Rubia y Jonny Kaplan And The Lazy Stars, estrellas iluminando la noche de los enamorados | GravelRoad76


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Sábado 14 de febrero de 2015 en Kafe Antzokia, Bilbao

Mientras la ciudad se disfrazaba y aproximaba al lado más frívolo y canalla junto a don carnal, unos cuantos locos nos reunimos al calor de una emotiva cuaresma con Jonny Kaplan And The Lazy Stars, que viene a ser lo más parecido a acariciar con las yemas de los dedos las estrellas o navegar entre nubes de algodón. Nostalgia y pasión. Eso es. Palabras que construyen la historia de un tipo de esos a los que denominamos trovadores del siglo XXI, personas que viajan con una guitarra y unas cuantas canciones como equipaje de mano y se afanan en la difícil tarea de animar al personal. Se nos ocurre que podríamos añadir compromiso, otra de las características de uno de los puntales del rock americano (término recurrente que curiosamente encuentro retórico) de los últimos años, a pesar que las ventas y todas esas cifras de la industria podrían arruinar esta tesis. Hay ocasiones en las que esos números engañan y ciegan de tal manera que no valoramos en su justa medida la dedicación de esforzados soñadores obligados a vagar por caminos abruptos cuando podrían circular por cómodas autopistas. No se trata de cuantificar ni situar a nadie por encima de otro, y tampoco vamos a ser tan rancios como para menospreciar otras fórmulas, pero hay veces que la propia industria se pone zancadillas a si misma, y el claro ejemplo lo encontramos en el señor Kaplan, o más bien en el último álbum, “Sparkle And Shine” otra gema de historias brillantes que mostraría en una noche de carnavales.

Son días en los que el cuerpo responde de igual manera y los nervios comienzan a erigirse en protagonistas. Esta vez no iba a ser diferente, aun siendo conocidas tanto banda como sala. Bueno, hagamos un fifty-fifty. La banda impone, para qué negarlo, y la sala, a pesar de tratarse de Kafe Antzokia, guardaba una incógnita que debíamos despejar. El continuo y machacante runrún que durante toda la semana preguntaba sobre su ubicación final. Me explico. No vamos a descubrir a estas alturas el encanto del espacio, un recinto cómodo, amplio y camaleónico que cuenta con dos enfoques para estos eventos. Por una parte el más conocido y quizás reconocido fuera de Bilbao, y otro más íntimo y familiar en la zona superior, que imaginamos tendrán alquileres diferentes (terreno de promotores que han de ajustar presupuestos y barajar las opciones más idóneas, lo cual no juzgaremos). Hablamos simplemente de la poca información recibida los días previos, donde la primera noticia hablaba del apartado superior, el llamado Antxiki para unos cuantos parroquianos, que dicho sea de paso más de una alegría nos ha dado. Finalmente la duda quedaría resuelta, y la fiesta se celebraría en el lugar que requería el momento. Máximo esplendor para recibir a Kaplan, sus compañeros y Rubia, alter ego de la getxotarra Sara Iñiguez, mujer de interesante trayectoria, dulce y explosiva, rebelde y humilde.

Nos cruzamos con piratas, alienígenas, superhéroes y personajes varios en el camino mientras los extraños parecíamos nosotros, manteniendo la liturgia de Johnny Cash. Cuanto más te acercas al Antzoki vas imaginando un guion de cómo te gustaría que transcurriera la noche, e inconscientemente crees adivinar gente agolpada a las puertas, fervor por una noche de Rock&Roll… Craso error. El movimiento en los alrededores constata la escasa respuesta, pero sabemos que dada la calidad de los oficiantes más tarde se irán sumando adeptos por la causa. En la sala se aprecian el atrezzo y restos de una fiesta anterior, y dado que acudimos con premura nos da tiempo a ver las mismas caras y los mismos gestos que dice la canción. El tiempo de espera se hace corto, y puntual sale Rubia con Sara al teclado y voz perfectamente arropada por la elegancia y contundencia, cadencia y delicadeza de Mariana con los tambores, Lando Stone con las cuatro cuerdas e Iñigo con las seis. Un conjunto de enjundia que nos recibe con el entusiasmo de “Time Will Be Your Doctor” alegre ritmo que obliga a despegar los pies del suelo. El amplio abanico de sonoridades se aprecia inmediatamente después, cuando nos trasladan al terreno country de “City Of Angels”, pulcritud donde teclados y guitarra destacan y arrancan tantas pasiones como aplausos. A medida que transcurren los minutos vamos percibiendo que el repertorio se basa en su última aportación, “Barman”, no porque seamos unos eruditos, sino porque es su primera grabación en inglés. Una coctelera de sonidos y sensaciones, desde los más cañeros hasta melodías más sensuales, añejo rock sesentero, R&B, guiños funkies… hasta himnos souleros como “Love Is A Beatiful Thing” encajan perfectamente recordando el día y afirmando que el amor es algo hermoso aunque duela. Tras una actuación tan medida como trabajada, va llegando el momento del adiós, y para ello nos regalan dos inmejorables versiones para dejar el pabellón alto, demostrar categoría suficiente y despedirse como mandan los cánones. “High Flying Bird” y “You Better Run”. Ahí queda eso.

