Hogjaw on road | GravelRoad76


Sábado 26 septiembre de 2015 en Kafe Antzokia, Bilbao

El rock es un estado de ánimo. Es magia, es pasión, es tranquilidad, valentía y rebeldía. Es tiempo. Y el tiempo es como el rock: magnético, ácido, vivaz, pausado y cíclico. Tal vez sea una comparación extraña, pero se trata de una sensación previa a presenciar otro show de la banda, unos tipos que van ganando enteros con el tiempo y paulatinamente nos han seducido con su sensibilidad, entrega y amabilidad. Aparentemente su propuesta estilística pueda resultar clásica y lleve a equívocos, pero gozan de una compleja sonoridad que contrasta abiertamente con esa afirmación de sencillez, con armonías que brotan de las tierras áridas de Arizona, melodías con RH y ritmos tenaces que alcanzan dimensiones épicas en desarrollos llevados al límite. Los días previos unos cuantos amigos transmitían sus impresiones que posteriormente compartíamos sobre la experiencia Hogjaw, y a medida que se acercaba la hora la ansiedad crecía al mismo tiempo que una voz interior preguntaba sobre la posibilidad de repetir y aburrir. Lo poco agrada y lo mucho enfada, que insistía. ¿Qué vas a decir que no se haya publicado en este rincón? Te lo han puesto difícil, no seas ingenuo pero… testarudo que es uno. Es un estado de ánimo.

Con ese ánimo nos acercaríamos a Kafe Antzokia, dispuestos a vivir otra gran noche de rock n’ roll que posteriormente detallaríamos de la mejor manera posible, prestos a extraer todo el zumo necesario y obtener los datos precisos para compartir el noble ejercicio de la narrativa. La música, y por extensión el rock se ha de disfrutar, y todo eso depende de un cúmulo de factores que ayuden a ese estado de satisfacción. Teenage Head Music nos ayuda a ello con las bandas que frecuentemente nos acerca, unas más aguerridas, otras más líricas, algunas del sur, otras del norte, en ocasiones veteranas y otras noveles. En realidad todo comenzó con los rayos de sol, a media tarde, cuando intentamos meter el morro en la prueba de sonido y poder saludar de paso a los chicos y a Manny, el tour manager en esta ocasión. Prueba superada. La nuestra y la suya. Dos furtivos se habían colado en un soundcheck que contaba como público los trabajadores del local y los componentes de Dingos & Flamingos, interesante formación bizkaitarra elegida para abrir la velada.

Seamos sinceros. Mi conocimiento sobre ellos es más bien escaso, un par de canciones escuchadas con anterioridad, pero después de su aparición, y como se trata de una de las bandas participantes en la fase final del Villa de Bilbao al que acudimos regularmente, apuntados.  Cuentan en su haber con el EP «The Legacy of the Seven Sinners» y recientemente han editado el LP «Bilbao Sin City» que seguramente exprimieron al máximo en la hora con la que contaron (no en vano Raúl, su vocalista, advirtió que si no estaban más no sería por ganas, sino porque se quedaban sin repertorio) insuflando buen rollo, actitud y frenéticos ritmos americanos, unas veces más country, otras más blues, algunas más rocker, con aromas sureños, aires desérticos… En una palabra, el llamado outlaw rock, pero realizado en Sopelana. Raúl no paraba ni un instante y el resto de compañeros demostraron buenas maneras, arrojo y respeto ante un escenario como el que se enfrentaban. Lo dicho, quedan en la carpeta de pendientes y desde aquí os recomendamos seguirles la pista.

Llega el momento en el que todo el personal mueve los pies en todas direcciones. Unos arriba, cambiando el atrezzo y demás elementos, otros abajo, saliendo a apurar algún cigarrillo, arrimando el hombro a las barras o dirigiendo los pasos hacia los baños mientras otros nos quedamos comentando las mejores jugadas o simplemente conversando mientras esperábamos a los cuatro de Arizona, preguntando por el posible guion a utilizar, porque gozan de un brutal cancionero armado con potentes descargas y arropado con nostálgicas melodías capaces de derrumbar al más intrépido, o por la novedad. Una novedad que nos encandiló desde el primer instante. Desde que chocamos las manos hasta la despedida. Con sus solos. Con sus arpegios. Por su simpatía. Por su interés en comunicarse, por un aura especial. Uno tiene en especial estima a Kreg, y su salida de la banda por los motivos conocidos me entristeció sobremanera. Sabía que quien sustituyera su figura debía ser muy grande. Tenía que ser un tipo excepcional. Un gran músico. Mejor persona. Ese es Jimmy Rose, un tipo que encaja a la perfección en la banda, un hombre encantador. Nos habían puesto al corriente y a fe que todos tenían razón, al igual que todas las palabras que hablaban de la rotundidad del conjunto, su conexión y la destreza que hábilmente administran en cada uno de los entreactos. Ya hemos dicho que podríamos resultar repetitivos después de ver analizadas algunas de sus actuaciones estas dos últimas semanas, sin embargo somos obcecados. Cautos, pero constantes, y ante todo agradecidos: “Thanks for the four reviews on GravelRoad76, and thanks to the four friends, man! You’re crazy people” (palabras de Elvis). Le prometimos una quinta.

