
Hay días que tienen sus propias melodías, situaciones que inspiran canciones o sones válidos según para qué ocasiones. Hay contextos, circunstancias, lugares. “Somewhere Somehow”. Sí, probablemente sea una interpretación del último trabajo de Julián Maeso que poco se ajuste con el planteamiento del caballero, pero uno ha aprendido con el paso de los años a evaluar los discos y las canciones con un componente más personal, más introspectivo. En un mundo donde hay un sinfín de figuras y hasta figurantes, variadas condiciones y condicionantes, de vez en cuando coincides con alguno que subsiste en este entorno caníbal a fuerza de riñón; Maeso es uno de esos que consigue con sus composiciones encoger el corazón. Admito cierta debilidad y predisposición por sus obras y su percepción de la música en el sentido más amplio de la palabra, por su condición de alma errante tratando de encontrar su haiku particular, su preciado edén, y el anuncio de un nuevo disco nos produjo una inmensa alegría, porque conocíamos su voluntad por ofrecer nuevo material y porque confiábamos en su espíritu y capacidad, pero no por ello nuestra visión sobre este trabajo se debería ver condicionada. Una vez descubierto, la opinión sigue siendo la misma. Pleno acierto.
Han pasado algunas semanas desde su publicación, lo sé, pero ni tan siquiera sabía cómo abordar un análisis, ya que hemos escrito y hablado sobre Maeso con la suficiente frecuencia como para empalagar al personal, y la sombra de la temida reiteración aparecía constantemente. ¿Qué más podríamos añadir? Una vez madurada la pregunta, la respuesta era tan sencilla como evidente. “Somewhere Somehow”. Tan sencillo como darle al play y captar el embrujo de “No Earthly Paradise”, una estructura de trazos bailables y corales que desde el primer minuto invitan a subir a la nave, despegar y observar el resplandor de unas estrellas (“Riding The Stars Above”) caprichosas y sensuales, estrellas que permutan su fisonomía entre los teclados y los metales, estrellas de una constelación (“Long Winter Drama”) descubierta años atrás por científicos como los señores Smith, Russell, Becker o Fagen. Los resultados de un homérico periplo dirección Saturno marcan el rumbo de otro viaje motivador nutrido de delicados detalles envueltos en papel de regalo como “Before They Leave”, o plácidas alegorías sobre la trascendencia de los sueños como “The Road Less Travelled”. Magnética, intrépida, sinuosa con el slide central, la creciente cadencia de unas voces susurrantes, la templada orquestación y la habitual presencia de perpetuas teclas, evidenciando en todo momento la cantidad de elementos que forman parte de un laboratorio sonoro cuajado de referencias generadas por el alma y perfiladas por los doce compases. El tiempo y la distancia se concentran en la ceremonia baptista “Keep On Strivin’”, reflejo de la personalidad de un músico en permanente estado de aprendizaje, creativo, fiel a sus principios y sentimientos, a sus composiciones, a sus teoremas, a sus héroes (“Hanging On A Wire”) y a sus a sus esquemas (“I Wonder And Wander”). La epifanía final es un punto y aparte. “It Can’t Be True”, profunda como el mar, infinita como el horizonte, progresiva, constante. Una brújula exclusiva que señala auxilio y castigo y debería ser la que marcara el norte en esta nueva travesía llamada “Somewhere Somehow”. Un disco necesario, apasionado, reflexivo. Un disco sin fronteras.
La prueba visual de un trabajo espiritual: “The Road Less Travelled”