Buen rollete y prometedor arranque en la Sala Rocket a cargo de Ibai García Blues Project | GR76


Viernes 3 de mayo de 2024 en Sala Rocket, Bilbao

Después de ver las caras de satisfacción de quienes estuvieron el viernes pasado presenciando el inicio de campaña de Ibai García y sus compañeros de Blues Project, debíamos hacer un esfuerzo por (intentar) detallar la velada visto que habíamos hablado con anterioridad del disco que presentaban, anunciado dicha presentación y charlado con el propio Ibai sobre ambos asuntos. Además, es una tarea que solemos llevar a cabo más si cabe tratándose de gente local, con artistas o bandas del tan estimado kilómetro cero que nos ha sacado de algún atolladero en más de una ocasión. Sin ir más lejos, no hace demasiado tiempo, ¿recuerdan? Por motivos como ese, aparte del trato que pueda haber con algunos militantes y porque hay nivel, profesamos al circuito un cariño especial. Hay variedad, un buen surtido de ambientes y naturalezas, numerosas representantes, grandes embajadoras y gente que se las arregla como puede para organizarse con un par, tres, cuatro o vaya usted a saber cuántas formaciones. Como Ibai García Blues Project que hemos tratado tanto con o sin ese apelativo puesto que así nacieron, así se hicieron conocer sobre todo en los alrededores y con esa consideración han circulado, si bien publicaron “Chasing The Blues” solamente bajo el nombre de su fundador.

Bueno, tanto monta, monta tanto. La cuestión es que el disco está en la calle, el disco es un buen ejemplar en el que exploran diferentes modales persiguiendo, cómo no, los diabólicos doce compases, y la cuestión es que no podíamos perdernos la gala oficial en la que Aritza Castro (baterista), Fernando Solla (bajista), Israel Santamaría (organista), Charlie Santiago (cantante) e Ibai García (guitarrista) defendían las diez canciones registradas en un álbum que podría ser prescito como tratamiento para aliviar síntomas de ansiedad u otros tipos de dolencias, ya sean musculares o del aparato nervioso. Por cierto, nerviosos e impacientes estábamos a que comenzara el recital, pero no éramos los únicos ya que poco a poco la Sala Rocket iba recibiendo más unidades hasta completar un más que digno aforo que rondaría las tres cuartas de capacidad. El cálculo es una de las asignaturas pendientes de un servidor, sin embargo lo afirmaría ya que se apreciaba una notable afluencia sin excesivas aglomeraciones que obligaran a seguir la actuación con rigidez posicional y permitieran el sondeo de mejores perspectivas para obtener alguna imagen o el suficiente espacio como para dirigirse a la barra sin demasiados empujones en busca de refrescantes brebajes.

Con la seguridad que transmite un “Shrimp’s Eye Blues Shuffle” instrumental, los chicos provocaron las primeras exclamaciones y primeras muestras de entusiasmo entre una público que se mostraría eufórico, partícipe y exultante hasta las postrimerías de una función rematada, tras poco más de hora y media de transpiración colectiva, con una delirante interpretación de “Leave The Place”. Ofrendas y recuerdos. Memorias y cumplidos. Éxtasis general. “Vamos a divertirnos y a pasar una noche genial”, aseguraría Ibai en alguna de sus contadas aproximaciones al micro, y así ocurrió porque las canciones de “Chasing The Blues” más alguna revisión y algún aclamado homenaje espolearon a un auditorio que centraba sus cinco sentidos en los cinco componentes. Competentes los cinco. Con buen talante y ganas de calentar el ambiente cada uno desde su posición y todos ellos en buena disposición. Quizás Charlie Santiago rompió alguna copa o vaso de cristal con su cristalina tesitura vocal capaz de generar potentes agudos o profundos graves (“I Still Care”), seguramente Isra Santamaría dejaría mucha gente aturdida o boquiabierta por su exquisita aportación en refuerzos o individualidades (“I’m Crazy ‘bout You”), Fernando Solla, Fo para los amigos, se erigiera en dueño y señor de la compañía sobre todo en los minutos instrumentales (“Patxosky”), Aritza Castro demostraría ser un extraordinario director de orquesta que domina cantidad de recursos con platos, timbales y hasta con las cuerdas vocales (“Going To Chicago”), y sobre el hombre que capitanea esta historia… Estuvo imperial. Vehemente y expeditivo en sus minutos de lucimiento, risueño y ocurrente en varios lances, y sacando chispas a su distintiva y flamante Yamaha Pacifica.

Por otra parte, la representación poco tuvo de pacífica. Momento. Alto ahí. No vayamos a pensar que se vivieron instantes de angustia u hostilidades, ni mucho menos. No van por ahí los tiros; no es más que un juego de palabras, una licencia que nos hemos tomado sin ánimo de adulterar la realidad, porque todo sucedió plácidamente, en, como ya hemos dicho, poco más de noventa minutos focalizados en el blues. No obstante, se pudo certificar que en el repertorio de los chicos hay espacio para muchas otras doctrinas como el distendido soul formulado en “Never Coming Down” que fuera utilizado como primer ensayo entre la gente presente, para los sentimentales arrumacos insinuados en “Don’t Wanna Lose Control” que provocarían un estallido de síncopes y cumplidos, para los sólidos ademanes camperos imaginados en “A One And Only Soul” que imprimen carácter y denotan convicción. O para echar el freno y la vista atrás recordando en “Slow Blues” al viejo compañero de fatigas, al añorado Manu Monge, el Dr. Lomo, el querido Oso que recibiera una sonada ovación y a quien el bueno de Ibai seguirá rindiendo merecidos homenajes vaya donde vaya. Uña y carne. Zipi y Zape. Sus lazos se mantendrán y en los escenarios siempre habrá un pequeño relicario reservado al Oso, habrá tiempo para recuperar viejas canciones de los Lomoken Hoboken recordando la figura de un hombre entrañable cuyo interior era más grande que su aspecto exterior (Ibai dixit), ya sea con animados instrumentales como “Striking A Match”, ya sea en el epílogo ya comentado en el que Aritza enseñaría sus credenciales en una colosal descarga de esfuerzo que lograría el absoluto delirio colectivo. O para enloquecer con la efusividad guitarrera de un solo titánico, sobrio, pluscuamperfecto, prolongado y cuasi inverosímil de “Sweet Lies”, canción que derrocha alma bluesera y corpulencia hardrockera representando, en cierta manera, la polivalencia de este consorcio que responde al apellido de Blues Project o el nombre de Ibai García que sedujo a propios y extraños con el romanticismo de “The Woman I Love”. Buen rollete, prometedor arranque y un largo camino por recorrer.

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