Kristonfest’16 | GR76


Viernes 13 y sábado 14 de mayo de 2016 en Sala Santana 27, Bilbao 

Echando la vista atrás encontramos situaciones que se repiten, momentos que guardan gran similitud entre ellos, circunstancias que retornan, sensaciones déjà vu, pensamientos cruzados o emociones varias que insisten. Frecuentes acontecimientos que esperas con ansiedad desde el momento que dicen hasta luego, y cuando estás inmerso en ellos te invade la emoción. Kristonfest es para nosotros uno de esos casos, un festival que año tras año va asentándose pese a que el camino no es sencillo, no vamos a descubrir ahora el fuego. Mantener un festival de estas características debe ser una empresa dificultosa que requiere esfuerzo, trabajo y mucha dedicación, y aunque los primeros pasos no parecían muy alentadores (un año de impasse tras la primera edición), la promotora Noise On Tour ha seguido con su constante labor por elaborar atractivos carteles que sedujeran a gran parte de seguidores que se mueven por rocosos terrenos, metálicos en ocasiones, ora setenteros, ora más recientes, psicodélicos unos, más siniestros otros, pero siempre de doctrina semejante: Ritmos acelerados, arriesgados, pasionales, contundentes. Con estas premisas se acercaba la ocasión para adentrarnos de nuevo en el universo Kriston, sin embargo por esas fatalidades del destino, esas casualidades a las que nos referíamos, nuestra historia parecía repetirse y si el año pasado no pudimos asistir por motivos de salud, nuestra presencia otra vez pendía de un hilo. De un inoportuno trancazo, para ser exactos.

Santo Rostro

Con la quinta edición a la vuelta de la esquina parece que el malestar nos concede una pequeña tregua y sin estar totalmente recuperados la posibilidad de acudir a la sala Santana 27 puede más que cualquier otra contingencia. La decisión es irrevocable a pesar de continuar afectado por los malditos virus estacionales, y dos años sin pisar el festival se antojaba una excesiva penitencia, por lo que nos plantamos en la sala bilbaína cuando aún había un par de decenas de seguidores esperando la apertura de puertas. Momento de charla con conocidos, momento que aprovechamos para agradecer a la gente de Noise On Tour (Gorka concretamente) las facilidades y atenciones para con GravelRoad76 y con uno mismo en particular. Una vez dentro la sala transmite una pobre imagen dada la poca afluencia de público, y la infinidad de factores a tener en cuenta hacen complicada una valoración en su justa medida. Nosotros mismos, sin ir más lejos nos habíamos mantenido en una cuerda floja virtual hasta las últimas horas. Multitud de propuestas, variadas ofertas y cantidad de personas que entramos en la misma baraja de cartas, pero cuando llega la hora de repartir… Por supuesto nos gustaría que Kristonfest tuviera mayor repercusión, mayor seguimiento precisamente un año en el que han apostado por duplicar tanto las fechas como los artistas. La inclusión de Crowbar, Elder, Uncle Acid & The Deadbeats, Santo Rostro, Trouble, Wolfmother, Carousel o Black Rainbows debería ser una poderosa razón para obtener buena respuesta, pero lamentablemente (al menos la primera jornada) no lo fue, y con esa exigua estampa da comienzo el certamen con el trío andaluz Santo Rostro, que mantuvo absortos a unos cuantos asistentes con osadas progresiones y desenfadadas composiciones como “Hunt It Down”, encargada de inaugurar actuación y edición. Media hora rebosante en corrientes californianas facturadas en Jaén que se ganó a pulso los aplausos del respetable.

