RavenEye & Last Fair Deal, going up | GravelRoad76


Jueves 9 de abril de 2015 en Kafe Antzokia, Bilbao 

22339670_1515307105202958_2358925165121465024_oDe la misma manera que la veteranía es un grado, podríamos asegurar que la juventud tiene su encanto. La experiencia se suple por desparpajo, la osadía planta cara al oficio y la calidad no está reñida ni mucho menos con los años. Es cuestión de aprendizaje, y como en cualquier faceta que desarrolles, has de saber diferenciar aquello que merezca realmente la pena, enriquecerte y luchar por las metas que te impongas. A grandes rasgos, cualidades entre otros de Last Fair Deal, vehemente triplete que como bien dice el refranero, algo tendrá el agua cuando la bendicen, porque nos tiene muy bien acostumbrados a sudadas, vitaminadas y magnéticas actuaciones. Atesoran calidad y mantienen viva la llama del rock sin concesiones administrado con la sutileza del shuffle, la personalidad del blues o el vigor del boogie. Y para la ocasión se sumaba a la fiesta otro joven terceto: RavenEye, que dicho así, tal vez suene a poco, pero si añadimos que está liderado por Oli Brown la cosa cambia, ¿no? Dos tríos, dos sets diferentes en algún matiz, pero similares en esencia. Noche de guitarra, bajo y batería.

22291282_1515306758536326_1731936735525275192_oLlegamos inquietos a Kafe Antzokia, porque por muchas experiencias que acumules, la sensación suele ser la misma o parecida. Nervios. Intranquilidad. Ansiedad por reencontrarte con los muchachos y sentir de nuevo el hormigueo que produce una noche de rock and roll, impaciencia en conocer la respuesta del público y esperanza en que ésta fuera positiva… Bueno, mejor sigamos con el guion establecido. Entre risas y cervezas el tiempo de espera se hace relativamente corto, y con puntualidad británica saltan a escena Oli Brown perfectamente arropado por sus compinches Aaron Spiers a las cuatro cuerdas y Kev Hickman tras los tambores. Indudablemente, ese guion aludido había dado un giro de 180º y la gente quizás esperaba a los locales, pero por una vez y sin que sirva de precedente sería el equipo visitante quien pusiera el balón en juego, digo… quienes abrieran la velada.

En realidad poco sabemos sobre los muchachos salvo que tienen editado el single “Breaking Out” y un inminente elepé en mente, aunque era conocida la carrera en solitario de Oli, y en pocos minutos nos damos cuenta que la constante blues que marcaba su trayectoria se transforma en un férreo hard rock que debería contagiar vitalidad, y con un inicio un tanto titubeante, nos damos cuenta que ese no sería el día, quizás por el tratamiento, tal vez por un público poco receptivo, o pudiera ser porque el recinto presentaba más espacio libre que ocupado. Mientras las miradas se centran en la figura del señor Brown, he de decir que nos sorprendieron la soltura, cadencia, actitud y buenas maneras del sonriente Kev con las baquetas, el solvente ritmo impuesto por Aaron y algún momento de euforia ya fuera pidiendo la complicidad del respetable, ya fuera con algún solo bravucón o estrofa contagiosa. En los albores de la actuación suena tímidamente coreado el single mencionado y cuando daban sensación de sentirse cómodos dan por concluida una actuación constante y dinámica.

22289959_1515307008536301_8598511853245416239_oUna guitarra cósmica conocedora de los secretos que guardan los doce compases, una cálida e insinuante batería y un bajo con mucho shuffle. Parece sencillo. Es cuestión de alma. De feeling y sentimiento. Ellos lo tienen. Gonzalo, excepcional guitarrista y gran vocalista, Virginia, sutil y diabólica baterista que al igual que el anterior mantiene una permanente sonrisa e Iker, fino y profundo bajista. Un robusto trío que se desenvuelve perfectamente en el amplio espectro del blues-rock con profundas raíces. Tan pronto sientes el calor de tierras tejanas como percibes los vientos de Chicago, sonidos europeos te trasladan a décadas del siglo pasado y sientes contemporáneos influjos. Un perfecto motor que en las distancias cortas carbura a la perfección y asombra por su eficacia. Si asistes a un concierto donde los oficiantes tienen un amplio repertorio y para dar la bienvenida te reciben con la alegría de The Animals y estrechamente te despiden con la emoción de Freddie King… Pero este final vendrá en su momento. Épico, por cierto. Desde los primeros minutos percibes el calor de aquellos que antes se mantenían distantes, y las caras de felicidad y aplausos denotan que los chicos tienen tirón, y es que no sólo defienden con pasión su cancionero, sino que demuestran su respeto por el legado de Muddy Waters por ejemplo («Young Fashioned Ways»), o se meten en la piel de Grand Funk Railroad («Ainless Lady») con la colaboración de Iñigo López (Quaoar), hipnotizando a unos cuantos incrédulos con unos agudos de órdago en la excepcional y atemporal «Black Dog».

La emoción se apodera del ambiente y los chicos se afanan en hacer algo diferente cada vez que visitan un lugar acojonante, especial y familiar como Antzokia (Gonzalo dixit), y composiciones propias como “Miles” o “Down Below” suenan absolutamente deliciosas con la amplitud de registros que contiene la Strato de Gonzalo y el compás, calidez y vigor de Virginia e Iker empujan a entregarse, sudar, bailar y disfrutar ante la fogosidad de ese motor en combustión que es Last Fair Deal, bajando las revoluciones necesarias para abordar “Yesterday”, la nostalgia de la noche, momento de volcánica epidermis global.

La asistencia se desmelena cuando llegan los rutinarios y esperados bises comenzando con el ritmo enloquecedor de una guitarra en ebullición y una voz nasal clamando al cielo en “Cradle Rock”, pieza fundamental no sólo en la carrera de Rory Gallagher, sino en la aventura de los chicos, apta para finalizar cualquier concierto y dejar el pabellón bien alto de no ser por la sorpresa final que tenían guardada en el bolsillo. Se habían conocido apenas una hora antes, pero si el señor Oli Brown ya había dejado constancia de su buena predisposición y caballerosidad al cambiar el orden… el final con “Going Down” fue sencillamente aplastante. Emotivo. Un derroche de facultades con fumígenos diálogos a doce cuerdas, fervor por el blues, y enorme clase. Ovación. Going up.

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