor actuación? Posiblemente. Indudablemente fueron sus mejores últimos ciento veinte minutos, sus últimas mejores diecisiete canciones, y eso ninguno de los presentes lo puede negar. Nadie se atrevería a cambiar una sola nota en su extraordinaria despedida con “This Whiskey”, porque ver brazos alzados, sentir a la gente botar y escuchar el orfeón final junto a Kwall (oohh, oohh, oohh…) con el mismo ímpetu de dos guitarras descarnadas en el sangriento duelo, poco análisis merece más allá de poder atestiguarlo y poder recomendar encarecidamente su audición. Audición y presencia, porque pocos peros se puede poner a unos tíos que se entregan desde los primeros arreones hasta los entreactos más proclives al arrumaco, desde los canturreos más expeditivos hasta los momentos más desarrollados. Buena cuenta de ello son himnos de este último período como “County Line”, inconfundible recuerdo sureño de libertad y amistad que arrancó una sonora ovación no sólo por la canción en sí, sino por la magnífica aportación de Jimmy con las seis cuerdas de una azarosa Gibson que destilaba gotas de sudor por los cuatro costados. Un esforzado del rocknroll que transmite la misma pasión que la utilizada a la hora de acariciar la guitarra o de ponerse tras el micro (“North Carolina Way”) y demuestra haberse acoplado a la perfección a un grupo de amigos convertidos en una banda de rocknroll que ha dejado en el camino grandes grabaciones que tarde o temprano debían desembocar en un disco en el que se podría comprobar una de sus grandes virtudes. Las distancias cortas, el cara a cara, el directo. En esta ocasión la banda viene con un guión tan conocido como sorprendente, ya que no es lo mismo escuchar “Up In Flames” en la intimidad que sentir el calor de “Up In Flames” junto a un aceptable número de adictos al rocknroll. “Rolling Thunder” pone las pilas a cualquiera desde el principio, con “Redemption” alguno sentiría más de un cosquilleo, “Gitsum” sigue manteniendo la frescura a pesar de su longevidad y Elvis demostró ser un estupendo director de orquesta en “Road Of Fools” percutiendo el bajo con tal perseverancia que una lastimada cuerda acabaría pidiendo clemencia. No existía ni cambio ni misericordia, no se podía alterar el ritmo de una actuación que iba sobre ruedas, y después de haber sudado como en una sauna con “Never Surrender”, “Am I Wrong”, “Where Have You Gone?”, “Brown Water”, “Walkin’” o “El Camino”, alborozados, pletóricos y agradecidos despedimos una vez más a Elvis, Jimmy, Kwall y Jonboat. Hasta la próxima, Hogjaw.