The Soul Jacket presenta «Let Me Stand» en un entregado Baserri Antzokia | GR76


Podríamos enumerar, uno a uno, cantidad de epítetos para calificar el extraordinario show del pasado viernes en Baserri Antzokia ofrecido por The Soul Jacket. ¿Especificativos? ¿Comparativos? ¿Superlativos? Todos serían positivos, claro. Todos entrarían en el amplio rango que abarca la integridad, la profusión, la perseverancia, la distinción, la curiosidad… porque son unos jefazos. Podríamos parecer monótonos, incluso repetitivos cuando hablamos de este sexteto que nos tiene cuasi suspendidos en su nirvana sensorial, y posiblemente caigamos en ello, pues desde que lanzaron su último disco hemos respaldado a la banda cuanto hemos podido, y no se nos podía escapar el día de presentación en sociedad de “Let Me Stand”. Un día para recordar. Un día para archivar en un lugar reservado. Un día para recuperar, pues vimos gente alborozada y rostros entusiasmados. Vimos gente ilusionada no solo al acabar la función, porque se percibe cierto movimiento en el ambiente, ese que ha faltado en este último año… y dos meses, porque se anotan todos los días de esta maldita encrucijada. Hay ganas de apertura, ganas de libertad y ganas por retomar la rutina que dejamos en modo pause aquel infausto 14 de marzo. No vamos a negar que aún queda camino para que volvamos a brincar en el fragor de la multitud, pero lo que pudimos sentir frente a The Soul Jacket nadie nos lo podrá arrebatar.

Estos tíos son muy grandes, y lo saben. Estos tíos tienen una discografía acojonante, y lo saben. Estos tíos acaban de lanzar un disco tan acojonante como los anteriores, y lo saben. Estos tíos oficiaban el viernes pasado en Derio su primera audición presentando “Let Me Stand”, y qué quieren que les digamos. Un placer que eligieran este pequeño recuncho en vez de iniciar esta nueva travesía en su tierra, que habría resultado más sencillo y donde habrían obtenido una muy buena respuesta por parte de sus vecinos, pero aquí la gente respondió como era de esperar. Un verdadero placer que nuestro debut en Baserri Antzokia fuera con estos galleguiños disfrutados varias veces, pero por mor de la situación, la ubicación y la presentación del elepé, consideramos como una primera vez. Nada mal para ser el debut. Maravilloso debut en todas las direcciones. El Baserri, amplio y cómodo; un buen espacio para eventos del pelo, cosa que seguirá, porque la gente de Azkena Bilbao ya tiene cerrado el mes de junio; un buen espacio de recreo también. Además, se presumía día propicio para el encuentro con algunos aliados, y así fue, por lo tanto, una vez reunidos todas los elementos que auguraban una cita especial, solo quedaba disfrutar como merecía el motivo de tan soberbia convocatoria: la presentación de “Let Me Stand”.

Y podríamos incluso hasta pavonearnos por haber experimentado instantes irrepetibles. Instantes que perdurarán en el subconsciente, porque si la sesión comienza cual alba resplandeciente con la misma apertura utilizada en el disco, seguida con una espléndida fusión de “Writers”, “Black Cotton” y “The Boxer”, es evidente que el ejercicio va a ser especial. “What Should Be Change” cortó esa ficticia cinta protocolaria, y debido a todas esas cuestiones conocidas de los protocolos no pudimos ver las habituales expresiones de emoción ante unos tíos sobrios y sobraos (en el buen sentido), sin embargo se podían imaginar tras los obligatorios antifaces y por las intensas muestras de satisfacción en buena parte del patio de butacas. Tenemos butacas, sí. Debemos permanecer en nuestras posiciones durante el show, sí, pero nadie puede impedir que la audiencia reciba con absoluta jovialidad los pegadizos ritmos de “Grandparents’ Home” o responda con ovaciones recaditos de Toño en “Keep On Fighting” ante un inquietante crecimiento ideológico que debemos atajar antes que sea tarde.

Quietos, que no inmóviles, aunque la sentimental “Count On Me” haga acto de presencia y miremos a los lados o a los cielos. Sentados, pero nunca de brazos cruzados, como en el caso de “No Regrets”, una psicodélica bacanal de soul progresivo (o progresiva bacanal de soul psicodélico, como usted guste) en la que brillaron las guitarras de Jorge Mizer y Guillermo Gagliardi en los característicos diálogos a doce cuerdas a los que nos tiene acostumbrados, práctica similar a la esgrimida en la arabesca “Turkey”, si bien deberíamos destacar la labor de Xabier Vieitez en las teclas rellenando los espacios y el titánico empuje de Mauro Comesaña a la batería y Jann Zerega al bajo. Después de “Let Me Stand” y al igual que en el elepé cerraban con “Don’t Tell”, pero… Facturaron una extraordinaria reentré donde se volvieron a meter al público en el bolsillo con himnos como la deliciosa “Arrows” dedicada a gente que surca mares o recorre kilómetros en busca de un futuro mejor, “Neighbor Neighbor” o “Bare Feet” con un poderoso Toño (no vamos a descubrir a estas alturas su chorro de voz) pidiendo la colaboración del respetable y sudando la gota cogiendo el micrófono, cencerro, maracas o pandereta. Han pasado unos cuantos días, pero la sensación de haber compartido cien minutos con una impresionante banda en impresionante estado de forma tras unos cuantos años cantando y explicando sus propósitos, sigue latente. Una banda que finalizó en lo más alto, ovacionada de nuevo con la explícita “Declaration Of Intentions”. Una banda con oficio y gran beneficio para el ánima, The Soul Jacket.

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