Viernes 27 de mayo de 2016 en Salason, Cangas
Al fin te deshaces de las oxidadas cadenas que unían tus pies entre sí; momento de correr sin mirar atrás entre pantanos repletos de alimañas hambrientas. Tu respiración y tu ritmo cardíaco cada vez están más al límite, pero sigues hacia adelante sin rumbo fijo, con el simple fin de dejar lo más lejos posible el escalofriante ladrido de esos perros sabuesos que olisquean tus pasos, ansiosos de darte caza y rasgarte la piel a mordiscos… Así podríamos resumir como te sientes cuando estás ante la banda de Nashville Blackfoot Gypsies, la banda sonora perfecta para un film como OH Brother! de los hermanos Coen.
Con sus peculiares y coloridas vestimentas, entre hippie, redneck experto en destilar licores ligeramente adulterados, recolector de algodón o un voodoo man, salían puntualmente a escena ante apenas unos 30 o 40 individuos (algo se está muriendo poco a poco). Su puesta en escena te deja claro desde el primer instante por dónde pueden ir los tiros. Rock, blues, bluegrass, incluso punk… son algunas de sus referencias, pero sería imposible ponerle etiquetas a la música de Blackfoot Gypsies, ya que sobre todo en directo son pura adrenalina e improvisación. incluso Zack durante unos minutos saca espacio para aporrear su batería como si fueran una banda de hardcore mientras Matthew grita como un animal a punto de ser sacrificado..
Es cierto que su base es el blues, el propio Matthew lo dice una y otra vez, así que a partir de hoy les etiquetaré como «Voodoo Blues, Party Rock«. Durante su concierto paulatinamente harán que te sientas como unos de esos muñecos voodoos, hasta el punto de que terminarás haciendo lo que ellos quieran que hagas… Tu cuerpo terminará sudando, saltando y gritando durante el tiempo que decidan que lo hagas. Pasarás de estar contorneando tu cintura como si estuvieras paseando por el barrio francés de New Orleans en pleno Mardi Gras, a volverte loco cual alma poseída mientras esa mezcla de blues y cajun penetra en tu sien. Su música te lleva en un constante viaje por tierras sureñas, por las orillas del Mississipi, por viejos bares clandestinos y plantaciones de algodón , fiestas nocturnas y sacrificios a pie de una hoguera e incluso pasarás Nueva Orleans para hacer algún que otro trato tenebroso entre tragos de licor casero y humo de puro cubano…
Blackfoot Gypsies nos han traído la música más fresca que jamás escuchamos por estos lares y ha sido la única banda capaz de aunar en elogios tras su concierto tanto a amantes del blues, del garage, del southern, del punk o incluso a algún que otro heavy.
Matthew tirado por los suelos y cantando como si el Bob Dylan más anárquico hubiera resucitado, Dylan saltando con su bajo de aquí para allá y apoderándose de la bandera de Nashville usándola como si se tratara de una capa de superhéroe sobre su sudoroso cuerpo, Zack aporreando esos tambores y sacudiendo las maracas como si fuera chamán africano en pleno momento de trance y Ollie Dogg… bueno pues Ollie nos encandiló a todos con su armónica, con cada pose, con su buen hacer y dejándonos a todos impresionados por ser capaz de seguirle el ritmo a esos tres jóvenes y alocados compañeros de viaje… Esa armónica sonó fuerte, consistente y le dio el toque mágico y preciso para que incluso bandas como Blues Traveler asomaran por nuestros pensamientos.
No usan un setlist, ellos siguen el ritmo marcado por la improvisación. Te pueden tocar un tema de dos minutos como pueden alargar una canción hasta 10 minutos o más si el público es capaz de seguirles el ritmo. «Under My Skin», «Call Me After Midnight», «I Wanna Roll Around With You», «Keep Runnin», «It’s Our Time», «Dead On The Road», «1776», «Pork Rind»… y así aproximadamente dos horas sin parar, con apenas dos pausas para ir al backstage y volver con más fuerzas que nunca (a esas alturas del concierto el inseparable gorro de Matthew ya se encontraba revoloteando por toda la sala).
Momentos mágicos sin duda fueron cuando aparecieron los globos y la banda enloqueció, cada vez que salieron por los aires surfeando sobre las cabezas de los allí presentes, y sobre todo cuando sonaban los temas más conocidos por un puñado de fieles que gritaban cada uno de sus versos: «Don’t Know About You», «Trouble», «Dead On Road», la pegadiza y desconocida «Gypsy Queen», y qué decir de «Don’t Want To See Your Face» o ese final con «Too Bad» donde las 30 almas que seguían danzando sin cesar a los pies de Blackfoot Gypsies se volverían completamente descontroladas contagiando incluso a la banda, hasta el punto que el propio Zack poseído por la locura reinante abandonaría su batería para saltar del escenario y volar sobre nuestras cabezas mientras la banda seguía su ritmo constante hasta un final apoteósico, con Dylan a la batería y Zack haciéndose cargo del bajo.
Blackfoot Gypsies nos dieron una demostración de que el rock sigue vivo, de que aún puedes sorprenderte en un concierto, de que tu cara puede terminar con una sonrisa permanente aunque tu cuerpo esté dolorido y agotado… Ellos representan todo lo que la música en directo debería ser: Profesionalidad, fiesta y humildad.. pero siempre con esa pizca de locura y descontrol que hacen del rock&roll una forma distinta de vivir la vida.
Larga vida para Balckfoot Gypsies