El fortuito estruendo del trueno sorprende al igual que una imponente silueta con el ukelele Les Paul cuando las notas de “Rollin Thunder” actúan como efecto percutor y el respetable responde emocionado. El show ha comenzado. Unos primeros instantes dubitativos y de aclimatación donde la voz de Jonboat no parece pasar por su mejor momento, pero todo se suple con ganas, humor y profesionalidad. Son muchos kilómetros, varias estaciones y la entrega que demuestran en cada bolo ha de pasar factura en cualquier momento. No importa. No nos importa. Estábamos dispuestos a disfrutar cada minuto, cada arreón, cada giro, cada canción, cada estribillo. ¿Podría faltar algo? No sabemos. ¿Podría sobrar algo? No conviene recordar lo intrascendente. Se trata de recordar lo fundamental, el entusiasmo que demuestra Kwall tras unos tambores con mucho shuffle sincronizado por las cabezas y manos del público en “Am I Wrong”, el primer intercambio vocal entre él y Jonboat. Se trata de rememorar momentos donde la tierra deja de rotar, se paran los relojes y el único movimiento es el que estás presenciando, cuando la sutileza y grandiosidad de “I Will Remain” te recuerda pasajes de tu historia personal envueltos en papel de regalo, porque esto es un regalo, amigos.

Un regalo que quienes están a tu lado en los peores momentos te recuerdan y susurran al oído que abandones la cámara por unos minutos y sueñes con la melancolía que ofrecen los acantilados, efusivos gritos en el silencio que logran alcanzar la paz interior. Odas que han mamado desde la más tierna infancia, captado su esencia e ido depurando y limando hasta convertir Hogjaw en una máquina de demolición sónica. Lo han demostrado en sus anteriores visitas. Lo han demostrado en esta ocasión en todas sus etapas: Castellón, Barcelona, Lleida, Zaragoza, Madrid, Valladolid, A Coruña, Avilés, Cangas, Ourense, León, Estepona, Murcia, Vitoria-Gasteiz, Bilbao y Liérganes. Lo demostrarán la próxima vez que crucen el charco y nos reciban con la festividad de “Leavin Out The Backside” o Kwall nos marque el ritmo a seguir con “Road Of Fools”, porque probablemente podremos gozar otro “Another Day” con el histriónico y divertido Elvis y comprobar la majestuosidad de “County Line” (Salason 19.09.15), una de las preferidas del personal, donde el protagonismo que alcanzan las guitarras es proporcional a una melodía desgarradora, ejemplo empírico de composición épica que logró reunir sudores, sollozos, momentos tántricos, admiración e infinidad de aplausos ante un inmenso solo de Jimmy. Rotundo. Implacable. Sobrado. Catalizadoras guitarras que se pasan el testigo entre canción y canción, se baten en duelo en “Swamp”, y entre el público se adivinan rostros satisfechos, hechizados y plenos ante el derroche de poderío de unos tipos que demuestran mayor profundidad que el sonido sureño. Son oscuros, brillantes, enigmáticos, corales y harían palidecer a más de un advenedizo redneck.

Capítulo aparte merece el final. Tras unos minutos de pausa para tomar aliento regresan alentados por los presentes que no queríamos dar por concluido el recital, e interpretan una gran canción. La canción. Particularmente creo que simboliza a la perfección la andadura de Hogjaw. Es como el tiempo. Cualquier epíteto en el que pienses es válido, y “This Whiskey”(Keska Taberna 17.09.13) admite cualquier calificativo. Es audaz, melancólica, tiene brío, sentimiento, es cadenciosa… vamos, que contiene los elementos necesarios para que en tu cabeza suene una y otra vez, y se convierta en uno de los motivos por los que amas el rock. En esos momentos creí ver la gorra de Kreg, y me froté los ojos por si era un espejismo o real. Evidentemente se trataba de una ilusión. Podía más el aprecio que cualquier otra circunstancia, y con los pies en el suelo pero con la mente en una tercera fase dimos carpetazo a otra velada grandiosa. Posteriormente tuvimos la oportunidad de charlar sobre ello con Jimmy, y asintió con la cabeza. Rotundo. Podría ser perfectamente el “Free Bird” particular de Hogjaw, una canción que reúne lo necesario para ser considerada un himno, una canción que nos acompañó en el camino de vuelta a casa recordando el éxtasis general final. Emotivo. Fácil de recordar, difícil de olvidar. Es un estado de ánimo.

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