Cuando aún estamos dándole vueltas a la gira recién finalizada de Starroy, decidimos dar un paso atrás y recordar otra de las grandes giras del año. La protagonizada por The Delta Saints, un mini tour que los de Nashville ofrecieron en España y que constó solamente de seis fechas, seis rincones donde el cartel de Sold Out se colgaría en más de uno de ellos.
Hoy os traemos una de esas noches, una de esas experiencias junto a una de las bandas que más rápidamente ha crecido. Cinco chicos con los cuales hemos compartido muchas experiencias en estos años y por supuesto seguiremos compartiendo. Lo que a continuación podrás leer es otro de esos grandes momentos vividos en un lugar paradisíaco para el rock como es el Kafe Antzokia de Bilbao, posiblemente uno de los sitios con más encanto de este pequeño universo de salas de conciertos. Una vez más gracias a Rafa Robledo el cual ha realizado esta crónica y estas magníficas fotos.
Viernes 26 de septiembre de 2014 en Kafe Antzokia, Bilbao
En su anterior visita advertimos que las actuaciones de estos tipos tenían ese halo especial que les diferencia y sitúa en una posición privilegiada en nuestro ranking particular. Ahora las catalogamos como ritos oficiados por cinco chamanes con marcado convencimiento en su misión, que no es otra que adoctrinarnos en su dogma y comunicarse con los espíritus por medio de profundos cánticos y danzas alucinógenas. Como aguas que confluyen en el delta todo fluye, todo tiene su razón de ser. Groove, swamp, swing, country, boggie o funk son algunos de los satélites que gravitan en torno al astro rey del universo The Delta Saints. El Blues. Sin barroquismos. Con firmeza. Desde aquella primera ocasión en la que pisaron El Balcón de la Lola nuestra asistencia ha estado asegurada, porque como buenos hechiceros, combinan los elementos necesarios para que nuestros cuerpos experimenten una momentánea ausencia mientras los pies no dejan de moverse al sentir la palpitación de composiciones que flotan en los pantanos.
Y por varias circunstancias que no vamos a enumerar siempre hemos tenido la sensación de la novedad, una extraña sensación de inquietud que te produce el reencuentro con los muchachos. En esta ocasión la diferencia venía marcada por la presencia de una banda telonera. Además era la única actuación de su gira por la península que iba acompañada por Abstract Artimus, proyecto del excéntrico señor Alexander en el que figuran rostros conocidos como Alex Izquierdo, Javi Vielba o Jave Ryjlen. Bajo nuestro punto de vista una actuación tan sudada como predecible, donde el amigo Artimus absorbía el peso de la misma, manteniendo en todo momento una acelerada actitud para el disfrute de los presentes. Digamos que el aperitivo sirvió para que algún paladar se fuera preparando para el gran festín.
Fugaz salida del recinto por parte de algunos para apurar un cigarrillo mientras otros se afanan en dejar el escenario en condiciones, breves visitas a la barra para hacer acopio de bebidas o simples diálogos en medio de la pista por parte de los más segurolas guardando posiciones. Llegamos al entreacto. Nervios por conservar tu círculo vital intacto, un lugar privilegiado donde contemplar a unos tipos que encandilan con su fogosidad en el escenario y amabilidad en el trato, cuyo hábitat natural se haya en las distancias cortas, esas donde descubres las expresiones de sus rostros y adivinas el profundo respeto que sienten por sus héroes. La misma admiración que sientes tú por unos chavales que deberían cruzar de una vez por todas el umbral y convertirse en realidad. Romper barreras, alcanzar nuevos horizontes y abarrotar recintos.
Dejemos el capítulo de asistencia para otra ocasión y hablemos de la actuación de Azzi, Ringel, Fitch, Supica y Kremer, aunque estas palabras no alcancen el nivel de dulzura, vigor, melancolía, armonía, emoción o acción de los de Nashville. Desde el minuto uno hasta las notas finales de “The Devil’s Creek” (con la que dieron por concluida una velada en la que echamos en falta el tributo a The Beatles) combinan sus inicios cuando abordan la envolvente “Pray On”, ritmos cadenciosos y casi tribales, plegarias hipnóticas y penetrante slide con su presente («Paradise») demostrando que son una banda que creen en el futuro y que quieren seguir volando junto al pájaro que hace años les guiara por el camino. Curiosamente con “A Bird Called Angola” se despiden por primera vez después de ochenta minutos apasionantes, donde comprobamos que las piezas del conjunto están ensambladas, dejando archivado el capítulo armónica. Uno siempre cree en la evolución de una banda, la búsqueda de un sonido personal y característico que indudablemente consiguieron en sus comienzos, pero tras un largo tiempo sin ella y con el aporte de los teclados de Nate creo que el bloque es más consistente y la participación de cada uno de ellos es más dinámica. Los minutos de brillantez personal ahora no se buscan, todo cobra sentido, sorprende “Boggie” e hipnotiza la profundidad de la guitarra en la campestre “3000 Miles” y con la aparición de la coreada “Death Letter Jubilee” sientes el fervor de una masa enfurecida, descubres la belleza de la sencillez, la fuerza de canciones que nacen del alma y en notas que siguen el ritmo marcado por el corazón.
Eje fundamental en la breve historia de los chicos, motor que les impulsa a continuar el camino y a sobrecoger en estudio y directo, y para ello tenemos el fenomenal “Live At Exit/In”, fiel testimonio de lo que estamos hablando. Y como sabemos del compromiso y ese pacto que firmaron un día con el diablo hemos de corresponder la visita, emocionamos y recordar anécdotas del pasado con “Chicago”, sentir escalofríos en el diálogo que mantienen las guitarras de Dylan y Ben en “Drink It Slow” o caer rendidos ante la versión descomunal de “Crazy” de Gnarls Barkley, o llorar de emoción cuando te abrazas a ese desconocido a quien te une la devoción por estos tipos. La magia del rock, la pasión del corazón. Vasos comunicantes. The Delta Saints.