El tour peninsular de unos chicos venidos de Ontario comenzó en Keska Taberna y los ojos de GravelRoad76 no podían faltar en el estreno. Calor, humedad, sudor y mucho sentimiento en una velada de imborrable recuerdo. Ellos siguen de camino mientras nosotros intentamos dar el empujón necesario para que dudes lo menos posible. Euforia y blues de la mano de Stone River
El día se presentaba fascinante, con diferentes propuestas en gran parte de las salas del botxo, por lo que había que deshojar la margarita, y cuando elegimos tendemos a pensar qué habría sucedido en el otro supuesto. Pero somos de Bilbao, y si no nos parecía poca la oferta, preferimos trasladarnos unos kilómetros para arribar a Llodio. Por varios motivos. Digamos que en realidad la elección no nos supuso un gran quebradero de cabeza. Digamos que era una de esas citas de obligado cumplimiento. Digamos que el lugar donde se celebraría guarda todos los condicionantes para acudir, un acogedor rincón que desprende un aroma especial. Digamos que la banda estaba señalada tiempo atrás. Digamos que la promotora encargada de su tour europeo es Teenage Head Music, sinónimo de vista, oído, olfato, tacto y gusto. Digamos que estos días tienen reservada siempre una sorpresa, que por regla general va de la mano con la calidad humana de muchas de las personas con quienes puedes mantener una charla, una cerveza o intercambiar alguna sonrisa, porque esa es otra peculiaridad de este rincón. Amabilidad y cordialidad. Y a la cabeza Xabi, cercano, sonriente y afable, con los nervios más calmados a medida que engorda la experiencia, atento a los detalles y esas situaciones que tan sólo un hombre inquieto es capaz de ver, y realizando una labor merecedora de un caluroso abrazo, un aplauso o un enorme agradecimiento que nunca cansaré de repetir. No se trata de un afamado templo, pero digamos que es un santuario singular. Es Keska Taberna.
La noche, cuanto menos, prometía. No podemos ocultar que la fecha nos causaba cierto respeto e inquietud, un día inhabitual en la trayectoria de la taberna que podía convertir aquello en una sauna, el clásico instante de transpiración global dado el furor del personal, las dimensiones del local y una de esas formaciones que presentíamos capaces de generar energía como para alimentar un potente generador eléctrico o convertir el local en una olla a presión. Sábado noche y debut de unos chicos que ante todo y sobre cualquier etiqueta, forman una banda de rock, una formación que da sentido a la palabra y aglutinan un potente y vasto background sin artificios ni ornamentos que desvirtúen su magia. Si, las influencias y toda esa liturgia grandilocuente puede ser evidente, y encontramos paralelismos entre viejos sonidos fabricados en vinilo y otros manufacturados recientemente, pero no deja de ser Rock, una dulce y estimulante sensación, el poder de las guitarras que alguien dijera en su momento. Para ello, cinco mozalbetes de Toronto que hacían parada y fonda en su camino. El esencial tándem enérgico que forman Patrick y Sasha a las cuatro cuerdas y tambores respectivamente y los tres jinetes de las guitarras. Renan, la voz sugerente y seductora más el gigantón Jeff y Darren, que mantienen equilibrios a seis cuerdas y armonías corales mientras este último compatibiliza las labores al mando de los teclados. Dos álbumes. Una banda. Es Stone River.
El momento guarda una serie de pequeños detalles que obtienen un estupendo resultado, empezando por el camino de ida y acabando por el de vuelta. La incesante lluvia convierte el camino hacia Llodio en una pista de patinaje donde el manto de lluvia y una incómoda neblina imposibilitaban la visión, pero con tranquilidad y una moderada velocidad llegamos sin grandes sobresaltos. La compañía de Allman Brothers apacigua. Llegamos con tiempo al local, y nos reciben con la hospitalidad de costumbre Xabi y Max, conductor de sueños, encargado en esta ocasión de la promotora, compañero, confidente y amigo. Saludos a unos, besos a otras, cervezas y risas mientras vemos que los chicos preparan el setlist sobre el terreno y preparamos la trinchera para la batalla. No viajan con el guión bajo el brazo, lo cual demuestra su categoría. Con relativa puntualidad comienzan con las melodías envolventes de “Rivers We Crossed”, la calma tensa de una composición casi eclesiástica. No en vano estábamos en un santuario. Suele suceder que cuando actuamos cual videntes y vaticinamos el futuro, muchas veces erramos, como el caso. Había hablado de transpiración, ¿no? Pues eso y mucho más. La humedad y condensación se había instalado debido al ardor del público que se entregaba y a la contundencia de los chicos. Conmovedoras armonías vocales afiladas como cuchillos que nos remiten a las tierras de labranza; el gospel del alma, el soul del sur, “Southern Feelin’”. Brillantes diálogos a tres bandas, porque se dice, se comenta y se habla de las guitarras dobladas, pero cuando son tres… El éxtasis. Cuando ves deslizar sobre el mástil un sugerente slide, cuando es el wah-wah el que te sugiere, cuando el sonido del teclado se apodera del ambiente y tu cuerpo experimenta la ingravidez, o cuando sientes una poderosa descarga percutida al grito de “Come On”, o cuando comprendes la conexión entre “Cold Black River” y la zeppeliana “Good Times Bad Times”… ¿Hay alguna duda? ¿Alguien de los presentes recela? Unos tipos versátiles que manejan los tempos, rocosos, sensuales, insinuantes, precisos, hábiles y compactos. Denotan alegría y se les ve seguros en el cara a cara, demostrando dónde está su hábitat natural, evidenciando maneras y recursos. Cuando surgen bandas de este calibre no hay elección posible. Trabajan como alquimistas de sentimientos confeccionando melodías con vida propia, con un desarrollo sutil y embriagador, en un trabajo de honestidad y tributando a sus héroes, caso de los antes mencionados Allman Brothers vía “Whipping Post”. Insisto. Es Stone River.
La despedida no podía ser mejor. Un tramo final eufórico con el respetable meneando cabezas, brazos y pies y disfrutando de una velada sudorosa, gritando y coreando sin cesar. Darren presenta la que iba a ser última canción de la noche, esa que da título a su última aportación, “Euphoria & Lovesick Blues”, un trabajo que personalmente creo no ofrece una imagen real del quinteto. Hay que elevarlo a alguna potencia, la misma que desprende “Euphoria” un torrente de sensaciones. Brava, tranquila, sugerente, lírica y hechizante. Una canción directa y para el directo, que se desarrolla hasta el infinito y donde más de uno entrará en trance e irá al más allá volando junto a dos guitarras estratosféricas. Las muestras de agradecimiento eran evidentes, la fuerza de los chicos no podía acabar en ese momento, y en unos segundos deciden regalar a la concurrencia otro de esos homenajes a bandas fetiche que suelen abordar (tras hablar con los chicos supimos quiénes son y como somos unos caballeros no vamos a desvelar). Digamos que en esta ocasión los elegidos fueron los Stones. Digamos que fueron unos minutos gloriosos, con una banda entregada y un público agradecido, una banda agradecida y un público entregado. Digamos que una vez finalizado, la impresión como músicos se vio incrementada como personas. Digamos que fue otra noche espectacular en un día invernal. Digamos que el momento es de esos que pellizcan la epidermis y llegan al corazón. Digamos que la despedida fue sentida como siempre. Digamos que así es Keska Taberna. Digamos que así es Stone River.