Trouble
Crowbar

Acto seguido y con puntualidad milimétrica (tónica habitual) salta al escenario Trouble, banda poseedora de un amplio bagaje como lo atestiguan unas primeras filas a las que se aproximan fans de todo naturaleza y única intención. Aprovechar al máximo cada instante, exprimir el reloj desde que aparecen los impetuosos riffs de “The Tempter” bajo la turbadora luz roja, responder a las bravatas de Kyle Thomas con continuos movimientos de sienes y brazos, agitar puños en alto, corear “The Eye” o aclamar las andanadas de los señores Franklin y Wartell a las guitarras. Se mantuvieron compactos a pesar de bajar el pistón en el tramo final y ofrecieron un set dinámico, con clásicos como “At The End Of My Daze” y aproximaciones sabatthicas como una excelsa «Supernaut» que encandiló y recibió magnánimas muestras de gratitud. La misma que recibiría otra leyenda: Crowbar. En esta ocasión había división de opiniones entre los feligreses, y tanto los días previos como en esos momentos encontrabas quienes consideraban que debían ejercer como banda principal (varios asistentes partieron al finalizar). Frivolidades y apreciaciones al margen, la cuestión era que teníamos delante al mismísimo Kirk Windstein que nos saludó con un “Conquering” elevado a la máxima potencia, pues el volumen utilizado desató el desenfreno y provocó el grito unánime de los devotos de la formación de Louisiana que se congregaron ante el altar, iniciando de esa manera un set demoledor donde no faltaron oraciones como “To Build A Mountain” o “All I Had (I Gave)”, donde se percibe el fervor mientras la Ibanez de Matt Brunson brilla en la oscuridad y la voz gutural del señor Windstein imprime carácter, hace palidecer al más temerario y obliga a navegar por el espacio sludge que promulgan en “Planets Collide”.

Uncle Acid & The Deadbeats

Al caer la medianoche los británicos Uncle Acid & The Deadbeats debían salir a escena y demostrar porqué su trato preferente (algo que particularmente no nos disgustaba), y a fe que lo refrendaron. Con una espesa niebla y bajo la incesante iluminación sanguínea que nos acompañaría en todos los inicios emergen, mimetizándose con el entorno, cuatro sombras al ritmo de “Waiting For Blood”. Siniestros, asustadizos, introspectivos, calculadores, psicotrópicos. Intrépidos. A las primeras de cambio pocos disparos por parte de los camarógrafos, pues los destellos escarlata saturan tanto las imágenes como los deseos de muchos por obtener alguna recompensa fotográfica. Los gustos de los muchachos por los ambientes, contextos o diseños lúgubres creo que son conocidos, así que no hay porqué extrañarse. Debemos centrarnos en el aspecto musical, que iba tomando cuerpo con la adictiva “Mind Crawler”, ejemplo empírico de sugestión, pues las primeras filas estaban copadas de fans que al igual que Kevin Starrs se parapetaban tras sus cabelleras y zarandeaban estáticos sus cabezas siguiendo el compás que marcaban el baquetero Itamar Rubinger y Vaughn Stokes al bajo, y uno se cuestionaba “Over And Over Again” cómo algo aparentemente tan siniestro podía albergar tanta sobriedad, pues aniquilaban con sus firmes garrotazos, con pócimas secretas como «Poison Apple» o enloquecían a la masa con la amplitud y consistencia de “Pusher Man”, mantenida por las flamígeras guitarras del señor Starrs y el otro Rubinger, Yotam, encargados también de una doble parte vocal distorsionada, perezosa, poderosa. La psicodelia se estaba apoderando de la sala al mismo tiempo que nuestras fuerzas decaían y optamos por apartarnos un poco, examinar desde la distancia lo que hasta ese momento habíamos contemplado desde las primeras filas, pues desde esa perspectiva todo cobra otro valor. Aprecias mejor la marea de cabezas, ves los aplausos y hasta la iluminación que minutos antes te resultaba chirriante te parece colorida y tras “Vampire Circus”, que era la elegida para hacer un alto antes de los bises, decidimos con gran pesar que era suficiente. Cuatro fornidas bandas para atajar el resfriado. Buena fórmula.

Carousel
Black Rainbows

Volvemos al redil al día siguiente con ganas de responder las acometidas de las cuatro bandas elegidas para la ocasión, un cuarteto y tres tercetos que intuíamos debía reunir más gentío, como finalmente resultó, e imaginamos que en ese aspecto los organizadores estarían más satisfechos que la jornada anterior. Daba la bienvenida el cuarteto de Pittsburgh Carousel. Calurosa bienvenida, por cierto. Recrearon su obra con acierto y dejaron sorprendido a más de uno con los contantes diálogos de las guitarras del grandullón Dave Wheeler y su compañero John Dziuban. A destacar la labor cavernícola del mazero Justin Sherrell en los tambores en un set trotón, divertido, polvoriento y con pocos altibajos, donde taladraron el despertar de la siesta de alguno con “Trouble” y “2013”. Continuando con el guion establecido subiría al escenario otro conjunto esperado por mi parte: Los italianos Black Rainbows, que siguiendo la estela de sus predecesores defienden tesituras psicodélicas, desérticas, amplios cordajes, oscuridad, distorsiones fuzzdamentales y amplitud sonora. Vamos, lo que se entiende como stoner rock. Combustionan la atmósfera con “No Fuel No Fun” y a partir de ese instante las argucias de cualquiera de sus componentes (Alberto Croce, Gabriele Fiori y Giuseppe Guglielmino) son celebradas por la concurrencia que asiente con la cabeza, enloquece con la densidad de “Hawkdope”, mantiene una danza tribal con “Hypnotize My Soul With Rock n’ Roll” y se envuelve en la intensidad y los vastos desarrollos “The Cosmic Picker”. Se despidieron por todo lo alto recordando a MC5, honrando “Black To Comm”.

