Miércoles 9 de noviembre de 2016 en Kafe Antzokia, Bilbao
Canciones, expresiones, emociones. Entre verano y otoño, entre dos naturalezas, entre unos meses, entre dos estaciones. Con el aroma de magnolia todavía latente en nuestra memoria ansiábamos volver a percibir las delicadas fragancias de New Orleans, la esencia del blues, el bálsamo del swing, el ardiente sabor a bourbon y el sugestivo ambiente del honky tonk. Sensaciones. Impresiones transmitidas por un Luke Winslow-King que si antes ya nos tenía cuasi embobados con la solidez de su planteamiento musical nos acabó desarmando en dos sublimes actuaciones del pasado Azkena Rock, una ocasión que no dudamos en tildar como un punto de inflexión en su carrera (al menos en esta parte del mundo), ya que la práctica totalidad de los allí presentes acabaron embrujados con la desestabilizadora energía del voodoo. Místico de madrugada, orgánico al día siguiente. Triunfador. Así que se presentaba una ocasión inmejorable para revivir aquellos momentos y acudir sin titubeos al estreno de su nueva aventura peninsular en el bilbaíno Kafe Antzokia, lugar que ya había visitado anteriormente en su apartado superior obteniendo grandes calificativos.
Indolente amanece el día con la flojera de una noticias matinales que no querríamos oír, y sin embargo desayunamos con ellas mientras pensamos que puede ser un día perfecto para sentir la emoción que despierta el grito en el silencio de “No More Crying Today” o bailar abiertamente con cualquiera de los ritmos raciales que brotan de las tan renombradas raíces americanas, esas barras y estrellas que lamentablemente copan las informaciones. En fin, olvidemos por unos minutos el mundo y centrémonos en el agradable galanteo de los doce compases, de pretéritos sonidos entonados por lozanos juglares. Entre la variedad y sobriedad de melodías sensuales, entre el amor y el sufrimiento, entre los deseos y el aliento de un robusto cancionero marcado por el carácter de un tipo con aspecto de lord inglés. Luke Winslow-King y sus compadres: Brennan Andes y su afable equilibrio al bajo, el shuffle del baterista Benji Bohannon y la letal guitarra de un Roberto Luti que nos volvió a sorprender no sólo por su destreza y entrega, sino porque cuando estábamos en la soledad de un local despejado expectante a recibir asistencia, adivinamos la silueta del caballero que lucía un cuanto menos aparatoso vendaje y el índice de su diestra entablillado. La pregunta era evidente. Simple la respuesta. Sobresaliente.
Por cierto, preciosa Gretsch White Falcon con la que nos dio la bienvenida deslizando el bottleneck con la misma virulencia que en toda la noche utilizaría, no sólo con ésta, sino con un dobro y una carcomida Stratocaster, cuestionando en todo momento las leyes de la gravedad y fascinando a la concurrencia con provocativas acometidas junto al señor Winslow-King y los desorbitados slides con los que nos acogieron. Primeros compases un tanto dubitativos que no tardan en desaparecer con una creciente “I’m Glad Trouble Don’t Last Always”, la solícita sonrisa de Luke y la euforia de planteamientos quizás más eléctricos que en su material de estudio. Rápidamente percibimos o adelantamos que va a ser una noche pícara, donde los instantes más reveladores van a flotar dentro de un viaje introspectivo por los senderos y vericuetos de la conciencia, la compañía, la soledad, la memoria y el porvenir. “Esther Please”, un swing que requiere la respuesta unánime a su susurrante cantinela prosiguiendo con otro lance irónico: “Act Like You Love Me», un lacónico “úsame” bailado por unas primeras filas asombradas por su frescura, endiabladas con las participativas estrofas de “Cadillac Slim” y angelicales con «You & Me», la pausa utilizada personalmente por Luke a modo de desfibrilador. Un antiguo romance que seguramente obtuvo más de un gemido, un eclipse solar. Acto seguido se le une Roberto Luti dobro en mano rindiendo un sentido homenaje a Big Joe Williams en “Someday Baby” disipando las dudas que pudiera haber con la sobrecogedora delicadeza de la acústica y su espíritu sanador. Vuelven a repasar su cancionero con el deleite deslizante de “Domino Sugar”, en “Kokomo Blues” (Scrapper Blackwell) evidencia que es un gran estudioso del género, y con “Break Down The Walls” vuelve la vertiente romántica poseída por esos diabólicos doce compases. Las raíces, el comienzo, la génesis. El escalofrío. Con la excitación global de “Swing That Thing” llegamos al tramo final, momento enfático con el cuarteto encendido y un público hechizado por un argumentario suficientemente elocuente como para establecer una fuerte conexión entre emisor y oyente. Evidente ovación. Breve ausencia que rompe el campechano Brennan agitando a la masa, pidiendo mayor respuesta e insuflando el entusiasmo que provoca la elegancia de “Jitterbug Swing”, una impetuosa despedida. Para suculentos paladares.