Cuando te enfrentas al negro sobre blanco o miras de reojo el teclado para narrar las sensaciones vividas junto a un tipo como Jonny Kaplan la redacción siempre quedará desnuda, faltarían adjetivos y vocabulario. Si, ya hemos mencionado tres, pero reconozco que cortos nos hemos quedado, y la sensación de estar frente a frente a uno siempre le resulta magnética. Un tipo de corazón atlántico y amante de la costa oeste, el cruce de caminos donde se encuentran las raíces americanas, historias unas veces vitaminadas, otras más melancólicas, pero que llegan al corazón y con las que consigues durante segundos evadirte del mundo real. Y allí estábamos una vez más viendo el cambio de cables, pedales y aparatos en general cuando comprobamos que el aporte envolvente y sinuoso del teclado no nos acompañaría. Lástima. No todo van a ser malas noticias. Tenemos el vigor de Kevin Haaland a la guitarra, el aplomo de un vecino, Jokin Salaverria al bajo (compañero de fatigas de Sara en unos cuantos e interesantes proyectos) y en la batería un hombre carismático: Dave Krusen. Doy por hecho que no hace falta decir más. Un cuarteto de lujo que nos recibe con un txupinazo llamado “Smoking Tar”, perfecta declaración de intenciones, perfecta demostración de sentida bienvenida respondida con aplausos y absoluta complicidad por parte de la asistencia, tónica de habitual de los ritos oficiados por los muchachos. Las arenas movedizas de la pantanosa “Annalee Meets The Scorpion” absorben. Atraen de tal manera que no puedes evitar caer en ellas, en ese momento de lucha crees oír el graznido de unos cuervos y más tarde una cautivadora voz nasal apoyada en el lamento de la armónica (“Helena’s Afraid”) te ofrece una mano salvadora que más tarde te acompaña y arropa con la melancolía de “When You’re Down”… Minutos de recogimiento interior, miradas introspectivas y momentáneas huidas hacia la tercera fase, instantes que inmovilizan y obligan al pensamiento. Al menos para uno. Como un efecto dominó van cayendo una tras otra piezas a cada cual más incisiva, unas veces por la crudeza y sensibilidad, otras por su carácter festivo, otras por ser intrépidos sonidos de barra de bar, y Jonny actúa cual chamán ofreciendo peyote mientras Kevin se aferra a una guitarra viciosa, Dave imprime carácter al combo tras la batería y el omnipresente Jokin seduce con su enorme poderío y shuffle al bajo. Como dijo Jonny tal vez se trate del mejor bajista con quien haya colaborado, no en vano llevan nueve años juntos. ¡Y es de Getxo! El inconfundible aroma a combustible de “Ride Free” parecía predestinado al cierre, pero nos tenían reservada la colaboración de Sara en otra para echar la lagrimilla: «A Song For You”. Preciosa. Elegante. Volátil. Como “Cinnamon Girl”, la herencia del viejo Young, notas que denotan que estamos ante un hombre agradecido, humilde, constante y tenaz, capaz de pellizcar con dulces estrofas como “Sweet Magnolia Flower” el broche melancólico a una noche especial. Nostalgia, pasión y compromiso de un tipo fiel a su música y poesía que enganchó en una edición especial de Azkena Rock, aquella que homenajeaba al hombre de negro en 2004 y donde hicimos un pacto con el diablo. Mantener el disfraz de Johnny Cash y seguir los pasos de Jonny Kaplan.

Y no podía faltar una grabación del día, en este caso una deliciosa canción llamada «Still Lonely»

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