Elder

Recoge el testigo otro terceto, Elder, formación creadora de un amplio abanico de sonoridades teniendo en cuenta su básica naturaleza (guitarra, bajo y batería), aunque su principal baluarte gravite en torno a los ambientes siderales, progresivos, floydianos y hasta trascendentales. Afrontan su participación con un “Compedium” de virtudes y pocos defectos y el riesgo necesario para desarrollar sus viajes astrales con la calidez de “Lore” y sus prolongados espacios perfilados por una guitarra catalizadora que sugiere, que suplica hasta lograr tu complicidad tras dieciséis minutos de auténtico frenesí instrumental. Sinceros aplausos, muestra de reconocimiento hacia el resplandor de la SG de Nick DiSalvo y su incuestionable eficacia, su rotundidad y su raigambre en los acordes, en los solos desafiantes o en los sinuosos wah-wahs. Y sus compañeros no le van a la zaga, porque tanto Matt Couto como Jack Donovan a la batería y bajo respectivamente cubren a la perfección las espaldas del espigado guitarrista. Una sugestiva intervención que te eleva a una tercera fase que no podía concluir de otra manera: “The End”, minutos etéreos donde los platos del señor Couto pedían piedad, el bajo mantenía la estructura y la guitarra rozaba la épica.

Wolfmother

Mientras hay cambio de bártulos en el escenario la Santana parece ir menguando, pues llegaba el momento que tanta gente estaba esperando, el nerviosismo es latente y se escuchan algunos silbidos fruto de una incomprensible impaciencia. Como antes hemos señalado el cumplimiento de los horarios había sido una constante y hasta ese momento la tolerancia se había impuesto a la inquietud, pero la asistencia de personal para el plato fuerte se deja notar. Podríamos decir que en esos instantes la sala presenta una espléndida imagen como lo constata un público que comienza a apropiarse de un espacio que difícilmente cedería en los próximos minutos. Tensión en el ambiente. Expectación. Ilusión. En breves instantes tendríamos enfrente a Wolfmother, y de repente aparecen entre gritos y aplausos tres tipos que se saben “Victorious” de antemano y comienza un espectáculo vibrante, emocionante, diligente. Con celeridad enlazan “New Moon Rising”, donde sientes cerca el aliento del señor Carapetis con sus platillos volantes, te rindes ante la elegante actividad del teclista-bajista Ian Peres y los agudos de Stockdale obligan a mantener los cinco sentidos sobre tres tíos vehementes, solventes, turgentes. Se da la circunstancia que cuando las cámaras fotográficas deben abandonar su coto es hora de gritar y corear fuertemente “Woman” y en las primeras filas se monta una fiesta de proporciones, se pueden adivinar intentos de crowdsurfing, el caballero recurre a la  socarronería cuando se quita la camiseta, la lanza al foso de los leones y la algarabía allí montada obliga a no bajar la intensidad, a delirar con el éxtasis que desata «Apple Tree”, subirse al melodioso caleidoscopio de “The Love That You Give” o sumarse a la nostalgia con las ráfagas de un “Riders On The Storm” que captura en los semblantes del personal el equilibrio perfecto entre euforia y melancolía. Un concierto donde las piezas de su obra fetiche fueron las más aclamadas, pero no podían faltar, ya que se trata del nombre de su actual tour, “Gypsy Caravan” o la luminosa y acelerada “City Lights” antes de unos bises atmosféricos y festivos que significaban para Kristonfest un punto y seguido con “Joker & The Thief”, el epílogo de una celebrada edición. El joker, el naipe que nos faltaba en repartir, la prometedora señal para una nueva partida que comenzamos a jugar desde hoy y que seguramente finalizaremos en doce meses con Noise On Tour. En Kristonfest.

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s