Martes 29 de noviembre de 2016 en Kutxa Beltza (Kafe Antzokia), Bilbao
Una desgastada Gibson acústica, una reluciente armónica, pulidos patrones y una notable colección de rapsodias sobre la condición humana reflejan el perfil de Tim Easton, amén de su querencia por los caminos emprendidos por el letrado Guthrie, el prelado Zimmerman o el magistrado Prine y las tan mencionadas raíces americanas que esboza en sus creaciones bajo el amparo del blues. Un hombre sencillo, sensible y comunicativo, perito especialista en las profundas resonancias de marismas, deltas y paisajes camperos, artesano de la poesía y peregrino errante. De New York a Nashville pasando por Ohio, California, Alaska o Europa con la guitarra a cuestas, adquiriendo diversas experiencias que van fijando su condición de bohemio, su abierto carácter y una crítica posición social. Bilbao era la última estación tras las siete paradas peninsulares que llevaba realizadas el caballero, y hacia Kafe Antzokia nos dirigimos sin muchas discrepancias, puesto que nos perdimos su anterior visita, apetecía y el acceso libre anunciado empujaba a ello.
Mientras unos estaban refugiados al calor del hogar otros nos reuníamos al calor del recogido Kutxa Beltza. Similitudes, contrastes. Días inusuales, instantes estimulantes. Momentos que aportan la intensidad necesaria para afrontar la semana con otra motivación, días extraordinarios para presentarse ante un escenario y disfrutar desde el comienzo con “Young Girls”, el señor Easton y James Dommeck Jr., su compañero de fatigas que deslumbró con un categórico tributo a sus antepasados sacudiendo los timbales y acariciando los cimbales. Desde esa primera toma de contacto compruebas que la alegría y melancolía que desprende es proporcional a un público entregado a la algarabía, conmovido por sus cartas de amor y receptivo ante las fábulas e historias varias transformadas en canción. Inesperado traspiés. Rompe una cuerda… “Esto sólo puede pasar en Bilbao”, dice Tim Easton entre risas, agradeciendo durante el intercambio la asistencia, consiguiendo posteriormente la respuesta colectiva en una genialidad llamada “Broke My Heart”. Con “Elmore James” aparece su última entrega de la que afortunadamente para él (desgraciadamente para nosotros) sólo le quedan dos copias, con lo que sospechamos la dificultad en hacernos con una de ellas. Caracolea en “Stormy”, en “Black Dog” entramos en una de esas fases donde canta el corazón y la melodía acaricia el alma, alienta con canciones sugerentes de barra de bar como “Don’t Lie” y alterna sones del pasado (“Next To You”) con valses de reciente aparición (“The Old New Straitsville Blues”), el fingerpicking con el slide, la compañía de James con la soledad, el suspiro con el aliento, “All The Pretty Girls Leave Town” con un momentáneo «Leave Bilbao». Recurre a sus héroes (Woody Guthrie concretamente) en la presentación de “Burning Star” y la asistencia no para de aplaudir, corear y celebrar con efusividad los arranques de la pareja Tim y James, que terminan metiéndose al público en el bolsillo con el danzarín rock & roll “Crazy Motherfucker From Shelby, Ohio”. Sin aspavientos, sin adornos, sin parafernalias, sin excentricidades, con sentimiento. Con decisión y cercanía.