Amann & The Wayward Sons triunfan en casa presentando su último álbum | GR76


Sábado 24 de febrero de 2024 en Geuria San Mamés, Bilbao

Aforo completo, sin billetes, localidades agotadas, soldout. De esa guisa lucía la presentación de “When The Day Goes Slow” en casa, si bien deberíamos puntualizar un par de cuestiones antes de continuar. Primera. El llenazo de anoche no era la clásica concurrencia de gente apelotonada sin apenas posibilidad de movimiento, puesto que la gente responsable del Geuria San Mamés, local donde se celebraba el concierto, estimaba el tope de asistencia en una cifra que no obligara a seguir el concierto como sardinas en lata. Decisión acertada merecedora de nuestra felicitación. En cuanto a la segunda, esa presentación en casa, aunque anoche actuaran en Bilbao, se dio la noche anterior en su casa oficial, en su guarida, en un showcase especial que registraría otro soldout como también ocurrió una semana antes en Madrid. O sea, uno más uno son dos, los números no mienten. Tres de tres. Pero a estas representaciones deberíamos añadir el estreno de disco y gira que Amann & The Wayward Sons realizarían en el Black Sound Fest extremeño rozando el pleno en el Teatro Imperial de Don Benito. Por lo tanto, el valor del cuarteto va en aumento como así quedara reflejado en la exitosa campaña de crowfundig del disco que debieron clausurar antes de lo previsto, pues lograron con suficiente holgura el objetivo.

Buenos síntomas. Inequívocas señales. Excelentes antecedentes, y ya que hablamos de una banda que hemos visto crecer, las opciones de ser testigos de esta presentación era casi un compromiso adquirido con nosotros mismos. Nos habría gustado, cómo no, presenciar la audición en su txamizo, pero no pudo ser. En su lugar, acudimos a la Catedral, a una de las estancias de San Mamés aparte del coso de los leones sobradamente conocido en todo el planeta y, aunque nos presentamos con suficiente antelación, había buena animación en el exterior. Tras unos saludos, unos abrazos y unos cambios de opiniones mientras el público iba tomando posiciones, suena como introducción una vieja pieza de los Almann Brothers (“Don’t Want You No More” para más señas) y entre aplausos y exclamaciones de ánimo saldrían al escenario los señores Pablo Amann, guitarrista y cantante, el baterista Txema Arana, el bajista Jon Ander Madina (ambos coristas) e Israel Santamaría, pianista y organista del conjunto. Instantes de expectación. Segundos de inquietud y nerviosismo que desaparecieron ipso facto cuando sonaron los primeros acordes de “I Have To Change To Stay The Same”, uno de los primeros singles de un disco que ejercería la función de eje central del tinglao, sin embargo recordarían unas cuantas canciones de sus anteriores trabajos.

Además de un par de aclamadas adaptaciones de Gary Clark Jr. (“Bright Lights”) y Christone ‘Kingfish’ Ingram (“Outside Of This Town”) que, junto a la mencionada introducción, ponen de manifiesto las coordenadas musicales que registran en su cuaderno de bitácora. No hay duda, ni tan siquiera un mínimo resquicio sobre la naturaleza de su idea. Tan turbulento como las rachas de viento (“Gone With The Wind”), tan penetrante como el piano o el slide de “Where Have All The Good People Gone”, canción que, aun fundamentada en los doce compases mantiene una bonita relación con otras gerencias bien ensambladas, materia que recae en las espaldas de Emi Barés. Compañero, confidente, uno de los primeros espadas, perdón, guitarristas de unos Wayward Sons de los que es miembro permanente porque ejerce como productor y de cuando en cuando, invitado. Ayer fue uno de esos días. Y ayer se sumaría al espectáculo también el maestro armonicista Pablo Almaraz, que, al igual que en la grabación, participaría en una polvorienta “Rumble” que ayudó al incremento de temperatura en un coqueto local cuya zona posterior estaba compuesta de grandes pantallas donde proyectarían diversas imágenes o vídeos de la banda.

Sonaron rotundos cuando tenían que pisar el acelerador, caso de una diligente “My Freedom”, profundos cuando requerían las circunstancias, caso de la sustancial “Drive Home”, delicados cuando recordaban etapas vividas, caso de la solícita “Let Me Row” o expeditivos cuando nos convidaron a subir a su desenfrenado convoy de roots, psicodelia, shuffle, alternancias y temblores llamado “Train To Mars” que en su versión en directo obtiene grandes resultados. Se mete en la piel cual envenenado aguijón. Al margen del estupendo rendimiento y nivel individual de cada uno de los integrantes del conjunto y colaboradores del show, destacaríamos la parte final, con una “Feel It In My Bones” endemoniada en la que los timbales te orientaban a un terreno, el dinamismo de las cuatro cuerdas a otro, los marfiles del órgano suministraban escalofríos y el bottleneck… ¡Ay, el bottleneck! Veloz, generoso, vivaracho y trasversal. La velada finalizaría con dos extraordinarias interpretaciones, mientras entre la asistencia se organizaba una gran fiesta a la atura de tan descomunal despedida, a cargo de los seis jinetes en el escenario: “Rocking Chair” y “Lies”, dos esencias de una unidad. La gira continúa, así que…   

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