Era una de las giras del año y desde luego no defraudó, más bien todo lo contrario. Desde que se anunciaron las fechas, el ansia por estar ante Israel Nash iba en aumento. Desgranadas las fechas, elegimos la de Zaragoza por cercanía y además por darnos el placer de poder visitar Rock & Blues Café, circuito habitual de bandas a las que seguimos en el camino de Grava. Una sala con un encanto y una acústica bestial. Destaca por su programación todos los meses, es un templo para habituales melómanos. La ceremonia inicial recayó sobre una inmensa “Don’t Stop”, pero antes un amplificador tumbado en el escenario llamó mi atención. En ese intervalo en que los músicos fueron tomando sus instrumentos y en lo que acompañaron la entrada de Israel Nash con una intro de unos pocos minutos ya con el de Missouri en el escenario con su deslumbrante Gretsch Falcon DC. El grueso del set list evidentemente fue el recorrido del luminoso “Ozarker”.
Fueron cayendo la que da título al disco, una majestuosa “Roman Candle”, tema que te conduce a unos parámetros de positividad absoluta, finalizada con otro de esos solos incontestables del magnífico Curtis Roush ¡Vaya noche la suya, incontestable a las seis cuerdas! También una adictiva y primorosa “Shadowland” donde los fieles seguidores del reverendo Nash, se marcaron los coros que contiene esta maravillosa canción. La comunión entre banda y público era ya tan evidente, que simplemente era cuestión de dejarse llevar en volandas. Las composiciones de su último trabajo dan lugar frecuentemente a ser cantadas como si no hubiese un mañana. Momento para “Woman At The Well”, medio tiempo espiritual donde los haya, y una de sus incursiones en una de sus obras magnas, “Rain Plans”. Para más avanzada la noche tocar una espléndida y radiante “Baltimore” perteneciente al disco negro “Barn Doors And Concrete Floors”.
Y faltaban aún dos temas mayúsculos de “Rain Plans” la bestial “Rexanimarum”, que en directo se amplifica por duplicado su grandeza, de esas composiciones que te trasportan. Sudor, alegría, felicidad, digamos que estábamos en una nube escuchando a este increíble combo. Sutiles por momentos, hipnóticos, quizás cósmicos, sonidos bohemios, o tal vez aguerridos en otros, pero con un nexo común, Rockandroll hippioso, y en eso son maestros. Y como traca final, y por si no habíamos tenido suficiente desparrame, la pluscuamperfecta “Rain Plans”, una inmensidad de canción, que nos condujo al éxtasis, finalizando con Eric Swanson (pedal steel, órgano y guitarra) y el grandérrimo Curtis Roush (guitarra solista) totalmente desbocados haciendo gala de un sonido saturado y denso, pura electricidad para cerrar una noche increíble. Cerca de diez minutos encendidos y salpicados de gloria.

